Candi Coto
En Avilés fue entrenador de baloncesto, se fue a Benidorm a vender colgantes de piedras de playa y acabó creando la marca de moda Penelope
Cándido Coto (Avilés, 1955) puede presumir de una vida intensa en la que casi siempre ha seguido el camino que ha querido, aunque en ... alguna ocasión simplemente se ha dejado llevar por el sendero al que le conducían las circunstancias pero, eso sí, acompañado por la resiliencia que caracteriza a la ciudad que le vio nacer. Esa cabeza suya siempre pensando en algo nuevo que emprender ha conseguido que a sus setenta años, ya jubilado y tras una grave enfermedad, siga emanando vitalidad y ganas de descubrir nuevos 'mundos'.
Candi Coto podía haber tenido una vida muy distinta a la que tuvo si no hubiera pasado los primeros veranos de su infancia en Bayona, de donde era su madre. Allí descubrió los sanfermines. La ciudad francesa está hermanada desde 1960 con Pamplona, y allí comenzó a nacer su vocación como diseñador al ver a un joven vender colgantes de piedras en la calle.
En Avilés llevó la vida primero de un adolescente y luego de un joven de su época, estudiando y encaminándose con su titulación de Químicas para entrar en Ensidesa o en cualquier otra gran fábrica de la comarca. Desde los 17 años fue entrenador de baloncesto, Yolanda Mijares fue una de sus pupilas y siempre lo recuerda cuando evoca de dónde le viene su pasión por este deporte; y también dirigió la Sección Femenina de entonces.
Siendo un adolescente comenzó a organizar viajes con amigos y hasta ahora ha disfrutado de 35 fiestas de San Fermín
Antes, con sólo catorce años, ya quiso vivir en su piel los sanfermines, las vaquillas de Bayona no eran suficientemente emocionantes. Recuerda como si fuese hoy la torta que le pegó su padre cuando dijo que no quería ir a casa de las tías en Bayona, que quería ir a Pamplona ese verano. Evidentemente no le dejó, pero con su amigo inseparable, el de Llaranes, como le llama él, se fueron haciendo autoestop.
Al año siguiente ya consiguió el beneplácito familiar y comenzó a organizar viajes con más avilesinos. Siguió haciéndolo muchos años, y después llevó a su hijo. Han sido 35 años de carreras ante los toros y dormir en la calle. La enfermedad lo paró, pero espera poder recuperar esa vivencia en próximos años. Como en su primera experiencia en la capital navarra había visto a un francés vender colgantes de piedras, él, con su mente emprendedora, al volver a Avilés le faltó tiempo para comenzar a coger piedras para costear sus días disfrutando de los sanfermines al máximo vendiendo colgantes. Eligió un lugar complicado para ello, la cala Covallonga, en San Juan.
Los sanfermines han sido su momento de especial felicidad durante años, si bien, los de este año han traído a su memoria un momento triste, hace cincuenta años hubo uno de los entierros más trágicos y el lo vivió muy, muy de cerca, tanto que aparece en una de las imágenes que lo inmortalizaron.
Candi Coto, ya con su mujer, y su amigo inseparable, se fue a Benidorm con veinticuatro años, sabía que entrar en una fábrica no le haría feliz. Allí llegaron con sus collares y pulseras para vender en una ciudad que ya se abría al turismo internacional. Consiguieron autorización y fueron los primeros en explotar una terraza como tienda, ahora tan típicas, en los bajos del los edificios de la ciudad alicantina.
Luego llegó el momento de vender ropa traída de Francia, más tarde de China, ya no sólo en Benidorm, también en Madrid, por ejemplo,... y de ahí el salto a su propia marca con sus diseños, Penelope. Y así, su vida también ha estado ligada a la India, donde fue adoptado por una familia sij y donde también ha encontrado inspiración para sus diseños, y Bali, donde tiene una casa que le da la paz que necesita para poner en marcha nuevos proyectos.
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