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L. RAMOS
INFIESTO.
Sábado, 13 de marzo 2021, 01:13
Cada vez son más los jóvenes que, emprendiendo un camino opuesto al que tomaron miles de personas durante el éxodo rural, deciden buscar su futuro en el pueblo. Es el caso de la joven madrileña Celia Serrano, quien hace apenas unos meses, en plena pandemia, consiguió crear su propia marca de cosmética natural, elaborada a base de aceite de avellanas de Piloña. «Este fruto tiene una calidad buenísima y unas propiedades espectaculares, tal y como se pudo ver en los estudios elaborados hace un tiempo por el Serida», indica. Y confiesa que le encantaría que «más gente se animara a explotar la avellana piloñesa porque deberíamos darle valor y apreciar lo bueno que tenemos aquí».
Bióloga de profesión, hace más de dos años que Celia se cansó de «encadenar contratos precarios» y decidió «saltar al vacío» y cumplir el que siempre había sido su sueño: «Vivir en el medio rural de forma sostenible y tranquila, emprendiendo un proyecto que me permitiese acercar a la gente a las propiedades de las plantas y los ingredientes naturales». Porque, pese a ser nacida y criada en Madrid y no tener ningún vínculo con Asturias, en ella siempre existió la «vocación de estar cerca de la naturaleza». Algo que, según descubrió en sus cada vez más frecuentes y largos viajes, en el Principado es mucho más sencillo.
Dar el paso de dejar atrás todo lo que conocía y comenzar una nueva vida en Asturias, reconoce, «no es fácil»; pero también indica que «para los jóvenes el trabajo es cada vez más inestable, con lo que al estar ya presente esa sensación de incertidumbre no fue tan complicado decidir». Así, Celia terminó instalándose en Cabranes, junto al concejo avellanero, donde desde este verano tiene su laboratorio. Porque, si bien su producción es completamente artesanal, también la lleva a cabo con todo el rigor científico. «Tengo que superar un montón de controles de calidad, igual que cualquier marca grande», indica, y recalca que «la gente cada vez demanda más productos naturales y de cercanía y entiende que lo artesanal no tiene necesariamente menos calidad».
La idea de crear su propia marca de cosmética natural llevaba años rondando su cabeza, pues hace tiempo que confecciona productos para sí misma que tenían un gran éxito entre sus allegados. «La gente me animaba y finalmente di el paso, consiguiendo la subvención y todos los papeles este mismo verano», relata. Y asevera que «poner en marcha Ablana Cosmética fue mucho más fácil aquí de lo que hubiera sido en Madrid, pues tuve acceso a mucho más apoyo gracias a Valnalón».
La elección del aceite de avellana que le compra a un productor piloñés no fue aleatoria. «Son ricas en ácido linoléico, que hidrata, regenera, previene el deterioro y es apto para todo tipo de pieles, y también en vitamina E, que es antioxidante», indica. Tras exhaustivos trabajos de investigación y varias pruebas, Ablana Cosmética comercializa varias cremas faciales de día, champú sólido con ortiga y romero, acondicionador y aceites y lociones corporales. Una de sus últimas incorporaciones es una crema facial de noche que combina la avellana con las setas shiitake que cultivan en roble unos emprendedores de Cabranes. «En Japón son muy habituales los cosméticos con hongos, que tienen propiedades antioxidantes y regeneradoras», explica.
Tras darse a conocer acudiendo a varios mercados de la zona, la irrupción de la pandemia supuso un problema que Celia solventó comercializando sus productos por internet y en pequeños comercios. Aunque no descarta crecer más en un futuro, por el momento su prioridad, asevera, es «seguir con pequeños lotes y cuidando al máximo la calidad».
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