«Mi madre estaba en la misma planta y no se enteró de nada»

Una afección pulmonar leve llevó a la madre de Arsenio M., a una habitación de la tercera planta del valle del Nalón, el pasado domingo. A primera hora de la mañana del miércoles llamaba a su casa alterada: «Ven hijo, algo pasa. Hay mucho jaleo en el pasillo y creo que vi a policías por ahí», le dijo a su hijo, que intentó tranquilizarla. Al encontrarse trabajando le dijo que iría lo antes posible, pero que no se preocupase. Horas más tarde la mujer de Arsenio se enteraba del crimen y acudía de inmediato al hospital. «Vivimos cerca y mi mujer llegó enseguida. De primeras no pudo entrar, se puso nerviosa porque vio policías. Cuando pudo entrar, mi madre aún no sabía que había pasado. Por la noche dice que se durmió y que no se enteró de nada hasta de madrugada, cuando comenzó a escuchar carreras y al tocar el timbre su compañera llegó una enfermera con señales de haber llorado». Ninguna de las dos se imaginaba que unas habitaciones más allá de la suya se había cometido un asesinato.

Como ellas, llegaron más familiares a preguntar por lo acontecido. «Hubo un momento de nerviosismo, sabíamos que todo estaba controlado, pero ver al personal tan angustiado nos daba pena», apuntaba otro familiar, que explica que su padre ha estado ingresado por una dolencia cardiaca en varias ocasiones en esa planta. Aún ayer el nerviosismo entre profesionales y familiares era patente, las conversaciones en el exterior y en la cafetería del centro se desarrollaban en torno al terrible suceso que había acontecido dentro del centro hospitalario.

Algunos, como René Vázquez, no entendían cómo «puede ocurrir algo así sin que se enteren las responsables de la planta; cuando se trata de gente mayor hay que estar más atentos». Algo con lo que no estaba conforme su compañera de tertulia Amaya Jiménez. «Hay muchos pacientes y pocos enfermeros y cuidadores, no pueden estar atentos a todos y aún así lo intentan», le replicaba.

«El trato de los profesionales ha sido siempre bueno, les llaman por el nombre y la mayoría son muy agradables. Que tengan que pasar por un trago así es angustioso para todos», explicaba ayer tras la visita a su familiar María Pérez. Aseguraba estar tranquila «la dejo bien atendida, fue un suceso puntual que espero que no se vuelva a repetir nunca. Los profesionales no tienen la culpa, bueno ni nadie». «Pudo ser un momento de locura, es una desgracia», sentenciaba.