La reivindicación de una ganadera asturiana: «¿Dónde está el dueño?, me preguntaban. La dueña soy yo»
La ganadera tinetense María Ángeles Díez, con dos ganaderías de vacuno y porcino en Ordial de la Barca, reivindica el papel de la mujer como emprendedora en el mundo rural
Europa Press
Madrid / Oviedo
Sábado, 12 de octubre 2024, 15:08
«Al principio me tuve que imponer porque la gente llegaba a la granja y, al verme, me preguntaba ¿dónde está el dueño? Y yo decía: '¿cómo que dónde está el dueño? La dueña soy yo'», explica María Ángeles, ganadera de Ordial de la Barca (Asturias).
Así rememora María Ángeles Díez (El Pedregal, Tineo, 1963) sus inicios en la cría de ganado vacuno y porcino, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Rural, este 15 de octubre. Esta ganadera asturiana participó la pasada semana en el acto 'El rol de las #MujeresRurales' de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA), que atiende a tres millones de emprendedores en situación de pobreza, 1,7 millones mujeres, de las que un tercio de ellas vive en zonas rurales.
Junto a la agricultora chilena Verónica Contreras, compartió los retos y dificultades que tienen las mujeres rurales en España y en América Latina. María Ángeles vive en Ordial de la Barca desde hace más de dos décadas. De tradición familiar ganadera, al principio, no quiso dedicarse al campo y estudió un módulo de grado medio de Administración y trabajó como administrativa durante siete años.
Fue la maternidad y la imposibilidad de conciliar su vida personal y profesional lo que le empujó al mundo de la ganadería, que le daba la oportunidad de organizar su tiempo sin renunciar al cuidado de su hija.
Según su testimonio, recogido por Europa Press, María Ángeles arrancó con una granja de cerdas madres y después de que su padre enfermara hace nueve años, se hizo cargo de su explotación de vacas asturianas de los valles. En la actualidad, dirige ambas ganaderías, junto a su marido.
Para María Ángeles, la ganadería en España es todavía una actividad masculinizada. Aunque reconoce y celebra que tanto el sector, como la sociedad en su conjunto están cambiando, cree que queda mucho por hacer para acabar con las desigualdades.
Entre los obstáculos que enfrenta cada día, la ganadera asturiana destaca la brecha digital, la conectividad, la falta de financiación y de ayudas. Por ello, le cuesta animar a las más jóvenes a que emprendan en las zonas rurales. Forma parte de la Confederación de Federaciones y Asociaciones de Familias y Mujeres del Medio Rural (AFAMMER).
Compañeras a más de 10.000 kilómetros
Más de 10.000 kilómetros separan la aldea asturiana de Ordial de la Barca donde María Ángeles cría sus cerdos y vacas, de la plantación de aguacates de Verónica en el valle chileno de Limarí. Pese a la enorme distancia, las dos emprendedoras rurales tienen experiencias, necesidades y problemáticas comunes. Ambas las han compartido en un acto organizado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Fundación Microfinanzas BBVA, celebrado en Madrid con motivo del Día Internacional de la mujer rural.
Las mujeres rurales representan un tercio de la población del planeta y el 43% de la mano de obra agrícola, según ONU Mujeres. Sin embargo, menos del 15% de los propietarios de tierras en todo el mundo son mujeres, tal y como señala Naciones Unidas. Una desigualdad que también se da en el sector primario español que sigue siendo principalmente masculino: la mayor parte de los empresarios rurales son hombres, un 68% frente a un 32% de mujeres (Ministerio de Agricultura y Pesca).
María Ángeles es una de esas pioneras que ha roto estereotipos y se ha enfrentado a la incredulidad de quienes se acercan a su granja a comprar animales y le preguntan por el dueño: «La dueña soy yo», dice con orgullo y determinación. Verónica también sufrió la desigualdad en Chile: «Iba a pedir financiación y me decían que como yo era una mujer y no tenía contrato de trabajo no podían darme un crédito». Pero este y otros obstáculos no hicieron que Verónica abandonara su sueño de emprender.
Contactó con otras mujeres rurales y juntas formaron el primer banco comunal rural de su zona gracias al apoyo de Fondo Esperanza, entidad chilena de la Fundación Microfinanzas BBVA. Cada una de las mujeres solicitó un crédito individual y avala a las demás. Después se reúnen periódicamente con una asesora para revisar los pagos, recibir capacitación y fortalecer sus redes de apoyo y su confianza.
Gracias a esta oportunidad, Veronica es dueña de una plantación de alcachofas y aguacates. Un trabajo que le permite conciliar su vida familiar y profesional. Algo que también tiene en común con María Ángeles, que puso en marcha su propia granja porcina hace más de 20 años para poder autogestionar su tiempo y atender a sus hijos. Las dos reconocen que se han producido avances en la igualdad de género en su sector aunque aún quede mucho camino por recorrer. El informe La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) les da la razón y estima que la igualdad de género en la Agricultura eliminaría el hambre de 45 millones de personas. Un dato que refleja el potencial de las mujeres rurales para impulsar el desarrollo agrícola, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. Sus voces, como ha señalado Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR), deben ser escuchadas: «Las mujeres somos la llave para lograr la sostenibilidad del sector agrario y del mundo rural. Se ha de oír nuestra voz participando en igualdad por la justicia social, para la protección ambiental y para el progreso económico».
«La naturaleza me mantiene joven y libre»
La chilena Verónica Contreras también procede de una familia de agricultores y sus primeros recuerdos los construye entre lechugas y nadando en el río. «Mi vida siempre ha girado en torno a la naturaleza. Eso me mantiene joven y me permite ser libre», confiesa la agricultura que cultiva aguacates y alcachofas.
Como hiciera su madre, durante muchos años trabajó como temporera para empresas exportadoras hasta que decidió emprender y adquirió su propia plantación para poder conciliar y atender a sus hijos pequeños. Fue entonces cuando conoció a Fondo Esperanza, entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA, y se animó a crear el primer banco comunal de su zona, al que ha llamado Las Socias Renacen al Futuro.
«El emprendimiento les permitirá llevar una nueva vida, crear y aportar a la economía del hogar. Cultivar la tierra es renacer. Los jóvenes emprendedores que se incorporan al banco comunal nos hacen renacer con miras al futuro», indica Verónica, quien anima a las mujeres jóvenes rurales a emprender.
Adriana Lucía Longos tiene 26 años y vive en Timbío, un municipio del departamento del Cauca (Colombia). Esta joven estudió administración de empresas agropecuarias y realizó un curso sobre café y cómo preparar bebidas a base de este producto. Junto a sus abuelos, tiene una finca donde cultivan y recolectan el café, y se encargan del empaquetado para su tienda Tintos del Campo, la primera tienda rural de su zona.
«Somos el resultado de que los sueños sí se pueden cumplir», asegura Adriana Lucía, que tuvo que cerrar su primera tienda tras la pandemia y ha padecido situaciones de amenazas por parte de grupos armados de su municipio. Pese a todo, continúa «construyendo e innovando para implementar nuevos procesos de calidad en la producción» y quiere formar a jóvenes en el trabajo de la trilla y tostado del grano, para que puedan encontrar una salida profesional en el mundo del café.
En activo a los 75 años
En la localidad peruana de Pedregal, en Arequipa, vive Carmen Soto. Esta agricultora, de 75 años, produce maíz para el consumo de su ganado. Junto a su marido, quiso compaginar el cultivo con la ganadería y empezó con la cría de toros y vacas lecheras, pero la falta de forraje le obligó a abandonar el proyecto.
Tras perder una cosecha de patatas, Carmen buscó apoyo financiero y acudió a Financiera Confianza, entidad peruana de la Fundación Microfinanzas BBVA. Con el préstamo, volvió a sembrar, esta vez quinua, con resultados modestos porque este tipo de cultivo requiere de muchos recursos.
No obstante, esta mujer no se rindió y volvió a la siembra de maíz para alimentar a su ganado. Con el forraje que obtienen del maíz, alimentan a sus animales, y con la venta del ganado obtienen la ganancia suficiente para pagar sus créditos y seguir invirtiendo en su producción. Han pasado de tener 20 cabezas de ganado a 40.
«Nuestro negocio está creciendo. Estoy feliz de trabajar en la tierra. Hay trabajo, pero son muchas horas. En la agricultura no tenemos horarios ni feriados, todos los días son iguales, no hay descanso. Sin embargo, el campo nos da libertad y satisfacción», afirma.
A otras mujeres que buscan progresar y mejorar su calidad de vida, Carmen les aconseja que «se eduquen en la agricultura». «Es cansado, pero es seguro y propio. Que sean fuertes y valientes y que no esperen solo a recibir la ayuda de sus parejas», recomienda.