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Jaime Menéndez, en su ganadería de Berducedo (Allande) observa la operación de carga de la leche de sus vacas a la cuba de una empresa. O. VILLA
Asturias marca un nuevo mínimo de ganaderías lecheras y el litro en origen roza ya los 50 céntimos

Asturias marca un nuevo mínimo de ganaderías lecheras y el litro en origen roza ya los 50 céntimos

La leche se paga al productor hasta 14 céntimos por litro más cara que al inicio de año, mientras las empresas tratan de garantizarse el suministro

O. VILLA

GIJÓN.

Lunes, 26 de septiembre 2022, 01:10

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En su obra de 1776 'La riqueza de las naciones', Adam Smith afirma que, generalmente hablando la demanda de un bien o producto es relativamente fija en el plazo corto y mediano (dependiendo, por otra parte, de la cantidad de consumidores), y que, en consecuencia, es solo la oferta de ese bien la que hace que el precio suba o baje. La economía capitalista estaba balbuceando sus primeras palabras, de forma más intuitiva que científica.

En el curso de economía acelerada que los últimos doce meses han supuesto para todos, quien más, quien menos ha entendido que una subida de costes para un productor del sector primario, es decir, para el agricultor o ganadero que genera los alimentos que acaban en nuestra mesa no puede ser asumido únicamente por el propio productor, porque si su balance comienza a ser negativo, acabará por tomar medidas desesperadas o, directamente, dejará de producir. Y ahí puede venir la tragedia.

Los ganaderos de leche asturianos venían avisando, tanto por activa, al expresar de continuo desde hace años que se iban quedando sin margen comercial ante el alza de sus costes y el mantenimiento de los precios que recibían por su producto, la leche, como por pasiva, cerrando explotaciones a un ritmo aproximado de una cada tres días ya desde hace dos décadas, y últimamente mandando al matadero prematuramente a vacas madre para obtener liquidez a corto plazo y quitarse de encima costes en un panorama con los combustibles y los piensos, entre otras materias primas, subsumidos en una espiral alcista sin final previsible.

En menos de un año, los piensos compuestos han más que doblado su precio, llegando a rozar los 500 euros por tonelada cuando a mediados de 2021 una formulación normal de pienso se podía contratar por poco más de 200 euros la tonelada. En el caso de las ganaderías de vacuno de leche la escalada del pienso está perjudicando especialmente a aquellas que no tienen cerrados contratos a medio plazo de suministro de materias primas. Y es que una vaca de alta producción que produzca alrededor de 10.000 litros al año consume unos 400 gramos por litro de leche, unos 4.000 kilos a lo largo de una lactación. Solo eso, con los precios actuales, supone que una vaca estabulada podría estar consumiendo 20 céntimos de pienso por litro producido de leche. Y ese coste sería solo el del pienso. Las subidas de precio de combustibles (gas, gasolinas y gasóleos) y de la electricidad acabaron de dar la puntilla a muchas explotaciones.

Así las cosas -a la fuerza ahorcan- la histórica reclamación de los ganaderos de bovino de leche no ya solo asturianos, sino de todo el país de recibir precios dignos por su producto comienza a cumplirse, en los últimos meses, ante el temor de la industria láctea a, directamente, quedarse sin productores en origen.

Récord negativo de ganaderías

Y ese temor es cierto. A 1 de enero de este año quedaban en Asturias 1.438 explotaciones de bovino que entregasen leche a las empresas, la cifra históricamente más baja (1.443, según los datos del Laboratorio Interprofesional Lácteo de Asturias). Y a la baja. La Central estima que en julio de este año ya solo 1.371 ganaderías asturianas seguían entregando leche a las diversas empresas lácteas de la región, tras perder otras siete decenas de explotaciones en los primeros siete meses del año. Como queda dicho, un cierre cada tres días.

Si en 2020 se produjo circunstancialmente el primer repunte de producción en Asturias en los últimos 15 años, en 2021 volvió a bajar y todo apunta a que 2022 se cerrará también con una reducción, mínima, pero en reducción.

Y, como decía Adam Smith, la demanda de los consumidores se mantiene, al menos en el corto y el medio plazo, en particular cuando el bien demandado es un producto básico como el pan, el aceite o la leche. Por ello, y por asegurar el suministro, las empresas están renegociando las condiciones de los contratos de suministro con los ganaderos y han pasado de pagar, a nivel nacional y de media, 32,23 euros por cada 100 kilos de leche (se cotiza por kilos) a superar la barrera de los 40 desde abril pasado e, incluso, «a pagar en ocasiones precios básicos por encima de los 50 céntimos ultimamente», ya en plena crisis mixta por la inflación y carestía de las materias primas generada durante lo más duro de la pandemia y por los efectos de la invasión rusa de Ucrania sobre el precio de los cereales y la energía, entre otros aspectos. En junio (último dato oficial disponible en las estadísticas del Ministerio de Agricultura) se pagaba ya a 42,52. En julio, según datos de la Dirección General de Productos y Mercados Agrarios del Ministerio de Agricultura, ya se estaban pagando 46 céntimos de precio básico en la región. Y como todo evoluciona con una fuerte inercia en este mercado, hay empresas que ya están pagando por encima del medio euro el litro de leche en origen este mes de septiembre.

«Más barato no es leche»

¿Es cara la leche a medio euro el litro en origen? Es opinable, y al final es el mercado el que da y quita razones. En una situación de tensiones inflacionistas que están teniendo su reflejo en los lineales de los supermercados ya de forma intensa, y en la que ya no pocas familias comienzan a limitar su demanda incluso de productos básicos, podría parecer caro, pero los ganaderos asturianos lo plantean de forma contínua: «En muchos supermercados se paga el agua embotellada más cara que la leche». Es una lógica inapelable, igual que la que emplean cuando exhiben sus plantillas de costes para dar soporte a la afirmación, también expresada por fuentes de la Consejería de Medio Rural, de que «cuando en una tienda o supermercado venden algo que llaman leche por debajo de un determinado precio, el consumidor tiene que ser consciente de que no es leche».

Es una idea que, paradójicamente, los consumidores aceptan sin problema en muchos otros productos, incluso tan básicos como el pan, pero que por determinadas circunstancias no opera de forma igual en el caso de la leche, lo que hace evidente que es necesaria una intensa y permanente campaña de comunicación en ese sentido.

Y es que el uso por parte de la gran distribución de la leche barata como producto reclamo o gancho para atraer a sus instalaciones a clientes que luego dejarán márgenes de beneficio altos por sus compras de otros productos es uno de los graves problemas de imagen que ha tenido y aún tiene la leche en las últimas décadas.

Y ello, porque a fuer de hacer ofertas o mantener precios bajos en la leche en los lineales se ha acostumbrado al consumidor a que la leche es un producto de bajo valor, lo que supone un riesgo que las empresas están sufriendo en sus carnes en la forma de falta de productores.

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