«El autobús iba despacio y frenó al cruzarse con otro vehículo. El pavimento cedió y dimos dos vueltas de campana»
Los viajeros que iban en el autobús que se despeñó en la subida a los Lagos de Covadonga son conscientes de que es «un milagro» que no haya fallecidos, aunque coinciden en que lo sucedido se les va a «quedar grabado siempre»
«Ha sido terrible. Es lo único que podemos decir. Terrible». A los heridos más leves, que recibieron el alta médica al poco tiempo de ingresar en el hospital de Arriondas, no les salía la voz del cuerpo. Los cortes, contusiones y vendajes son sólo las secuelas visibles de una experiencia a la que «todavía lo damos crédito».
Por lo sucedido, pero también porque «ha sido un milagro que no pasase algo más gordo». Jon Gómez, un joven vasco que hacía el trayecto a los Lagos con su novia, explicaba a la salida del hospital que «el autobús iba despacio y frenó al cruzarse con otro vehículo», de tal forma que «le quedó una rueda fuera de la carretera». El pavimento cedió y «dimos dos vueltas de campana». A partir de ese momento, «todo eran gritos. Es que en el autobús iban niños, incluso bebés. Muy fuerte», contaba Jon, a la espera de que su novia, con heridas en el fémur y la frente, recibiese el alta.
«En cuanto la rueda quedó fuera y el autobús empezó a inclinarse hacia un lado, la gente ya empezó a ponerse muy nerviosa. Ya se veía venir lo que pasó y yo pensé que lo único que que ya podíamos hacer era rezar», comentaba Jenifer Calleja, cuya primera visita a Asturias «me va a quedar grabada para siempre».
Se encuentra de vacaciones en la región a junto a su novio, Víctor Rubio. Mañana iba a hacer el descenso del Sella en canoa, pero «se nos han quitado las ganas». Aun cuando están convencidos de que «hemos tenido mucha suerte, porque es un milagro que no tengamos que lamentar males mayores».
En el caso de esta pareja de Guadalajara, del accidente salieron con cortes y heridas en brazos y muslos, a los que apenas daban importancia, después de todo lo vivido: «Yo salí disparada y Víctor tuvo que salir por una ventana que rompieron en la parte trasera. Hasta que no nos encontramos y vimos que estábamos bien, uff».
Al hospital de Arriondas fueron derivados la mayor parte de los heridos. En algunos casos, familias enteras, con niños pequeños que llevaban el susto en la cara y el brazo en cabestrillo. A las cinco de la tarde, llegaba la última ambulancia desde Los Lagos, con una mujer y su hija, cuyo estado era leve. «Mira que ayer íbamos a subir a Los Lagos y nos dijeron que no hacía buen tiempo, así que lo pospusimos para hoy… Con lo que pasó, no vamos a subir nunca jamás», sentenciaba un matrimonio de Extremadura al salir de Arriondas en dirección a su hotel. «Pero nunca».