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«Eché mucho de menos a Carmina»

M. NIETO / R. AGUDÍN

GIJÓN / OVIEDO.

Lunes, 22 de junio 2020, 01:12

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Faustino Marinas, un 'gijonudo' de 73 años, va al fin del mundo con su Carmina, porque asegura que con ella está «en el cielo». Después de 46 años de matrimonio, hace dos que tuvieron que distanciarse, pues padeció un derrame cerebral y su familia decidió trasladarlo al hospital Gijón. Si ya era para ellos difícil romper con esa vida de estar juntos a todas horas, mucho más con la cuarentena: «Lo que más eché de menos fue estar con ella», confesó.

Tras unos duros meses de confinamiento, de visitas fugaces de su amor, y de desconcierto por la magnitud del virus, por fin, agarrados de la mano, salieron a pasear por la ciudad. Durante una hora y media, tuvieron que pensar bien qué les apetecía hacer, pero Faustino no dudó ni un momento: «Quiero ir al Perales, a comer un 'Murciano'», dijo. Se trata de un dulce de almendra rellena de calabaza que solían consumir antes del estado de alarma, y no está dispuesto a perder las buenas costumbres.

«Desde el primer momento me sentí segura, porque aquí están muy atentos con ellos y les cuidan muy bien. Fue peor desde casa, que tengo a mi madre con noventa años y al ver tantas noticias malas sobre las personas mayores, le entró mucho miedo», dijo Carmina Pérez, la mujer de Faustino.

Ana Losada es usuaria de la CPR de El Cristo y ayer decidió no salir, a pesar de tener «vía libre». Lo hará hoy y con un motivo muy especial: «Voy a conocer a mi nieto Martín». Nació hace cuatro meses y su abuela no lo ha podido ver aún en persona. El confinamiento hizo que las primeras imágenes juntos fueran por «videollamada» y ahora está deseando tenerlo entre sus brazos. La razón por la que ayer no se produjo el ansiado encuentro es que sus dos hijos trabajaron y pospusieron todos los planes veinticuatro horas: «Tengo muchas ganas de verlos», añadió, mientras su amiga Carmen Vallina entraba por la puerta principal de la residencia. Ella salió a la calle antes de las doce del mediodía con intención de comprar «productos de higiene», pero lo encontró todo cerrado.

En la residencia había ayer muchas dudas sobre las salidas. José Ramón Crespo lo estaba deseando porque él es una persona muy activa. Durante el confinamiento pasaba los días entretenido dando paseos por la finca, pero cuatro meses se acaban haciendo «muy pesados». «Tenía ganas de salir porque de tanto tiempo aquí metido quedas anquilosado». Y eso hizo. Dio un paseo y está deseando ver a sus amigos. «Quedamos en el bar Orly», cuenta quien durante 53 años fue el limpiabotas de Ovetus.

A un bar también quería acudir José Ramón García y lo hizo a uno situado a la vera de la residencia: La Querencia. Por la tarde quería bajar la avenida del Cristo y pedir unas «parrochas». Estaba deseando comer «una docena» tras cuatro meses confinado en la residencia, donde se llevó un gran susto. Un día le subió la fiebre. Temía haberse contagiado por el coronavirus, pero las pruebas dieron negativo. Resultó ser «infección de orina».

En Avilés, en la residencia del ERA en el Nodo celebran la posibilidad que de los usuarios ya puedan salir porque todo este proceso ha sido muy duro, sobre todo para los residentes con algún tipo de problema mental o enfermedad previa, según cuenta Mayte Pan, quien ha vivido de cerca la situación por su tía, internada en el centro y que, a pesar del aislamiento, ha podido mantener el contacto con su familia gracias al teléfono. «Mi tía tiene 89 años pero está estupenda, ella tiene su propio móvil y nos llamamos prácticamente todos los días, eso es lo que le ha ayudado a llevar todo esto relativamente bien dentro de lo que cabe», explica. «Sé que hay gente que lo ha pasado mal por el aislamiento, sobre todo gente que no está bien y que no ha entendido a qué se debía todo esto. Desde hace unos días nos permitían hacerles una videollamada a la semana y eso les ayudaba muchísimo, se notaba que el ver a la familia les reconfortaba», anota.

Sin embargo, según cuenta, aún no saben muy bien cómo serán las visitas a partir de ahora ni las restricciones que se mantendrán. Hasta el momento para poder visitar a un familiar disponían sólo de media hora, bajo cita previa, y era durante esas visitas cuando los usuarios podían salir al patio.

Ahora que parece que ha pasado lo peor Pan espera que todo lo vivido sirva para que «de ahora en adelante se tenga más en cuenta a los residentes de los centros geriátricos y se recuerde que también son personas», dice la también secretaria de la Plataforma de Afectados del ERA.

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