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Gijón y Avilés subastan los últimos 45.282 kilos de bonito de la temporada
Las capturas de los tres barcos asturianos y dos vascos que pusieron fin a la costera en la región alcanzaron un precio máximo de nueve euros
J. F. GALÁN / C. RODRÍGUEZ
AVILÉS / GIJÓN.
Martes, 28 de agosto 2018, 01:13
A pesar de que no estamos en octubre, ni siquiera en septiembre, ayer se vivieron en las lonjas de Avilés y Gijón las últimas subastas de bonito del año. En total, 45.282 kilos de túnidos procedentes de tres pesqueros asturianos y dos vascos, que se vendieron muy rápida. En la rula avilesina el precio máximo alcanzado fue de nueve euros el kilo, mientras que en la gijonesa fue de 7,73 euros.
En Gijón se subastaron 15.282 kilos de bonito capturados por el pesquero de Bermeo 'Lekanda', que llegó a El Musel el sábado para poner el broche a la campaña de bonito más corta de la historia, después de que la Dirección General de Ordenamiento Pesquera y Acuicultura decretara su cierre el 23 de agosto por un agotamiento de la cuota. Todos los cajones de bonito que contaban con el estándar MSC -un certificado que asegura que la pesca es sostenible- se vendieron en menos de quince minutos.
Los primeros en adquirir dos de ellos, de 164 kilos cada uno a un precio de 7,47 euros, fueron Carlos Fernández y Alejandra Morán, de las pescaderías gijonesas Carlos y Europa respectivamente. Se trataba de bonitos grandes, de unos ocho kilos, que podrán vender alrededor de 18 euros el kilo. Eso sí, el peso de los túnidos disminuye después de cortarles cabeza y cola. Además, al precio de la subasta hay que sumarle un 15% más derivado de los impuestos. «Al ser la última subasta, el precio de los bonitos grandes fue un poco más elevado», señaló Fernández. Pero la pieza mayor, un túnido de 21 kilos se la llevó Pescados Jesús Luanco a 7,73 euros. «Está caro, pero es el último», declaró el dueño de la pescadería. «Ha sido una campaña muy buena con muy buen pescado. Lo que se pescaba en tres meses se capturó en uno y medio», valoró Luis Vega, el subastador de la lonja de Gijón.
Por su parte, en Avilés cuatro barcos -tres asturianos y uno vasco, que se mantuvieron en el caladero hasta el último momento- vendieron unos 30.000 kilos de bonito capturados aguas adentro del Golfo de Vizcaya, a unos dos día de navegación de puerto. El grande, muy escaso en la tónica de las últimas semanas, llegó a cotizarse a nueve euros, el mediano o recortado a 5,30 y el pequeño o mono a tres euros. A la espera de conocer los datos oficiales, el balance final en Avilés podría situarse en torno a los 1,2 millones de kilos, una de las cifras más altas de los últimos años.
Agotamiento de la cuota
A pesar de la buena campaña, la sensación que deja un cierre tan prematuro es de abatimiento e incertidumbre. La flota de palangre y de volanta que se armó para el bonito se ve ahora obligada a dedicarse a la merluza, pesquería que hasta ahora retomaban a finales de octubre, fecha en la que tradicionalmente terminaba la costera. El problema es que la cuota de esta especie también podría consumirse con antelación. Será entonces, quizá ya a partir de noviembre, cuando el daño que ha hecho a la flota el prematuro cierre del bonito se perciba en su verdadera dimensión. Los más afectados serán las lanchas artesanales de bajura, que a las puertas del invierno, en la que el estado de la mar limita los días de faena, tendrán muy pocas alternativas.
Los grandes beneficiados del cierre de la pesquería por agotamiento de los quince millones de kilos asignados a los barcos que faenan en aguas del Cantábrico y de Canarias son los pelágicos irlandeses y franceses, que ahora tienen vía libre para lanzar sus redes más allá de las doce millas y llevarse así el mucho bonito que todavía queda en el mar. «Van a terminar con todo», advirtió Ramón Álvarez, gerente de Nueva Rula de Avilés. El cierre del bonito, añadió, «demuestra que la cuota era muy exigua y podría suponer la destrucción de la flota artesanal de bajura, que concentra la mayor parte de los pescadores asturianos. Su posible desaparición representaría la mayor aniquilación social que jamás se haya visto en el sector pesquero», subrayó. Por su parte, los pescaderos también verán reducidos sus ingresos porque a pesar de que hubo mucho bonito «no pueden comprar más de lo que venden a la semana» y el tiempo de ventas se redujo de forma considerable.