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La última satisfacción musical que recibió Julián Orbón (Avilés, 7 de agosto de 1925) de Asturias fue el 12 de mayo de 1991. Ese día, ... en el Teatro Campoamor de Oviedo, la recién formada Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias interpretó como primera obra del concierto inaugural de la OSPA, sus 'Tres preludios sinfónicos'.
Ocho días después, el compositor más profundamente hispanoamericano al unir las esencias de las dos orillas atlánticas, y el músico más universal de Asturias, falleció en Miami. Durante unos años, coincidiendo con la acertada gestión de Inmaculada Quintanal al frente de la OSPA, la música de Orbón se interpretaba frecuentemente en las temporadas de la orquesta. Con ello se respalda la recuperación del mejor patrimonio musical asturiano, a través de su compositor más preclaro.
La OSPA grabó, en Fonoatur y Naxos, un primer disco de Orbón, con Valdés en la dirección, y en el que se incluía, con el cuarteto formado por Leg, Vasiliev, Héctor Corpus y Atapín, maestros de la orquesta, el 'Concierto Grosso'. Y, de repente…silencio y olvido. Ayer, en La Casa de Cultura de Avilés, ese abandono se subsanó en parte, volviendo a sonar la música sinfónica de Julián Orbón, coincidiendo con el centenario de su nacimiento.
El 'Concerto Grosso', compuesto en 1958, es una obra crucial en la vida de Orbón. El título alude a la forma barroca caracterizada por la oposición entre un conjunto de solistas, en este caso el cuarteto y el horrible orquestal. En la obra se proyecta cierto desencanto de la reciente revolución cubana y se intuye el desarraigo que llevará al compositor al exilio.
El eco idealizado de las guajiras, cruzadas con variaciones del primer movimiento; la religiosidad interiorizada del tiempo lento y la cohesión circular en el que vuelven temas anteriores, conforman una obra profunda y expresiva. La versión del Cuarteto Quiroga y la OSPA fue, por parte del cuarteto con raíces avilesina excelente. Un cuarteto dialogante entre sus miembros y con la orquesta.
De los movimientos, el más intenso fue el segundo, con una delicada versión de una marcha procesional. Rítmicamente junto con la orquesta estuvo muy atinado, con muchas síncopas y con una proyección idealizada de los ritmos caribeños, especialmente en el último movimiento.
Antes de la obra de Orbón, la OSPA interpretó 'Blind Contours' (contornos ciegos) de Raquel García-Tomás. Una música que combina cierta aleatoriedad con algunas pautas de altura del sonido de timbre y de densidad. Incluso en una parte central culminante, hay pequeñas células melódicas en el viento que dan cierta cohesión. La obra es un empezar grave, un punto culminante en el centro para regresar al punto de inicio.
En la segunda parte se interpretó la 'Sinfonía 2' de Ives, una sinfonía que intenta sintetizar la forma sinfónica tradicional con la música popular americana. Nuno Coelho la definió en una breve presentación como un «caleidoscopio sonoro». Sin embargo, la obra se hace un tanto larga, descompensada, y aunque tiene momentos de brillantez, como el 'trompeterío' final, esa síntesis que intenta Ives no ha estado bien reflejada en esta versión, a veces algo cansina, de la OSPA.
El auditorio de la Casa de Cultura estaba a un 70% de su capacidad y el público aplaudió especialmente la obra de Orbón.
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