Jordi Cadellans

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Jordi Cadellans
El actor Jordi Cadellans se basó en una experiencia propia cuando era niño para escribir 'Here comes your man', una obra teatral codirigida ... junto a Raúl Tortosa que toma prestado el título de una canción del grupo Pixies, que sonará en el momento álgido de una función que aborda el acoso escolar y homofóbico. El domingo se representará en la Sala Off del Centro Niemeyer, en Avilés.
–Dice el primer ministro británico que quiere que la serie 'Adolescencia' se vea en los institutos. ¿Quién quiere o cree usted que debe ver 'Here comes your man'?
–Alguien que quiera ver algo entretenido, muy bien interpretado y, al mismo tiempo, alguien al que le pueda interesar o motivar uno de los grandes problemas sociales de los últimos años: el acoso escolar, en este caso homofóbico. La dramaturgia está abordando estos temas delicados.
–¿Ha estado invisibilizado?
–Sí y durante una época incluso se culpabilizaba a la persona acosada. «Algo habrás hecho, no te habrás comportado como es debido...», podías escuchar. Eso hizo que mucha gente se callara. Con el paso del tiempo, el tema se ha puesto encima de la mesa, pero sigue pasando y es un problema al que le faltan matices a la hora de abordarlo, perspectivas, narraciones, experiencias que salgan a la luz para depurar responsabilidades y que exista una voluntad de reparación. El acoso escolar es como microagresiones por ser como eres.
–¿Se supera alguna vez o vive siempre con uno?
–Yo sufrí durante ocho años acoso en la EGB y aquello marcó mi manera de ser y de relacionarme conmigo mismo, mis discursos internos. Sumado a que el mundo no estuvo a la altura. Se me señaló como responsable y culpable. ¿Cómo se repara eso? En mi caso, y aprovechando que soy actor, con esta función, en la que aprovechando una experiencia propia hago autoficción porque lo que se relata no tiene nada que ver con lo que me pasó a mí. Gracias a la obra, además me di cuenta de que mucha más gente lo había sufrido. En su primera temporada, en el Teatro Tarambana, en el público había una mayoría de tíos más o menos de mi edad. Los actores explican que siempre alguien se acerca a contarles su caso. Es un drama compartido, una catarsis para liberar la tensión y la angustia experimentada. Esta es la función del teatro.
–¿El perdón cura?
–No lo sé. Yo creo que depuro a través de la rabia. La rabia para mí es un motor creativo. Cojo el material más burdo y tóxico y lo intento convertir en oro. En ese proceso aparece el perdón, en la última fase. El perdón te ayudar a liberarte y a dejar atrás las cosas, pero yo sigo esperando una reparación.
–¿Cuánto es aceptable ceder o adaptarse para encajar?
–Es una cuestión de coraje personal. Somos todos distintos, aunque seamos iguales. Dependerá de nuestra fuerza interior. De mostrarnos tal como somos en el entramado y el marco mental en el que estamos metidos, con una masculinidad marcada de una manera determinada. Hay sociedades y entornos más tolerantes, pero es una responsabilidad íntima y personal.
–La sinopsis da a entender que es una obra incómoda de ver, pero usted la califica como entretenida.
–Son dos aspectos compatibles. A lo largo de la obra hay momentos y momentos. Consta de cinco escenas: las dos primeras despiertan muchas preguntas y no acabas de entender a los personajes. La tercera está hecha para desatascar y oxigenarte, puedes echar unas risas. En las dos finales se despliega la tragedia, pero la gente disfruta porque te has creado una imagen del personaje que no es la que muestra ahora. Tiene una estructura narrativa de la que soy muy fan. Siempre pienso que quien viene a ver la función es inteligente y me gusta provocar.
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