¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO

Ver fotos

El pasillo de los pabellones tiene un ancho de ocho metros, algo que ha encantado a los asistentes. ARNALDO GARCÍA
Feria de Muestras de Asturias

Los visitantes se sienten cómodos

Menos agobios. La apuesta por el aire libre y el mayor ancho de los pasillos de los pabellones mejoran las sensaciones, aunque afecten a las ventas

Domingo, 8 de agosto 2021, 02:12

Completamente seguros. Ese fue el sentir general de los visitantes que, instantes previos al inicio de la jornada, esperaban de manera ordenada y manteniendo la distancia interpersonal para acceder al recinto. Tras el parón del año pasado, las mascarillas no podían esconder las sonrisas que se dibujaban en los rostros. Y estas se mantuvieron durante toda la jornada al observar el nuevo modelo de Feria que ha sido mejor valorado que el de las pasadas ediciones. La prioridad por los exteriores, ha convertido al Luis Adaro en un «centro comercial al aire libre», con un 81% de expositores ubicados en espacios descubiertos y pabellones que tienen pasillos de hasta ocho metros de ancho para evitar aglomeraciones. «Así está excelente», zanjó Nuria Ramírez.

Publicidad

Y al público no le pasó inadvertida la importancia de haber encontrado alternativas para no tener que cancelar de nuevo esta edición. «Soy autónomo y sufro cada día las consecuencias económicas de la pandemia. Resulta fundamental que se puedan desarrollar estas actividades», remarcó Carlos Manuel de Llamas, que aprovechó su día libre para viajar desde León. Con un planteamiento similar, Rafael Menéndez, destacó «el oxígeno que esta quincena puede suponer en las cuentas de muchas familias».

Ver fotos

Imagen. Largas colas en la apertura de la Feria de Muestras 2021

Así lo vio Alba Reina, que siempre espera con su rostro afable a los clientes en la Cervecería Lucía donde «demostramos que se puede desarrollar nuestra labor en condiciones óptimas». Con menos experiencia, pero las mismas ganas, dos estudiantes, Paula y Noelia Fernández tratan de aprovechar la ocasión para ganar algo de dinero con la seguridad de que permitir solo el consumo en terrazas, resulta suficiente para impedir los contagios. A esta medida, se añade la prohibición del consumo en la barra. En general, como destacó Luis Escribano, del Alto Aller, «hay similitud con la normativa general, aunque se han extremado más precauciones con los locales de la Feria».

Para cumplir los protocolos, resulta básico el compromiso de todos los asistentes, pero también de los profesionales como Vanesa Rodríguez, que desinfecta el baño cada vez que entra alguien al servicio. Además, hay varios inodoros y lavabos precintados para tratar de evitar cualquier tipo de riesgo. En semejante contexto, los visitantes Juan Pérez y Jose María Fernández destacaron el orden y la organización, «superior a la de otros eventos».

Y aunque a María Ángeles Alonso le pareció que «el evento era algo tristón», en alusión a la prevista menor afluencia, este también fue un elemento positivo para la mayoría de los asistentes. «Es más cómodo. No hay colas interminables y no chocas con nadie en los pabellones. Comprendo que los expositores no compartan mi criterio pero, a nivel particular, prefiero mil veces este formato», comentó.

Publicidad

En este sentido, José Carlos Fernández matizó que la mayor holgura que sienten los clientes no está solo relacionada con la limitación de aforo, sino con la abundancia de espacios al aire libre que, como la mayoría de los que acudieron, prefieren que se instale para siempre. «Dentro de lo malo, esta desgracia que nos ha tocado vivir provocará que el certamen mejore», explicó.

El momento de mayor afluencia, se produjo en torno a la hora de comer, cuando las terrazas comenzaron a llenarse de gente deseosa de probar la amplia oferta gastronómica que se ofrece. «Con el hambre que tengo, agradezco que no haya que esperar lo de otros años por mi cordero», resaltó Vicente Suárez, que se decantó por El Molino de Gabriel. Una opinión que compartía Raquel Hernández, aunque por diferente motivo. «Con niños pequeños, cuanto menos tarden en servirnos mejor, que a estas edades son muy impacientes», comentó en alusión a Esther y Marcos, de 3 y 5 años, quienes observaban con inocencia algo que para ellos resultaba nuevo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad