Irene Vallejo: «Hay que hacer un reajuste histórico para incorporar a los personajes femeninos»
Avilés ·
La escritora presenta mañana en el Niemeyer la adaptación al cómic de su libro 'El infinito en un junco'. «Mientras escribía este libro pensaba que era el final de mi sueño de dedicarme a la literatura»Rosa Fuentes
Avilés
Miércoles, 22 de mayo 2024, 17:15
Cuatro meses de hospital donde permaneció tras el nacimiento de su hijo enfermo fueron el detonante para arrancar a escribir lo que ella pensaba que ... sería su último libro. Imaginaba estar al borde de un precipicio y, sin embargo, lo que la esperaba al otro lado era el gran sueño. Un ensayo la elevó a lo más alto. 'El infinito en un junco' se 'ha traducido' a cómic con el trabajo del ilustrador Tito Alba y mañana Irene Vallejo lo presenta en Avilés, en el Centro Niemeyer.
–¿Antes del gran libro, ya tenía carrera de escritora, por qué la eligió?
–La escritura me ha fascinado desde siempre. Escribía redacciones, relatos, empezaba novelas que nunca terminaba. En el colegio todos los ejercicios se me acababan convirtiendo en cuentos, hasta un dictado. En mi casa había muchos libros y una gran pasión por la literatura y el momento más feliz del día era cuando mis padres me contaban cuentos para dormir. Al ser hija única mis juegos consistían en inventar historias
–¿Y es necesaria la inspiración cuando se tiene esa genética literaria?
–No sé muy bien cómo definir la inspiración. Creo, sobre todo, en leer mucho, escribir y reescribir mucho más.
–¿Es un trabajo solitario y arduo?
–Solitario, sí, Arduo no lo es porque lo disfruto mucho. Tiene un gran nivel de exigencia, pero para mí las palabras siempre han sido una fuente de felicidad y encontrar una expresión exacta para algo que siento de manera difusa es una fuente de alegría, me hace muy feliz. Los ratos que pasé mientras escribía 'El Infinito en un junco' era los más parecido a un recreo o a una bocanada de aire fresco. Pasaba la mayor parte del día en el hospital y la escritura era el reencuentro con la imaginación, casi oxígeno vital.
–Qué tuvo que pasar para escribir un libro como éste?
–Tener la sensación de estar al borde del abismo porque pensé que era el final de mi sueño de dedicarme a la literatura. Llevaba una década intentando sobrevivir a partir de la escritura, pero en la trinchera, en ferias de libro, en clubes de lectura, en institutos, pero no de las grandes capitales sino del mundo rural. En los viajes te dabas cuenta de que habías gastado más dinero en gasolina que en los libros que habías vendido.
–¿Fue una despedida o un intento de hacer un broche final dorado?
–Mientras lo escribía, ni siquiera estaba segura de poder acabarlo, ni de tener las fuerzas para imprimir calidad. Era un intento terapéutico de seguir en pie y de reunir fuerzas para cuidar a mi hijo. Era una forma de huir de esa espiral en la que caes cuando estás en un hospital. El horizonte era muy oscuro, al principio, y después muy incierto.
–Desde este libro, llena recintos de todo el mundo y acumula grandes éxitos.
–Siempre me pregunto, vendrá gente hoy, porque cada vez es distinto y nunca sabes, pero siempre pongo el mismo entusiasmo.
–¿Dice que habla con los libros, que le cuentan?
–Eso tiene que ver con el hecho de que la literatura llegó a mi vida como cuentos orales y esa dimensión oral está muy presente, de hecho escucho los libros con la voz de mi madre, incluso como adulta esa voz suena en mi cabeza cuando leo. Después de escribir siempre leo en voz alta cada párrafo para ver cómo suena y que la música me diga si fluyen bien las frases. El libro contiene la oportunidad del diálogo, son libros como cajas de voz.
–¿Qué tiempo saca para leer?
–Soy de esas personas que siempre van con un libro, al supermercado, a buscar al niño al colegio o en una parada de autobús; sobre todo, es tiempo que robo al sueño.
–Ha demostrado que la mujer ocupa un lugar trascendental en la historia y que no siempre ha sido reconocida. ¿Hasta cuándo va a seguir ocurriendo así?
–Confío en los pequeños esfuerzos cotidianos, más que en las grandes revoluciones drásticas. Precisamente hay que rescatar que siempre hemos sido creativas y no somos unas recién llegadas. Me parece que hay que hacer un reajuste histórico para incorporar a los personajes femeninos. Así lo hemos intentado en el cómic. Hay muchos frentes en los que trabajar y el de la cultura es muy importante porque la imaginación es el primer lugar donde construimos el futuro.
–¿Hace uso de la literatura para reivindicar?
–'El infinito en un junco' se propone el objetivo de recuperar toda esa presencia de las mujeres y de reivindicar algo más difícil de precisar como es la aportación anónima u oral de las mujeres a lo largo de la historia. Me interesaba no hacer una monografía sino escribir un ensayo general donde ellas estuvieran incorporadas, no un monográfico. Sí se puede considerar que hay una reivindicación.
–Dice que 'la metáfora del hilo ha sobrevivido incluso a las tecnologías'. ¿Qué importancia tiene este hecho?
–Es muy interesante reparar en que la terminología de la creación literaria, del lenguaje y del discurso esté atravesada en todas las lenguas por esa metáfora del tejido y del telar. De hecho, textos y textiles comparten etimología y hay muchas expresiones referidas al lenguaje o al relato como 'perder el hilo, 'bordar un discurso', la trama, el nudo, el desenlace, son términos que remiten a la labor de la rueca, del tejido, tradicionalmente femenina. Mi hipótesis es que eso nos remonta a las mujeres reunidas en el hogar dedicadas a tejer y a la vez se cuentan historias unas a otras, como todavía se sigue haciendo.
–¿Es bueno o malo que los clubes de lectura sean solo de mujeres en su mayoría?
–Como en casi todas las manifestaciones culturales, museos, cines, en el ballet, en el teatro, hay una mayoría de mujeres, aunque eso no quiere decir que no haya hombres, que los hay. Quizás tiene que ver con haber estado mucho tiempo expulsadas y ahora que hemos conseguido una presencia lo valoramos más, o no sé si tiene que ver con algún otro aspecto sociológico.
–Dígame alguna palabra que les guste mucho.
–Una de las que más me gusta, aunque suene un poco vanidoso, es paz porque es mi nombre en griego, y es algo que aprecio en la vida, estar rodeada de paz y de sosiego, que también me gusta porque suena a un susurro. La palabra escribir, que parece que la última sílaba enlaza con vivir, 'escrivivir'. También comunidad, porque creo que mi trabajo es colectivo y hay alrededor muchas personas como traductores, editores o ilustradores.
–¿Qué sintió al ver una entrevista suya en japonés, en un periódico cuya tirada es de 8,5 millones de ejemplares diarios?
–(Risas) La verdad es que todavía lo contemplo todo con bastante perplejidad. Aún no me he recuperado del asombro y de la diferencia de las bajas expectativas con las que escribí este libro, pensando que interesaría a un puñado de personas, y lo que luego ha sucedido. Es especialmente hermoso porque demuestra que en todas partes hay ese hilo común del amor por las palabras, por el lenguaje, por la literatura, por la imaginación. Me parece asombroso y ya estoy preparando un viaje a China para el mes de agosto. Esto demuestra que los apocalípticos que ponían final a los libros estaban equivocados.
–¿Habrá más libros?
–Sí, sí, tengo ya un proyecto para el que estoy haciendo lecturas y tomando notas. Aunque los viajes para las promociones no me permiten dedicarme a fondo ya estoy deseando dedicarme al próximo libro. Ya lo siento dentro pero me falta la calma y la concentración.
–¿Qué le recomienda a las personas que no leen?
–Intento ser muy respetuosa con la gente que no le gusta leer, asumiendo que hay otras actividades maravillosas a las que dedicar el tiempo. Pero le desearía a todo el mundo que disfrutara los libros como lo hago yo, porque es una fuente de placer que puedes llevar siempre contigo y que es muy sencilla. Recomiendo la lectura en voz alta a los niños.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión