«Siempre me gustó andar entre tumbas, se aprende mucho»

El objetivo de la cámara la pilló posando junto a la tumba de su familia cuando tenía tres años. Esto puede haber influido, o no, pero el destino quiso que su especialidad fuera el arte funerario y que afronte el lúgubre aspecto de la muerte con entusiasmo. Carmen Bermejo (Oviedo 1967), doctora en Historia del Arte y profesora en la Universidad de Oviedo es todo conocimiento y hoy protagoniza una charla en el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS.

-¿Por qué se acercó al arte funerario?

-Mi directora de tesis me lo propuso y acepté porque la primera fotografía que conservo de pequeña es una en la que estoy apoyada en la tumba de mi familia. Estaba muy habituada a visitar los cementerios y la muerte no suponía un obstáculo, al contrario, siempre me gustó andar entre tumbas. El cementerio tiene muchísimas enseñanzas y mucha belleza vinculada al amor, a los afectos. Y en aquel momento había mucho que aportar desde el norte de España en este terreno y me pareció maravilloso.

-Sí que le apasiona.

-Cuando un ángel custodia una tumba, es la familia quien la protege también. No solamente es la religión, sino que hay un componente emocional muy fuerte que a veces no encontramos en la mayoría de los monumentos. Lo que hay en cada tumba es un familiar y la obra que representa es el afecto, el odio, la paz, la ausencia.

-¿En qué época aparecen en Asturias los primeros?

-Los contemporáneos a partir de 1787 y los más habituales en 1802. Avilés contaba con uno donde la antigua iglesia de Sabugo, que fue clausurado por estar en el centro y fue cuando se construyó el de La Carriona, en 1885.

-Ahora que prolifera la incineración, ¿es posible que estos lugares lleguen a desaparecer?

-Tienen varios problemas, claro. Uno es el del suelo, porque hay poco espacio, y el aumento de la incineración. Pero están aquellos que ofrecen recuperar antiguos enterramientos para depositar las cenizas, porque no necesariamente se tienen que tirar en la naturaleza, se pueden conservar. Y se están generando nuevos cementerios que tienen que ver con interpretaciones del paisaje, como ofrecer enterrar las cenizas y plantar un árbol, en espacios más naturales y menos dominados por la piedra o el mármol. Se vuelve al concepto inicial de la época ilustrada que era construir un paisaje dedicado a la memoria donde se podía transitar.

-¿Por qué el mármol como material?

-Se utilizaba como la piedra más valiosa y de mayor duración y así se interpretó, sobre todo en la etapa griega y romana. Luego se empezó a relacionar calidad con mármol. Viene de la idea de que es eterno y la tumba refiere a la eternidad porque se pretende que los familiares vayan al paraíso y vivan eternamente. Y es blanco porque es algo níveo, no corroe y no hace que te distraigas del aspecto interior que es lo que se debe tener cuando se visita un cementerio.

-Habrá visitado muchos. ¿Con cuál se queda?

-Por belleza, el de Génova y el Père-Lachaise de París. Por impronta, el de Venecia porque es una isla, la isla de los muertos.

-¿Qué tal se trata a los muertos en Avilés?

-Somos una generación con planteamientos culturales de la etapa de Franco y el culto que había entonces es muy distinto al de las nuevas generaciones. Creo que el culto a los muertos es el mismo que tenemos hacia la vida y parece que no queremos ver el paso de los años, así que es una relación muy fría. Yo soy partidaria de los rituales porque tienen algo de bienestar.

-Su trabajo también ha pasado por la decoración. En este sentido, ¿dónde reside el valor de un objeto?

-Existen unos valores estéticos que explican cómo el objeto atrapa la belleza y otros valores de comercio, es decir, objetos que no son bellos, pero tienen un valor porque están muy cotizados en el mercado. Depende del valor que le conceda, forma parte de la decoración o no. No necesariamente toda decoración es artística.

• Temas
• Arte
• Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS