«Si queremos turistas hay que abrir»
Apenas una docena de tiendas levantaron sus persianas para atender a los cruceristas del 'Boudicca'
J. F. GALÁN
Lunes, 13 de abril 2015, 00:30
No fueron muchas las tiendas que respondieron a la llamada de la Unión de Comerciantes y de la Cámara de Comercio de Avilés. Apenas una docena abrieron ayer domingo sus puertas con ánimo de redondear la semana, brindar a los pasajeros del 'Boudicca' la oportunidad de llevarse un buen recuerdo en forma de souvenir y presentar Avilés como una ciudad abierta en el sentido más literal de la palabra, capaz de ofrecer todo lo que un turista espera encontrar. Y además de un casco histórico atractivo y cuidado, el concepto incluye una completa oferta comercial.
Dada la temprana hora del desembarco, los cruceristas dedicaron las primeras horas de la mañana a recorrer, plano en mano, el casco histórico de la ciudad que se les abría ante sus ojos nada más dejar atrás el Niemeyer. Las iglesias de Sabugo, San Nicolás y San Antonio de Padua, el Palacio del Camposagrado, las calles de la Ferrería, Galiana, Rivero y las del barrio de Sabugo, sobremanera la la plaza del Carbayo y a la iglesia vieja de Sabugo, fueron algunos de los motivos más fotografiados.
«Venimos a relajarnos, a ver el sol y a disfrutar de esta ciudad y de sus monumentos. Avilés es muy bonito», dijeron al unísono Steve Murray y Robert Carr mientras sus compañeros de visita inmortalizaban la imagen sedente de Carreño de Miranda que preside la plaza de Camposagrado. Tras completar el casco histórico los cruceristas ampliaron el recorrido al resto del centro urbano y comenzaron a centrar su atención en el sector servicios, ayer muy limitado.
Una de las tiendas que abrió fue La Flor del Agua, en la calle de La Fruta, muy concurrida durante toda la mañana. Margaret Ward salía con una bolsa en la mano y una sonrisa en el rostro. «Hay cosas de calidad hechas a mano y no, no me parece caro», manifestó. En el interior los propietarios, Natividad Furón y José Ramón Lobato, se mostraban satisfechos. «Hay bastante gente y además de mirar, compran», señalaron.
En Marsal, tienda de regalos y complementos sita en la calle de San Bernardo, Marta García y Salomé Fernández también levantaron la persiana. «Vienen a por regalos de última hora, como bolsos, pañuelos y otros detalles, más que nada para familiares». Ambas pusieron el dedo en la llaga. «Cuando abres algo vendes, pero lo más importante es ofrecer una buena imagen. Cuando vamos de vacaciones queremos ver vida, y una ciudad sin comercio es una ciudad fantasma. Si queremos que venga el turismo hay que abrir, aunque sea domingo», recomendaron.
Muy cerca está La Economía, establecimiento con solera que también ha adquirido la costumbre de abrir los días de crucero. Sus propietarias, las hermanas Margaret y Mercedes, son de la misma opinión. «Una ciudad sin tiendas es una ciudad sin vida. Hay que abrir, aunque en esta ocasión se nota que es la última escala del crucero, no la primera. Casi todos ya vienen con sus compras hechas, pero siempre queda algo para última hora».
La Colosal, en la calle de San Francisco, abrió a las nueve y media de la mañana y a tenor de sus palabras a Ana Marugán madrugar le salió rentable. «Empezaron a entrar en cuanto abrí, y sí, compraron. Más bebida que comida. Sidra, vino y sobre todo coñac y ginebra. Les gusta mucho, y supongo que en su país será mas caro. También se llevaron bastante miel. No me puedo quejar, para unas horas he vendido bastante».
Un poco más arriba está la expendeduría de tabaco número 5. Atienden Paula Fernández y Elena Tuñón, y siempre abren la mañana de los domingos. Ayer vendieron un poco más. «Sobre todo se llevan tabaco de liar, un marca concreta de cigarrillos y también cigarritos. Tampoco es que comprasen grandes cantidades, como mucho un cartón, pero todo lo que sea sumar es bienvenido», celebraron. La droguería Venus, las joyerías Delgado y Antonio o la tienda de recuerdos Todo Astur también figuran entre las que ayer se saltaron el descanso dominical. Casi todos dijeron que estuvo lejos de ser un día excepcional, pero que algo queda, y lamentaron que la estancia del barco fuese tan tempranera y breve.
Y en la hostelería, parecido. Las terrazas más céntricas tuvieron más gente de la habitual a primeras horas de un domingo de abril. «Les encanta la tortilla, la empanada, el café y sobre todo, el sol. Algunos hasta van moviendo la mesa según su recorrido», comentó satisfecho el propietario de Paco Menta. En el sector restauración la visita no se dejó sentir especialmente. Los británicos venían desayunados y se marcharon a la hora de comer.