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«Hay miedo, se habla de aprovechar mejor la comida y de los tiempos del hambre»

Las tiendas de barrio y supermercados tienen ya algunas roturas de stock menores, pero lo que más se nota es «calma tensa» en el ambiente

O. VILLA

GIJÓN.

Lunes, 14 de marzo 2022, 02:04

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El mostrador de una tienda de barrio es uno de los termómetros más fiables del sentir de una comunidad vecinal. En la última semana, «todo el mundo se está poniendo muy nervioso -explica Isabel Menéndez, de Alimentación Selecta El Sella, mientras atiende a Miguel Ángel Bermejo- y en la tienda ya no se habla de otra cosa, pero de momento tenemos de todo», explica. Una pareja que peina ya abundantes canas charla mientras espera: «¿Te acuerdas del hambre que se pasaba? En mi casa, si el hígado empezaba a oler, se metía toda la noche en lejía y al día siguiente estaba bien», dice ella, mientras él murmura algo así como «que hace nada estábamos pensando en el jamón de pata negra, y ahora mira cómo nos vemos...»

Vuelven, entre los mayores, los recuerdos de una posguerra que parecía cosa de la prehistoria. Algo ajeno a las tres generaciones más jóvenes de asturianos: «Sí, estáis muy mal acostumbrados», le espeta al periodista una clienta muy mayor de una de las tiendas de barrio que abren en el barrio gijonés de La Arena. No quiere dar su nombre, pero sí recuerda «que hasta lavábamos las mondas de la patata para freírlas en lo que se podía». Ante esos recuerdos, la tendera añade: «Sí, los clientes parece que empiezan a tener miedo y, sobre todo los más mayores, ya hablan de las formas de aprovechar mejor la comida y de los tiempos del hambre, o de recuperar, los que tienen algún terreno, la huerta de casa de siempre, por lo que pueda pasar». Se nota en la demanda de alimentos básicos de larga y fácil conservación, como el arroz, las legumbres, las harinas y las latas. Clásicos de una España de mediado el siglo XX.

Mucho más joven es Irene González, que gestiona La Frutería de Casares, en el cruce entre Ezcurdia y Aguado. Ella explica que «hemos quintuplicado la venta de aceite de girasol, que es algo que tenemos como complemento de nuestra oferta fundamental, que es la fruta y los productos de la huerta. Una clienta me contó que ha comprado y acumulado en casa ya 30 litros de aceite de girasol», explica. Algunos supermercados mantienen el límite de cinco litros de aceite de girasol por cliente y compra, lo que «creo que ayuda a que la gente piense que va a escasear», pero es que no es solo el aceite: «También vendemos más conservas y el precio de los huevos ha subido un 40% en dos semanas», indica Irene González.

A Ramón Rubio, por su parte, no le inquieta demasiado la situación. Por el momento. Sus tiendas estaban en la mañana de ayer llenas de clientes, «pero es lo habitual de un domingo por la mañana. Si acaso, sí que es cierto que compran más» y cierta «calma tensa». En la tienda, con todo, hay algunos huecos en los lineales: el aceite de oliva virgen extra más barato, algún tipo de pañal y alguna marca de leche desnatada». Rubio vaticina que «el lunes -por hoy- y el martes habrá más clientes, y el miércoles, si sigue la huelga, va a ser el peor día. Esperemos que antes de eso se tomen decisiones que tranquilicen a la gente».

En la cola de las cajas registradoras, lo mismo. Los clientes hablan sobre sus temores, en los que la covid ha sido completamente desbancada por la previsible inflación, la carestía, y un temor cerval a que la guerra no solo muestre sus efectos en el bolsillo, sino que se extienda fuera de Ucrania. Irene González, que tiene a su pareja, el militar Alan Espada, en la Europe Union Training Mission de Malí en la que participan los efectivos del Acuartelamiento Cabo Noval, pone el contrapunto: «Alan me cuenta que allí la pobreza es increíble, aunque la gente va al mercado y se surte de lo que hay cerca. Él y sus compañeros dan a veces parte de su comida a algunos niños. Eso sí que es otro mundo». En mayo, Alan estará de vuelta en casa. En el primer mundo.

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