Gijón tendrá terrazas adaptadas al invierno

El Ayuntamiento de Gijón y la patronal hostelera y de turismo, Otea, mantuvieron ayer un encuentro que estaba previsto para antes de las elecciones de la entidad empresarial y que se había pospuesto hasta después de los comicios, que tuvieron lugar anteayer. Uno de los motivos -y que con la declaración de la alerta naranja cobra aún más significado- es la «preocupación» del gobierno local por el sector ante el descenso del volumen de negocio en el otoño y el invierno. En este sentido, planteó que haya terrazas adaptadas a sendas épocas del año.

El recién reelegido presidente de Otea, José Luis Álvarez Almeida, acogió la medida con mucha satisfacción y, ante el requisito de que estén unificadas, avanzó que presentará una propuesta técnica para que el modelo soporte bien las inclemencias del tiempo en esta época del año. La idea es que puedan estar en funcionamiento en noviembre. Ambos se comprometieron a trabajar de forma conjunta en esta propuesta y en otras, como las referidas a las licencias.

De dicha medida se tuvo conocimiento a última hora de la tarde, después de que la propia entidad expresara horas antes su preocupación por la alerta naranja en el concejo. El vicepresidente, Javier Martínez, había señalado que el aviso de la Consejería de Salud es «un duro golpe» para la hostelería. En especial, en vísperas de un puente, el de El Pilar, en el que ya se están cancelando reservas en los hoteles, «porque la gente se retrae. Y eso repercute en la hostelería, que registra un menos movimiento».

«Claro que estamos preocupados por la pandemia -añadió-. Mucho, pero el Gobierno regional tiene que velar también por las dos cosas: la salud y la economía. No entendemos cómo siendo una de las comunidades con mejores datos de España y de Europa no se tiene en cuenta más la parte económica», apuntó, aludiendo a que «en Barcelona, que está mucho peor, ya se permite el ocio nocturno, sin baile, y con horario de apertura hasta las tres de la mañana».

La repercusión de la alerta para los empresarios es, de momento, es dispar. Mientras que para Enrique Fernández, gerente del Ébano (ubicado junto a la estación de tren), «mantenemos la clientela», para Mercedes Rodríguez, del bar Benita de Marqués de San Esteban, «la situación está fatal ya desde antes. La gente no sale porque tiene miedo».

El mayor temor, y esto es compartido por todos los empresarios consultados, es «qué puede pasar de aquí en adelante». «Si las medidas son más drásticas, nos prohibirán hacer uso de la barra -como en el Nalón- y en octubre el tiempo no acompaña para estar en la terraza. Si eso ocurre, seguramente tendremos que mandar gente a casa otra vez», indicó Enrique Fernández.

Isabel Lastra, propietaria del Café Covadonga en el barrio de Laviada, expresó la misma inquietud: «Ojo, que lo que se vende en la barra es mucho». Agradeciendo el «buen comportamiento de prácticamente todos» sus clientes, afirmó que «hay unos pocos que no hacen las cosas como deben. Y eso que, por edad, son de alto riesgo. No ven peligro, no guardan la distancia y eso genera mucha tensión a la hora de trabajar. Y, claro, luego nos sorprendemos de que declaren la alerta naranja».

«Estamos acongojados porque la incertidumbre es mucha», indicó José Manuel Mori, del restaurante Campanu, en el barrio de El Carmen. «Abrí a finales de junio y, por tanto, no puedo comparar con octubre de 2019, pero de la semana pasada a ésta, bajó mucho la afluencia, un 50%».

A la espera de mayores concreciones, el Ayuntamiento adelantó durante la mañana de ayer que el Rastro se mantiene. No habrá cancelaciones.