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Ángel Garralda, en San Nicolás con uno de sus libros, 'La persecución del clero en Asturias'. MARIETA
Adiós a Don Ángel, el párroco que escribió la historia de San Nicolás

Adiós a Don Ángel, el párroco que escribió la historia de San Nicolás

Natural de Navarra, Garralda desempeñó una gran labor social a su llegada en 1957 a Avilés y se mantuvo siempre firm a sus creencias

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Viernes, 4 de marzo 2022, 00:46

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El sacerdote Ángel Garralda García (Güesa, Navarra, 1923), párroco emérito de la iglesia San Nicolás de Bari, falleció ayer en su domicilio de Avilés a los 98 años tras haber dejado una huella indeleble en la historia local. Su labor social al frente de la parroquia, la reconstrucción del templo en el que posteriormente fundó un colegio y su estudio de la historia local, que dejó plasmada en la publicación 'Avilés, su fe y sus obras' le han valido el reconocimiento de todos, a pesar incluso de que no comulgaran con su ideario político. Don Ángel, como se dirigía a él todo el mundo, fue un hombre de convicciones firmes, coherente, culto, trabajador y preocupado por los problemas de su entorno.

La capilla ardiente se abrirá hoy a las 12 horas en 'su' iglesia y mañana sábado se celebrará el funeral por su eterno descanso, a las cinco de la tarde.

Licenciado Filosofía, en Teología y en Derecho canónico, se ordenó sacerdote en 1949 y pidió ser trasladado a Asturias, de donde era oriunda su madre Basilica. El 21 de junio de 1957 llegó como cura regente a la iglesia de San Nicolás de Bari, cuyo titular, José María García Loredo, vivía en Madrid. Pronto, se convirtió en una figura imprescindible por decisiones como la de abrir la iglesia para que algunos de los cientos de trabajadores que llegaban desde toda España sin alojamiento, ni posibilidad de tenerlo porque la ciudad estaba desbordada, a trabajar a Ensidesa pudieran dormir, al menos, en un banco.

Se lo reconocían ayer el también sacerdote José Antonio Montoto, expárroco de Santo Tomás de Cantorbery, y Luis Rodríguez, presidente del Patronato de la Escuela de Artes y Oficios y que también lo fue de la Asociación de Familias del colegio parroquial de San Nicolás, obra de Garralda. «Fue revolucionario en el terreno social», destacó Montoto, quien aludió a la creación del grupo de Cáritas y a las iniciativas que puso en marcha relacionadas con la juventud como la misa de los sábados, a las nueve de la noche, de la que salió el grupo 'Neocontes'.

Cuando don Ángel llegó a Avilés solo existían dos parroquias, la de Santo Tomás y la San Nicolás, y la liturgia en la iglesia era en latín o, como él mismo llegó a decir, «de espaldas al pueblo». Con el Concilio Vaticano II las cosas cambiaron y fue cuando surgió la idea de fundar el colegio parroquial. Siempre defendió Garralda los derechos de la infancia, y más en una época en la que apenas había medios económicos para sacar adelante determinados proyectos. Fue el colegio de San Nicolás el primero de Asturias subvencionado al 100% desde 1972.

En su parroquia siempre generó mucha actividad pastoral con la Acción Católica, la Adoración Nocturna, los retiros del Opus Dei y de Lumen Dei, los cursillos de cristiandad y el sostenimiento de las cofradías de Semana Santa, pero sin duda su otra gran obra en la parroquia fue restauración y su ampliación que, según el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo ya jubilado y sacerdote Javier Fernández Conde, «cambió radicalmente la fisonomía de San Nicolás para bien». Mucho más tarde en el tiempo, también fue iniciativa suya la construcción de un columbario en la cripta.

Señala Javier que Garralda «era un navarro de arriba a abajo, de convicciones profundas». «Tenía acérrimos devotos y no sé si también acérrimos enemigos» por su defensa del franquismo. Apunta Montoto, que fue coadjutor con él cuando se ordenó en 1968, que había una relación personal entre las familias y eso le hizo ser siempre muy crítico «con las izquierdas». Sorprendentemente, como indica Fernández Conde, a quien dio clase de Historia de la Filosofía en el Seminario, «en aquella época era un cura moderno y abierto, incluso políticamente». Ya le gustaba escribir artículos en la prensa y, como demostró en toda su trayectoria posterior, no se amilanaba a la hora de expresar su opinión.

Sobre este particular recordaba ayer Luis Rodríguez, presidente de Artes y Oficios, que «gracias a él tenemos procesiones de Semana Santa en Avilés». «Siguió sacándola a la calle cuando la mayoría optó por no hacerlo porque había una corriente de anticlericalismo, me acuerdo de que rompían vasos de sidra en la calle de la Ferrería para que los penitentes se cortaran los pies», en los últimos años de los setenta, principios de los ochenta.

«Entrañable y excelente»

Todos ellos destacan que pese a la polémica que pudiera generar su figura, porque no solo fue el cura que ofició el funeral de Francisco Franco en Oviedo tras su muerte sino que siguió haciéndolo cada 20 de noviembre en la iglesia de San Nicolás, fue un hombre «entrañable, firme y cercano». «Una persona fenomenal», resume Juan Antonio Blanco, el primer diácono de Asturias. «Era excelente, fuera de serie, un cura de los pies a la cabeza. Me acuerdo que cuando le comenté que iba a ser diácono me animó y me dijo que lo iba a hacer muy bien», rememora el también padre de Juan José Blanco, arcipreste del Occidente.

El catedrático Javier Fernández Conde, que aún tiene parroquias en Candamo y Pravia, destaca que a pesar de estar en las antípodas de su pensamiento «siempre mantuvimos un trato cordial». «Él sabía que no comulgaba con sus ideas, pero abríamos un paréntesis con la política y hablábamos de cultura, historia y religiosidad» y continúa: «nos queríamos. Él leía mis artículos y me hacía siempre una crítica amable».

Fue Fernández Conde quien presentó la primera y la segunda edición de su libro 'Avilés, su fe y sus obras', una lectura imprescindible para todos aquellos interesados en la historia local. «Recuerdo que en la segunda edición, que salió con bastantes años de diferencia, incluyó un capítulo tremendo contra el gobierno socialista. Cuando lo leí yo ya me había comprometido para presentar el libro en el Ateneo Jovellanos de Gijón y no sabía qué hacer, así que opté por hablar cuarenta minutos para dejarle poco tiempo a él», se ríe el sacerdote mientras recuerda la anécdota. No sirvió de nada porque en cuanto Garralda tuvo la oportunidad de hablar «lo hizo precisamente de ese capítulo».

Gracias a esa faceta de investigador e historiador fue el primero en señalar la existencia del Castillo de Gauzón, algo que en su momento fue criticado y cuestionado, y también dibujó la almendra medieval de Avilés. En su libro de memorias 'Pasando página', en el que quiso dejar constancia, según sus propias palabras, «de las facilidades que encontré en tiempos de Franco y de las dificultades que tuve después, con el enorme cambio habido, con leyes anticristianas, el aborto, el divorcio libre, el caos pornográfico en el que vivimos, la droga», rescató también el asesinato de 193 sacerdotes asesinados durante la Guerra Civil.

Defendía que el dictador Francisco Franco había resuelto «el gran problema social de España» y que antes «el sindicato no consentía que un obrero quedara en la calle, a ver qué hacen hoy los sindicatos de clase». Y predicaba un perdón que fue la gran lección vital que le dio su madre, por eso era también muy crítico con iniciativas como la Ley de Memoria Histórica.

De todo ello escribía en la prensa local y lo defendía donde tuviera que hacerlo, incluso desde el púlpito. Estuvo al frente de San Nicolás hasta septiembre de 2011, año en que fue relevado por el actual párroco Alfonso López. Tenía Garralda 88 años y se negó a retirarse, como el resto de curas, en la casa que a tal fin tiene el Arzobispado en Oviedo. Quiso quedarse en Avilés y era habitual verlo conducir un vehículo para los que no hace falta sacar carnet de conducir hasta hace no muchos años.

Las condolencias por su fallecimiento se sucedieron. A pesar de que por su avanzada edad no sorprendió a nadie, compañeros sacerdotes, cofrades y fieles en general se hicieron eco de la magnitud de su figura y de su obra, que le sobrevive y le recordará en la que ciudad que convirtió en su hogar.

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