«Mi hermano y sus compañeros llevan en casa un año sin ningún tipo de terapia»
Usuarios del centro de discapacidad Arco Iris, en Oviedo, reclaman la apertura de este equipamiento tras más de doce meses de cierre
CHELO TUYA
GIJÓN.
Lunes, 12 de abril 2021, 01:00
«Antes de la pandemia, estaba ya a tratamiento por un principio de depresión. Ahora estamos muy, muy preocupados por su salud mental». Alba García lleva a su hermano Jandro siempre presente. El joven, de 28 años, tiene síndrome de down, trastorno genético que no le impidió seguir la educación reglada tanto de Primaria como de Secundaria en Pola de Siero. Al acabar sus estudios, continuó su formación en el Centro de Educación Especial de Sama. «Allí estuvo hasta los 22 años. Desde ese momento, entró en el Centro de Apoyo a la Integración (CAI) Arco Iris».
Se trata de un dispositivo público, dependiente de la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar que ofrece terapias y formación a las personas con discapacidad. Sito en las instalaciones que la Fundación Docente de Mineros Asturianos (Fundoma) tiene en Oviedo, ocupa la planta baja de un edificio residencial. Con el objetivo de fomentar la autonomía de las personas con discapacidad y, con ello, su integración social, ofrece talleres diarios a 43 personas de entre 18 y 65 años.
«Ofrecía», precisa Alba García, ya que «desde antes de la declaración del estado de alarma, el centro cerró sus puertas». Desde ese momento, «mi hermano, y el resto de sus compañeros, está en casa sin ningún tipo de terapia ni actividad. Es terrible. Ya no sabemos qué hacer», lamenta Alba García.
Por ese motivo, ha remitido un escrito a la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar. «Lo hago en nombre de mi hermano, pero también del resto de su compañeros», explica.
Escrito a la consejería
No lo hace como portavoz oficial, quiere aclarar, «ya que por ahora no hay ninguna plataforma creada. Es muy complicado hacerlo, puesto que muchos de esos usuarios o están en casa de familiares o de padres muy mayores y hay temor a contar lo que está pasando».
En ella cuenta Alba García que «en marzo de 2020 se nos dijo que el cierre sería temporal», pero «una vez que se procede a la desescalada» vemos cómo el CAI sigue cerrado.
Recuerda ella el argumento que siempre ha utilizado la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar, que el protocolo sanitario de restricciones debido la covid impide la apertura de centros sociosanitarios que compartan espacio con residencias. «Algo que también pasaba con el CAI de Cabueñes, en Gijón. Pero allí ya reabrieron el centro».
Sin embargo, desde el departamento que dirige Melania Álvarez se aclararon las diferencias entre ambos dispositivos. El de Cabueñes pudo ser reabierto tras unas obras que fijaban la separación entre CAI y residencia. En Arco Iris, esa medida no pudo ser ejecutada.
Otro centro
Y mientras tanto, «a los usuarios no se les ha ofrecido nada». Un 'nada' que aclara Alba García. «A muchos, nada, a otros, como a mi hermano, después de muchos meses empezaron a decir que si quería ir a otro centro, pero esa no es la solución».
Lo dice porque «estamos hablando de personas con diferentes diversidades funcionales, pero que todas necesitan una rutina. Mi hermano lleva en el centro más de seis años, con lo que eso supone de adaptación al personal, al edificio, al autobús... Cambiar ahora todos sus esquemas es un gran problema».
Durante este año, Jandro García ha preguntado por sus compañeros, sus educadores, su día a día en el centro. «Acudía a Arco Iris de lunes a viernes, hasta las tres de la tarde. No había vacaciones en verano. Durante la época estival, hacían otras actividades, siempre tenían planes».
Desde marzo de 2020, «se han metido en casa, sin más relación que su familia. Sufren un deterioro total de sus habilidades sociales, físicas y psíquicas», lamenta.