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C. M. D., que prefiere aparecer con iniciales para evitar interferencias en una decisión que sólo conocen los más cercanos, en la salita del piso donde reside en Oviedo. Pablo Nosti

«Lo mío no es vida, por eso pedí la eutanasia»

Sufrimiento continuo. En año y medio, 35 asturianos han tramitado la prestación de ayuda para morir. C. M. D. relata las dolorosas razones de una decisión como esta

Lunes, 11 de septiembre 2023, 01:18

Por qué una persona que declara haber sido «muy feliz» decide un día acogerse a la ley de la eutanasia? ¿Por qué alguien que tiene ... dos hijos a los que quiere con locura ve en la muerte una solución? ¿Por qué decir «hasta aquí hemos llegado» cuando tu marido, tu compañero de vida desde hace sesenta años, «rompió el molde», por «lo bueno» y lo mucho que siempre te ha cuidado? «Pues porque ya no puedo más. Es que no puedo más», responde C. M. D. con rotundidad y, sobre todo, con desesperación.

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Estas siglas corresponden a una mujer de 79 años, que ya es bisabuela, y acumula un historial clínico que impresiona, por las imnumerables patologías que arrastra, entre ellas, un dolor generalizado y crónico que se ha vuelto insufrible. «Así no se puede vivir», insiste una y otra vez durante su conversación con EL COMERCIO. Recibe a este periódico en la salita de su piso de Oviedo, tapada con una manta gruesa de invierno, aunque estos días el calor en Asturias es sofocante. «Y hasta hace un momento tenía puesto el brasero para calentar los pies», comenta.

El dolor permanente y este frío que siente son dos de las muchas, muchísimas, consecuencias del deterioro físico que ha llevado a C. M. D. a solicitar la prestación de ayuda sanitaria para morir, prevista en la ley orgánica que, en marzo de 2021, legalizaba la eutanasia en España. Si comparte su situación es para dar a conocer el sufrimiento que hay detrás de una decisión como ésta y «la necesidad de que los trámites se agilicen lo más posible».

C. M. D. inició el procedimiento administrativo en septiembre de 2022, presentando la correspondiente solicitud y los documentos que se le requerían: testamento vital (documento en el que una persona deja constancia por escrito de los cuidados o tratamientos que desea recibir en caso de enfermedad terminal o accidente incapacitante), certificado de empadronamiento y DNI. Muy pocas personas saben que ha dado este paso. Por eso, prefiere dar su testimonio sin revelar su identidad, aportando sólo las iniciales de su nombre y apellidos, para evitar así las interferencias y opiniones ajenas sobre «algo tan personal» y «tan meditado».

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Su marido la arropa: «Es su voluntad y hay que respetarla. Los médicos no la pueden curar ni encuentran un tratamiento. Qué ganan viéndola sufrir de esta manera». Lo dice con lágrimas en los ojos, porque él preferiría no llegar a este extremo. Pero «respeta mi decisión y estará conmigo hasta el último minuto», señala C. M. D., también emocionada. Es difícil no romperse ante unas circunstancias tan adversas, que este matrimonio afronta con gran determinación y cariño mutuo.

Procedimiento

  • Quién. Pueden solicitar la eutanasia todas aquellas personas que sean mayores de edad, tengan la nacionalidad española o la residencia legal en España y sufran una enfermedad incurable e imposibilitante, con un sufrimiento físico y psíquico constante y sin alivio.

  • Cómo. Se ha de presentar una solicitud acompañada de testamento vital y certificado de empadronamiento. Un 'médico responsabe' iniciará un proceso deliberativo con el paciente sobre su diagnóstico y sus posibilidades terapéuticas. Intevendrá también un 'médico consultor', que evaluará la historia clínica del solicitante.

  • Opciones. En caso de que el informe sea favorable, se ofrecerá al paciente dos opciones de muerte asistida, que podrá llevarse a cabo en el domicilio o en un centro sanitario.

Ambos lloran y se emocionan en varios momentos de la conversación. Por lo que está por venir -en caso de que las autoridades aprueben la solicitud de eutanasia- y por lo que han pasado ya, que es mucho y muy duro. C. M. B. lleva conviviendo desde los 13 años con epilepsias «muy fuertes», que le ocasionan pérdidas de consciencia y caidas constantes, que la han ido debilitando a lo largo del tiempo. Y ese es sólo el principio de una historia clínica en la que figuran «veintipico» cirugías.

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«Algunas tan graves como cuando me sacaron del intestino un cuerpo extraño del tamaño de una mandarina. El informe médico lo pone así, tal cual», explica esta mujer de salud delicada, que, a base de encadenar padecimientos, se encuentra ahora en una situación límite. Sufre de «intestino tortuoso», porque «nací con una vuelta más de lo normal» y, de hecho, «tuvieron que cortarme 40 centímetros». En realidad, «llevo tantas operaciones e ingresos hospitalarios, que ya sólo falta ponerme una cama en el HUCA».

Además de epilepsia y problemas digestivos, C. M. D. padece síndrome de Sjögren, trastorno crónico que ocurre cuando el sistema inmunitario ataca a las glándulas que aportan humedad al cuerpo. Y gammapatía monoclonal de significado incierto, afección que genera proteína anormal en la sangre, pudiendo provocar sarpullidos y problemas nerviosos. Y cefalea crónica. Y fibromialgia, que se caracteriza por el dolor musculoesquelético generalizado. Y alteraciones inflamatorias en las arterias y venas (arteriopatía isquémica). Y varices esofágicas. Y quistes en el riñón. Y anemia...

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17 años sin apenas salir

«Necesité transfusiones de sangre varias veces. Ya para rematar, en una de esas transfusiones cogí la hepatitis C», cuenta. Este calvario ha minado hasta tal punto su salud que, hoy por hoy, apenas puede moverse y, cuando lo hace en ocasiones puntuales, necesita la ayuda de dos muletas y de su familia. Pasa los días del sofá a la cama y de la cama al sofá, lidiando con unos «dolores tremendos». Así, desde hace diecisiete años: «Yo, que era una mujer de ir a pasear todos los días y de joven recorrí Europa dos veces, no soy capaz ni de salir de casa».

35 personas solicitaron

la eutanasia en Asturias hasta diciembre de 2022

16 solicitantes fallecieron

antes de que finalizase la tramitación del proceso

1.000 solicitudes presentadas

en toda España, de las cuales fueron aprobadas 370

La propia Administración le reconoce «una dependencia grave», que «me ha dejado sin fuerzas» a nivel físico y anímico. «Esto no es vida», remarca C. M. D. Las enfermedades la tienen consumida, con apenas 43 kilos, cuando llegó a pesar 90. Siente tanta fatiga que no le sale la voz del cuerpo; se podría decir que, en lugar de hablar, susurra. «Estoy cansada de luchar, de este sufrimiento continuo», afirma. Por si fuera poco, ha generado intolerancia a algunos medicamentos, lo que restringe el campo de actuación de los especialistas.

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«Llegué a tomar 21 pastillas diarias, además de parches de morfina contra el dolor. De tanta medicación, ahora tengo intolerancia y los médicos no ven la forma de quitarme el dolor y las molestias intestinales», explica. Ilustra su relato con fotos personales que muestran algunas de las lesiones que ha sufrido durante sus ataques epilépticos; los sarpullidos severos en la piel; o la hinchazón descomunal que presenta su abdomen cuando le sobrevienen las crisis intestinales. También aporta los informes médicos que constatan «esta mala salud que me está haciendo imposible la vida, a mi y a mi familia».

Piensa mucho en su familia, en «lo difícil que es estar en su lugar». Y en «todo lo que dejo atrás» al solicitar la eutanasia. Pero es «algo que tenía que hacer, porque lo mío no es vida. Espero que aprueben mi solicitud y que lo hagan pronto», asevera C. M. D. En un año y medio, 35 personas han pedido en Asturias la prestación de ayuda sanitaria para morir. La recibieron 14, y 16 fallecieron antes de que finalizara la tramitación de un proceso que suscita gran controversia y ante el que muchos médicos se declaran objetores de conciencia.

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«Soy consciente de que pueden denegarme la eutanasia. ¿Es que no estoy sufriendo lo suficiente? ¿Cuánto más tengo que sufrir?», plantea. Y concluye: «Soy una persona religiosa, creyente. Siempre dije que quería ser longeva, como mi madre, que murió a los 94 años. Pero ella, siempre se valió por sí misma, hasta el final. No estamos hablando de morir por morir. Estamos hablando de que así, en estas condiciones, no puedo ni quiero vivir». Poco más se puede añadir.

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