José Antonio Luengo, vicepresidente del Consejo General de Psicología de España
«En algún momento tendremos que ser valientes y regular el uso del móvil entre los menores»«El acoso es un problema de todos, una enfermedad social. El problema no es que el profesor no esté mirando, es que hay alguien que quiere hacer daño»
'El bienestar psicológico como facilitador del proceso educativo' es el título de la VII Jornada de Psicología Educativa que se celebra hoy en el ... Colegio Oficial de Psicología de Asturias. El objetivo: analizar la situación del alumnado, su bienestar psicológico y emocional y proponer herramientas e iniciativas para actuar. El encargado de abrir la jornada será José Antonio Luengo Torre, vicepresidente primero del Consejo General de la Psicología de España y con una amplia trayectoria y experiencia en el estudio de la salud mental en los contextos educativos, en el acoso, en la convivencia... Hoy hablará de la «necesidad imperiosa» de contar con psicólogos en los centros. Pero habla de muchas cosas más: de la fragilidad de nuestros niños y jóvenes y nuestra responsabilidad como sociedad, de las nuevas tecnologías y el acceso de edades tempranas a determinados contenidos, del acoso que se niega a llamar escolar porque no surge en las escuelas, sino fuera...
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–La psicología en los centros educativos. ¿Se ha convertido en necesidad prioritaria atender ese aspecto?
–La psicología como profesión no está suficientemente asentada en el sistema educativo. Hay licenciados o graduados que están en los centros educativos en el contexto de los departamentos de Orientación, pero desde 2008, la especialidad de Psicología que había en Secundaria se modificó para pasar a ser Orientación Educativa, y desde ese momento la psicología dejó de tener la relevancia que debiera. Pero si hoy sales a la calle y le preguntas a cualquiera: ¿Usted cree que debería haber un profesional de la Psicología en los centros educativos? Todos dirían que sí. La Administración dice que sí los hay, pero no ejercen como profesionales de la psicología. Es algo que desde el Consejo General de la Psicología de España venimos reclamando desde hace más de diez años. Claro que hay que mantener los departamentos de Orientación, pero deberían estar las dos especialidades: la orientación más pedagógica y la psicológica, que de manera complementaria, codo a codo, trabajen para atender las necesidades que el sistema educativo tiene. Y que no están relacionadas solo con la salud mental, sino con el modo en que vivimos y que tenemos que afrontar el futuro incierto que tienen nuestros niños y adolescentes. No se trata de que, en modo paracaidista, lleguen psicólogos a solucionar todo. No, no. Tienen que estar integrados en el centro y trabajar codo a codo, y no a codazos, con el resto de profesionales.
–Los propios orientadores lo dicen: o hacemos orientación pedagógica o atención al bienestar. No hay capacidad para todo.
–Primero hay un problema general de ratios. El número de orientadores que tenemos en los centros educativos está muy por debajo de lo que podría considerarse una ratio que garantice eficacia y eficiencia. Sobre todo, aunque no solo, en Secundaria. Los chavales están en el inicio o en el tránsito de la adolescencia. Pero no hay que perder de vista la labor preventiva que hay que hacer en Infantil y Primaria, con el alumnado, pero también con las familias y el profesorado.
-Volvemos entonces a la necesidad de la presencia de profesionales de la psicología.
-Sí, pero no psicólogos clínicos, sino profesionales de la psicología que conozcan lo que es el sistema, y para eso está la especialidad de Psicología Educativa, para saber 'cómo se cuecen las cosas', que conocen los pasillos de la escuela, las aulas, que saben cómo viven los chavales los conflictos, la discrepancia, la convivencia, los problemas que hay en ocasiones y que están relacionadas con los diferentes tipos de violencia... Es decir, alguien que está 'a full', pero metido en el sistema.
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"Le damos a niños de 8, 10, 12 años un smartphone, que puede ser una máquina infernal"
El papel de los tutores en los centros
-¿Se han dejado muchas de estas responsabilidades en manos de los docentes?
-Es un tema muy interesante. El principio de este modelo que defendemos es que el profesional de la psicología debería trabajar mucho el apoyo al profesorado, su formación y la colaboración para que determinadas figuras del profesorado se conviertan en ejes nucleares del trabajo, como los tutores. Porque un psicólogo, por muy bien preparado que esté, debe trabajar con los mediadores, y los mediadores son los docentes. Quienes principalmente están con los chavales son ellos. Es decir, no se trata de que cualquier problema que surja se lo paso al psicólogo, sino que lo trabajemos conjuntamente.
-Pero, insisto, ahora mismo los docentes ¿no se han quedado solos?
-Con el máximo respeto a otras profesiones, como los orientadores, que son pedagogos o psicopedagogos, pero basta con mirar los programas disciplinares de las carreras para ver que tenemos marcos y formación diferentes.
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-Y todo ello, en un momento en el que se habla tanto del malestar emocional de nuestros niños y jóvenes.
-Ha sido, probablemente, el caldo de cultivo que ha hecho 'efervescer' más esta necesidad. La investigación ya dice desde hace unos quince años que algo estábamos haciendo mal como sociedad porque nuestros niños y adolescentes estaban quebrando con una facilidad pasmosa. El trabajo con las familias es especialmente importante, todos los retos que tenemos relacionados con los usos de los entornos digitales... Estamos en un momento del siglo XXI que requiere de una reflexión del sistema para que haya psicólogos en los centros educativos. No es un proceso sencillo, pero no hay que cambiar grandes leyes. Se trata de entender que es una necesidad y no solo ligada a atender a los más dañados.
El modelo de parentalidad
-Ha dicho una frase demoledora: que ya se estaba viendo que nuestros jóvenes estaban quebrando con muchísima facilidad. ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Qué hemos hechos mal?
-Hay investigaciones que ya determinan cómo, determinadas generaciones, tienen una prevalencia de desajustes mayor que los nacidos diez años antes. Es multicausal pero los estudios apuntan a situaciones relacionadas con el modelo de parentalidad, con cómo viven las familias hoy, con el número de miembros de una familia, que se ha ido reduciendo y tiene una importancia no pequeña en cómo aprendemos a convivir. No es lo mismo convivir si tienes tres o cuatro hermanos que no tener ninguno. Se aprende a convivir en la calle, pero la calle también ha dejado de ser un espacio educativo... Y por eso los chavales llevan el aprendizaje de la convivencia a la escuela. Hay otras cuestiones muy relacionadas, como el uso de los dispositivos digitales y sus aplicaciones, que es absolutamente evidente.
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-Cuánto lo están advirtiendo los expertos y qué poco caso, en general, hacemos las familias.
-Unicef acaba de presentar un estudio sobre menores y salud digital. En su presentación, dije una cosa que puede parecer de perogrullo: el diagnóstico está claro, hemos mejorado en sensibilización y parece que estamos un poco más concienciados, pero los efectos del consumo tan indiscriminado de nuestros menores han ido a más, y van apareciendo nuevos escenarios de riesgo. Del uso de la pornografía, por ejemplo, hablamos como algo muy manido, pero esto surgió hace solo cuatro o cinco años. Y los indicadores son muy perturbadores. El diagnóstico lo tenemos hecho hace mucho tiempo: los niños han accedido como elefantes en una cacharrería a todo esto... Me dicen que a los padres les da seguridad tener a sus hijos conectados. Y yo les digo que no es lo mismo un teléfono que un smartphone. Les dejamos a niños de 8, 10, 12 años un smartphone, que puede ser una máquina infernal. Puede no serlo, evidentemente.
-Depende del uso y eso hay que enseñarlo, supongo.
-Claro. Pero si con este diagnóstico vamos a seguir haciendo lo mismo que antes, apaga y vámonos. Hay que educar en ciudadanía digital pero.. ¿cuándo? ¿quién? ¿cómo?
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-¿Llegamos tarde?
-La reacción es tardía, aunque se puede entender. Siempre esperamos a que surja algo para atenderlo. Hay que ser flexible con esta mirada, no es fácil para sociedades complejas como la nuestra. Pero es que estos temas son de una agilidad de cambio tal que hace prácticamente imposible que vayamos al día. Estamos parados y nos da miedo hacer determinadas cosas. Si me preguntan a qué edad tiene que tener un niño un smartphone, digo que antes de los 14, no. Así de claro. No lo necesita.
-¿Nos da miedo regular eso?
-Parece que es anatema... No hablo de prohibir, hablo de regular. La tecnología tiene una parte muy buena, pero también una muy mala: todas aquellas aplicaciones que han nacido para generar adictos. Habrá un momento en que como sociedad tendremos que ser valientes y decir: esto se ha terminado. Creo que es imprescindible que se diga alto y claro que los niños menores de 3 años no deben tener acceso a pantallas. Lo dice la evidencia científica, produce desajustes y desórdenes a medio y largo plazo. Pero se venden aparatos para poder instalar el móvil en el cochecito. ¿Qué pasaría si dijéramos: 'usted es su padre y ejerce la patria potestad, pero esto no se puede hacer'? Pero no vamos a ser valientes para decirlo. El pediatra te dice que es perjudicial para tu hijo pero dices... 'ya, sí, pero así comemos más tranquilos'.
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Acoso entre iguales
-Mencionaba antes 'las violencias'. ¿Qué violencias se están viviendo en los centros educativos?
-El acoso entre iguales en primer lugar. Yo lo llamo siempre acoso entre iguales y no acoso escolar, porque ese adjetivo ha hecho que enfoquemos el asunto de manera que entendemos que es un problema de la escuela. Se da en la escuela, ocurre en la escuela, pero es un problema que viene de fuera. Es una enfermedad social. La escuela no tiene en su programa 'vamos a generar niños acosadores y niños acosados'. El violento viene de fuera. Otra cosa es que tengamos que mejorar los sistemas para proteger, cuidar, detectar y crear entornos seguros. Luego está la violencia de género entre adolescentes, que aumenta cada año su prevalencia, lo mismo que la violencia sexual. Tiene que ver con cómo aprendemos a relacionarnos con los demás en el ámbito de la pareja, de la amistad, en el sexual... Y luego otras violencias que no están tan presentes, como la pertenencia a grupos violentos.
-¿Deja de ser el acoso una cuestión escolar con los móviles y las redes sociales?
-Por supuesto. En mi manual 'El acoso escolar y la convivencia en los centros educativos' ya lo digo. Si hablamos de violencia doméstica, familiar o violencia de género, nadie pone el foco en dónde se produce. Nadie dice que lo doméstico o familiar es un horror. El problema es que hay violentos: la escuela está abierta 175 días al año y los niños están allí siete horas. No le quito responsabilidad a la escuela, pero mientras no enfoquemos esto como un problema de todos, nos estamos equivocando. Y aquí los padres tenemos una responsabilidad especialmente relevante. Cuando un niño o unos niños de manera intencionada, reiterada, planificada, dañan a otro durante mucho tiempo, podemos solo preguntarnos dónde estaban los profesores. Pero estas cosas no se hacen delante de los profesores normalmente. Y si no se saben, porque hay un silencio terrible, no es fácil detectarlo e intervenir. Pero ¿qué hace que estos chicos hagan este daño? ¿Solo la sensación de impunidad? ¿O fundamentalmente que llevan adherida a su alma una tendencia soberbia de dañar al más débil? Eso se puede corregir, habrá que trabajarlo, pero también en casa. Si pensamos que esto se va a solucionar poniendo un vigilante jurado al lado de cada niño... Apaga y vámonos. Tenemos que crear una sociedad donde el respeto, el cuidado, la atención, la ayuda, sea algo esencial y básico en la vida de las personas. El problema no es que el profesor no esté mirando. El problema es que hay alguien que quiere dañar y busca el lugar oscuro donde ningún adulto lo vea.
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