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Elena Iglesias tiene esquizofrenia paranoide, una enfermedad mental grave que irrumpió en su vida cuando tenía 20 años. ARNALDO GARCÍA

Sobrevivir a «la locura»

En el Día de la Salud Mental, Elena y Daniel explican cómo conviven con la esquizofrenia y el TOC

Olga Esteban

Gijón

Lunes, 10 de octubre 2022

«Fue una locura». Lo dice y se ríe. Porque tras haber pasado un verdadero infierno ha decidido hablar «sin tapujos, para que la sociedad nos entienda». Elena Iglesias, 46 años, «asturiana de pura cepa» aunque nacida en Madrid, tiene diagnosticada esquizofrenia paranoide, una enfermedad mental grave que irrumpió en su vida, para ponerla del revés, cuando tenía 20 años. Desde entonces, dice, hay un «abismo» entre cómo se encontraba y cómo se encuentra, entre cómo era su vida y cómo es ahora.

Explica Elena que la esquizofrenia llegó a su vida sin más. Asegura que nunca ha consumido alcohol ni sustancias estupefacientes y que aún no sabe qué desencadenó aquel primer brote. Llegó «de forma inesperada y a temprana edad» porque, se sabe de memoria la teoría, «las enfermedades mentales suelen aparecen en la adolescencia y la juventud». Y así, cumpliendo con la teoría, a sus 20 años y de forma inesperada, un día «empecé a escuchar voces». A Elena le hablaban «Dios y el diablo. Una locura. Me decían que tenía que salvar al mundo. Que era la encargada de matar al diablo. Y yo lo que quería era matarme a mi...»

A partir de ahí todo se vuelve oscuro para Elena. «Yo decía 'aquí pasa algo'. ¿Estoy loca? Creo que necesito un médico». Las voces hablaban y hablaban. Llegó a estar convencida de que «la muerte no existía, que era algo así como una prueba de iniciación que había que pasar». Así que intentó quitarse la vida en varias ocasiones. Elena entró en el sistema de Salud Mental. Especialistas, ingresos. Avanzaba algunos pasos para luego «volver a ir para atrás. Tenía brotes muy fuertes. Dejé de tener memoria, yo solo veía lo que veía, sin más». Sin más. Y ahí a Elena se le paró la vida. «Se me paró todo. Los estudios, los amigos, las ganas de salir, las ilusiones». A los 20 años.

Encontró el apoyo de su familia, especialmente el de su madre. «Elena, ¿qué te está pasando?», le preguntaba. Pero no había respuesta. Necesitó ayuda para aprender a tomar la medicación, para retomar una formación que había abandonado. Y llegó Afesa, la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Asturias y sus «terapias y cursillos para volver a ser una persona autónoma». Y allí sigue Elena, entre otras cosas, reuniéndose todas las semanas con la educadora social, que le ayuda a mantener en orden las rutinas.

Elena vive sola, ha aprendido a ser autónoma y controlar su medicación, aunque tiene ayuda a domicilio varias horas a la semana. Participa en los grupos de apoyo mutuos de Afesa y forma parte de la Red Estatal de Mujeres Salud Mental, con la que participó la semana pasada en el acto central del Día de la Salud Mental, que se celebró en Madrid y estuvo presidido por la Reina Letizia.

Llegar hasta aquí ha sido «todo un proceso». Llegar a hablar «sin tapujos, con libertad», no ha sido fácil, sobre todo por el «rechazo de la gente». Pero pesa más el objetivo: «La sociedad tiene que saber lo que pasa, entendernos. Hay que hablar de la salud mental, y del suicidio... para que la gente que lo sufra se sienta identificada». Por eso forma parte también de la iniciativa 'En primera persona', para llevar su experiencia allí donde quieran escucharla.

Mientras, ella sigue con su vida: su rutina en casa, las reuniones con amigas, los grupos de apoyo y las terapias, los paseos y el senderismo, alguna escapada de fin de semana... Y la medicación. Y, con todo, «aprender a conocerme a mi misma y reconocer cuándo puede llegar un brote».

En Asturias, más de 55.000 personas fueron atendidas el año pasado en Salud Mental. Según las estadísticas, el 38,9% de los asturianos ha presentado algún problema de este tipo, por encima de la media del país. Los trastornos neuróticos fueron la principal causa de consulta.

Pese a que tras la pandemia se haya puesto el foco en la salud mental. Pese a que numerosos personajes públicos hayan hablado abiertamente de sus trastornos, desde Afesa aseguran que sigue habiendo una «salud mental de primera y otra que sigue siendo tabú». Por un lado porque «enfatizamos más con quien tiene depresión o ansiedad pero nos cuesta más entender que alguien está delirando», explican Vanesa Díaz y Eva María Parrilla, coordinadora técnica y psicóloga de Afesa. Pero, también, porque «no es lo mismo que Ángel Martín te cuente desde su casa o en su libro que tuvo un brote a que te lo diga alguien que tienes frente a ti». «Por eso, la percepción en la calle sigue siendo difícil, se sigue ligando la salud mental con la violencia y nos siguen preguntando si no tenemos miedo de trabajar aquí», lamenta. También denuncian los obstáculos que se encuentran los pacientes muchas veces para la inserción laboral y la búsqueda de vivienda de los pacientes.

Vivir con TOC

El caso de Daniel es distinto al de Elena. Este gijonés, hoy padre de familia, supo desde siempre que «algo no iba bien». Se sentía un niño distinto en muchos aspectos, lo que se tradujo, básicamente, en un claro fracaso escolar. «Jamás fui capaz de entender las clases. Pensaba que no servía». Le costó muchos años y muchas situaciones complicadas lograr un diagnóstico, que llegó a los 25 años y tras una depresión: Trastorno Obsesivo Compulsivo, TOC. En su caso, una variedad denominada TOC puro, que se caracteriza porque sus compulsiones no son físicas, sino mentales. «Cuando se habla del TOC todo el mundo piensa en alguien que se lava las manos muchas veces, o que comprueba muchas veces si apagó el gas, o que no toca las manillas de las puertas». Por eso, este tipo de TOC es más desconocido. «Tienes pensamientos intrusivos, no lo puedes controlar, vienen a la cabeza una y otra vez, de forma obsesiva». Eso provoca un profundo malestar, ansiedad. En su caso, para afrontar esa ansiedad no hace ninguna acción repetitiva, sino que su respuesta es también mental: rezar tantas veces para que algo no suceda (aunque ni siquiera seas creyente), rememorar una escena o pensamiento de forma repetitiva...

Hoy, Daniel se conoce y conoce al TOC muy bien y lleva una vida absolutamente normal: pareja, hijos, trabajo, relaciones sociales, aficiones... pero admite que queda mucho por hacer, mucho por conocer. Su principal preocupación: que no quede ni un niño sin diagnosticar a tiempo, para que eso no le limite la vida.

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