«Fue muy duro, pero volvería a hacerlo»
La tinetense Brenda Cabo vivió más de dos meses en su furgoneta, aparcada frente al hospital leonés donde trabajaba como auxiliar de enfermería
BELÉN G. HIDALGO
TINEO.
Miércoles, 3 de junio 2020, 01:51
Brenda Cabo, ya está de vuelta en su pueblo natal, El Rodical. La auxiliar de enfermería tinetense llegó conduciendo su furgoneta, la misma que fue su casa durante casi tres meses, cuando dejó su trabajo en el centro intergeneracional privado de Oviedo para plantar cara al coronavirus en el Hospital Monte San Isidro, en León. Recibió la llamada un lunes de «un número muy largo» y el miércoles por la noche comenzó a trabajar. «No lo pensé. Sabía que allí se necesitaba gente», explica. Y es que Castilla y León es la cuarta comunidad autónoma más castigada por la pandemia.
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Consciente de que no sería fácil encontrar piso en pleno estado de alarma tuvo claro que su furgoneta sería la mejor alternativa. «Lo primero, por seguridad», dice, pues así no tendría que compartir estancia con nadie. Tampoco era nuevo para ella. «Vivo en la furgoneta muchas veces a lo largo del año. Mi pareja y yo somos montañeros y la usamos para ir a esquiar o escalar», detalla. Una vez confirmado que podría aparcar en el hospital, regresó a por comida y ropa a la casa que comparte con su pareja e inició su periplo. El resto de su estancia en León la vivió en la furgoneta. Solo volvió a Asturias para cocinar y procurarse sustento que le durara semanas. Brenda se aseaba en el hospital y allí la llamaban 'la asturiana de la furgoneta'.
«Al principio era todo un caos. Todos desconocíamos todo, había miedo y mucha incertidumbre. No fue fácil; supuso un gran esfuerzo», revela. Los primeros días llegaron a fabricar sus propios equipos de protección ante la falta de material. Echa la vista atrás y rememora la dureza de su turno de noche, ese en el que se registraron cinco fallecidos. «Fue terrorífico, no podía dormir de los nervios», añade. En jornadas como aquella, continúa, regresaba a la furgoneta y se hacía la misma pregunta: «¿Hice todo lo posible?». Tampoco será fácil deshacerse de la imagen de los ancianos. «Entrabas como un extraterrestre y apenas podías tocarlos, era muy frío. Me daba mucha pena. Es muy duro morir solo», subraya, mientras cuenta cómo oyó los gritos de desolación de alguna persona a la que el personal llamaba para comunicar que habían perdido un ser querido.
«La pandemia aún no ha acabado, pero salimos a la calle en manada. Como sociedad no somos un buen ejemplo», lamenta
El 31 de mayo finalizó su contrato. «Bajó el volumen y se olvidan de que te siguen necesitando», lamenta esta tinetense, que no cree que se refuercen las plantillas y tampoco espera que el teléfono suene de nuevo el 15 de junio para reincorporarse. «Por un momento pensamos que dejaríamos de ser números. Nos quisimos aferrar a que esta situación nos cambiaría», comenta sin ocultar su rabia.
«Tengo que despertar»
La tinetense afirma sentirse «orgullosa» del equipo sanitario leonés y del esfuerzo personal realizado por «ayudar a la gente que lo necesita». Pero es crítica con el aplauso de una sociedad aún «inconsciente» de la gravedad de la epidemia. «Volvemos a salir en manada, nos preocupa más sentarnos en una terraza que saturar la sanidad. Como sociedad no somos un buen ejemplo».
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Ahora, exhausta, su reto pasa por recuperar fuerzas y comenzar a buscar trabajo. Pero antes tendrá que asimilar que lo vivido «no fue un sueño o una pesadilla. Tengo que despertar». Y, por supuesto, disfrutar de los suyos. «Hoy (por ayer) es el primer día que veo a mi madre en estos meses. Igual no le puedo dar un beso hasta diciembre», confiesa tras reconocer que no se perdonaría que algo pasase por una imprudencia.
Pese a todo, tiene claro que «volvería a hacerlo una y mil veces. Soy así y no me cambiará un contrato».
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