La oficialidad, la negociación que naufragó antes de zarpar
Aunque la ruptura se escenificó hace apenas unos días, la exigencia de Foro en materia fiscal el pasado mes de octubre hizo inviable el acuerdo
Adrián Barbón asumió esta semana su «parte de responsabilidad» por el «fracaso colectivo» de no haber sido capaz de sumar los 27 votos necesarios para ... reformar el Estatuto de Autonomía que incluyera la oficialidad de las lenguas propias de la región, y trasladó el debate a las elecciones autonómicas que se celebrarán en 2023. El presidente del Principado y la Federación Socialista Asturiana (FSA) zanjaban así el asunto y acababan con cualquier hilo de esperanza que los partidarios de la oficialidad pudieran conservar después de que, en la última semana, las cuatro formaciones que participaban en la mesa de negociación se fueran levantando poco a poco de la misma, al tiempo que cada una de ellas construía su propio relato de los hechos para justificar su salida. Sin embargo, lo cierto es que esta mesa que se constituyó el pasado mes de octubre, después de que en septiembre el Gobierno de Barbón iniciara su primera ronda de contactos para abordar la reforma del Estatuto, nació ya sin vida. O, lo que es lo mismo, naufragó antes de zarpar.
Los pocos o muchos avances que se dieron en materia de oficialidad se remontan mucho más atrás, a octubre de 2017. Aquel mes la FSA introdujo en sus estatutos un apoyo decidido y explícito a la oficialidad que, hasta ese momento, solo reivindicaban Podemos e IU. Lo hizo coincidiendo con el relevo de Javier Fernández por Adrián Barbón, como un viraje histórico por parte de los socialistas, pero sin el convencimiento unánime dentro de la organización política. Los socialistas acataron el acuerdo adoptado, pero la oficialidad siempre despertó fuertes recelos dentro del propio partido. Pese a ello, el bloque PSOE-Podemos-IU, partidarios de la oficialidad, sumaron 26 escaños en las elecciones de 2019 y Foro, que había simpatizado con la oficialidad desde su constitución, «siempre que exista un amplio consenso», apostillaba a modo de matiz, se convirtió en la llave. Nunca antes desde la aprobación del Estatuto de Autonomía hace ahora 40 años se vio la oficialidad tan cerca, lo que hizo generar cierta expectativa entre los círculos asturianistas.
Los decretos leyes y la capitalidad de Oviedo, también tendrán que esperar
La decisión del Gobierno regional de fijar la oficialidad como punto clave e imprescindible de la reforma del Estatuto de Autonomía, y el fracaso de las negociaciones con las formaciones dispuestas a avanzar en esa línea, deja a expensas de lo que ocurra en la próxima legislatura no solo la propia oficialidad, sino el resto de los puntos que se pretendían abordar en esta actualización de la norma regional. Cuestiones como el reconocimiento expreso de la ciudad de Oviedo como capital de la comunidad autónoma y sede de la Junta General, o la posibilidad de que el presidente del Gobierno pueda disolver anticipadamente laJunta, sin que eso suponga que las elecciones tengan que celebrarse con carácter obligatorio en el mes de mayo de cada cuatro años, se quedaron también en el tintero ante la falta de acuerdo político.
El Principado pretendía, además, incorporar nuevas competencias en el marco del Estatuto de Autonomía tomando como referencia la nueva generación de estatutos y las competencias asumidas en ellos. Y, entre las aspiraciones del equipo de Adrián Barbón que también tendrán que esperar, estaba introducir la posibilidad de que el Consejo de Gobierno pudiera aprobar disposiciones con rango de ley, supeditadas a la posterior convalidación parlamentaria, para afrontar problemas que no pueden tratarse adecuadamente mediante decisiones administrativas o reglamentarias y que requieren una intervención urgente, como se puso de manifiesto
Durante la primera mitad de la legislatura Barbón no quiso dar nada por hecho y las negociaciones con Foro se llevaron con máxima discreción. Unos contactos, además, que a punto estuvieron de saltar por los aires cuando, el entonces secretario general de Podemos, Daniel Ripa, presentó en septiembre de 2020 de forma unilateral y en rueda de prensa una propuesta para la creación de un grupo de trabajo parlamentario para abordar la reforma del Estatuto. Aquel gesto provocó una fuerte crisis dentro de la misma organización política y el entonces líder fue tildado de «miserable» por parte del ahora portavoz, Rafael Palacios, quien le acusó de tratar de «sacar ventaja y protagonismo» de una reforma que, decía Palacios en aquel momento, debe hacerse desde el «consenso, el diálogo y la negociación». Era un tema delicado y había que medir bien los pasos. Fue en junio de 2021 cuando Foro, en un intento de romper con su pasado vinculado a Francisco Álvarez-Cascos, se refundó y comenzó a respaldar ya sin matices el asturiano. La maquinaria empezaba entonces a funcionar y en septiembre de aquel mismo año Adrián Barbón abría el melón de la reforma del Estatuto de Autonomía con una primera ronda de contactos con los diferentes grupos parlamentarios –salvo Vox– en la que se planteó la oficialidad como uno de los puntos claves, lo que hizo que PP y Ciudadanos se bajaran del tren en marcha.
Un tren que, si bien se trató durante meses de mantener en la vía, o al menos hacer creer que lo estaba, descarriló el día en el que Foro acudió al Debate de Orientación Política para poner sobre la mesa las condiciones de su único, pero imprescindible, voto. Impuso la mayoría reforzada para aprobar la futura ley de uso del asturiano, que se aceptó a regañadientes, y una seria de rebajas fiscales por las que los partidos de la izquierda no estaban dispuestos a pasar. La mesa de negociación no se había constituido, pero su muerte ya estaba anunciada. La postura de Foro no resultó un órdago, como se pudo pensar durante algún tiempo, y al resto de las fuerzas lo único que les quedó fue construir su propio relato para que, lo que ya era entonces un «fracaso colectivo», como Barbón reconoce ahora, les salpicara lo menos posible. No en vano, el debate marcará la próxima campaña electoral.
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