Amenazas e insultos obligan a una familia a mudarse de su casa
«Hemos llegado a un punto en el que me da miedo salir y coger el ascensor yo sola», afirma Carmen Gabarre, que denuncia acoso vecinal
EVA HERNÁNDEZ
AVILÉS.
Miércoles, 8 de diciembre 2021, 01:14
Insultos, amenazas, golpes en el techo... con eso llevan conviviendo Carmen Gabarre, Antonio Jiménez y sus cuatro hijos desde hace año y medio. Hasta el punto en el que han tomado la decisión de cambiarse de casa por el temor a sus vecinos. La situación se viene produciendo, según aseguran, desde el confinamiento, y a pesar del fin de las restricciones, la situación sigue siendo muy tensa y la relación, insostenible.
«Llevamos diecinueve años con esta vivienda que nos dio la Fundación San Martín y no hemos tenido problemas con nadie hasta el confinamiento», explica la afectada. Los problemas de la familia comenzaron durante este tiempo de encierro obligado cuando su vecina del segundo, viviendo ellos en el tercero, empezó a quejarse de ellos por la señal de wifi, explica. «Cuando comenzó el confinamiento, los profesores llamaron a los padres para proporcionarnos conexión a internet y aparatos tecnológicos para que los niños pudieran hacer las tareas, y debido a esta instalación, nuestra vecina decía que esto le quitaba la conexión de la tele y no la podía ver», a partir de este momento la retahíla de insultos «ha sido constante», asegura Carmen. Luego, sus vecinos les acusaban de «exceso de ruido».
En el conflicto, según relata, han intervenido tanto la Fundación San Martín como el Secretariado Gitano, al que «estamos muy agradecidos». «Vino un inspector de la fundación y les calmaron explicándoles a nuestros vecinos que era normal que hiciéramos ruido siendo seis personas», y asegura que incluso la fundación les incitó a «no dejar el piso por ellos», por el conflicto actual. Sin embargo, Carmen asegura que «si me voy no es porque me hayan echado como ella asegura, sino que lo hago por mis hijos».
Lo peor, como relata la afectada, lo peor es lo que afecta precisamente a sus hijos. «Una vecina los espera con la puerta arrimada y cuando los ve se pone a insultarlos, cuando ellos no se metieron con ella en ningún momento. Una vez uno de mis hijos bajó corriendo a picarme para que fuera a por él», rememora
A estos insultos que relata de su vecina, se unieron más tarde los de su marido. «Al principio él la calmaba, pero ahora también nos amenaza». No son solo palabras lo que dice haber vivido por parte de los residentes. Asegurando que «mi hija vivía en el edificio de la otra calle y la vio un par de veces picándome en mi micro y cuando yo contestaba para ver quién era no obtenía ninguna respuesta, solo un día me contestó porque la vieron». Además, «llamaba al ascensor para que se parara en el segundo en vez de en el tercero» y al mínimo ruido «golpean con un palo en el techo».
La última vez que la familia llamó a la Policía fue el pasado viernes. «Eran las seis y media de la tarde y estaba yo sola en la casa fregando y mi hijo jugando con un pequeño coche y se empezaron a quejar». En alguna ocasión, «las amenazas llegaron a un punto en el que me dio miedo salir y coger el ascensor yo sola porque les oí murmurando en el rellano».
Tras ver que la situación no ha mejorado, la única opción que ha encontrado la familia ha sido ceder y mudarse, algo que Gabarre considera «injusto», aunque agradece «a la Fundación San Martín el apoyo y al Secretariado Gitano que nos han ayudado a encontrar esta nueva casa», a pesar de que la falta de ascensor en la nueva vivienda «es una molestia para mi marido y alguno de mis hijos que sufren de asma».