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Manuel Mijares y Mila Galguera, en una imagen de archivo Hotel Migal
Hotel-Restaurante Migal

55 años desde que Manuel se trajo México a Cué

El Hotel-Restaurante Migal cumple ya más de medio siglo y para celebrarlo organizan una fiesta que incluye picoteo, juegos, sorpresas y fuegos artificiales

Chelo Tuya

Gijón

Miércoles, 24 de julio 2024, 11:19

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Hace 55 años, Cué tenía, como ahora, pocos habitantes, mucha ganadería, mucha belleza, pero esta parroquia llanisca no tenía ningún hotel abierto. Hasta que Manuel Mijares volvió de México. Se había ido cuatro años antes a Veracruz, en busca de una oportunidad laboral que aquí no encontraba. En Cué, la vida que le esperaba era la tradicional: cuidar ovejas en el monte y no tener más conocimientos que los de leer y escribir. Pero, tras cuatro años descubriendo lo que el turismo ofrecía para los mexicanos, decidió que Cué sería, también, un polo turístico.

No pocos le llamaron loco. Casi todos, en realidad. ¿Un hotel en una parroquia minúscula del oriente asturiano? ¿Quién va a venir?, le decían. Todos menos una. Mila Galguera, la novia que se había echado antes de marchar. Una novia con la que mantuvo correspondencia mensual desde su marcha. Una novia con la que pensó, incluso, casarse por poderes, hasta que decidió que mejor en Cué que en Veracruz.

Y ambos pusieron en marcha el Hotel-Restaurante Migal, en el que fusionaron, como hicieron con sus vidas, sus apellidos. Mijares y Galguera. El mismo hotel que el 25 de julio de 2024 cumple 55 años. Y para ello, la segunda generación Mijares-Galguera, formada por Guía, al frente del hotel; Mila, en la cocina, y Manuel, que lleva la sidrería, organizan una fiesta que incluye picoteo, juegos, sorpresas y fuegos artificiales. Una fiesta a la que están invitados todos los vecinos de Cué y a la que asistirá el presidente de Otea, José Luis Álvarez Almeida.

Manuel y Mila vivieron siempre, recuerda Guía, «para trabajar. Mi madre tenía, además, una de esas tiendas que vende de todo. Cuando cerraba, iba para el hotel». Uno que fue casa también para sus tres hijos. «Cuando era pequeña, me ponían una caja de refrescos para que me subiera a ella y pudiera preparar cafés», y en la que no solo las vistas, tanto al mar como a la montaña, fueron su polo de atracción. La comida, «la de las guisanderas, la que se hacía en casa» hizo que las patatas rellenas, las albóndigas o la ensaladilla fueran santo y seña de Migal.

No estarán en esta fiesta los homenajeados. Al menos, físicamente. A Manuel le falló el corazón en 1995, en pleno mes de junio y con el hotel lleno. «Funeral y a seguir trabajando», se emociona Guía. A Mila se le acabaron las fuerzas en mayo del año pasado. Su presencia sentimental está garantizada. No solo por los vecinos, clientes y familia. Si no, también, porque la tercera generación del Hotel Restaurante Migal ya está en marcha.

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