Cambio climático en la costa asturiana
En el Atlántico, los flujos de calor y salinidad que regulan el clima de todo el planeta se debilitan peligrosamente
Hace mucho que el cambio climático dejó de ser una hipótesis, es una realidad aceptada en la comunidad científica que se acelera como consecuencia de la actividad humana. Más allá de la solidaridad generacional con las generaciones futuras, existen evidencias de cómo nos afecta a los que ya estamos aquí. Hace mucho que ya no «nieva como antes», o que no nieva en absoluto. Hace mucho que los veranos son más cálidos, pero ¿podemos medirlo? ¿Hay ya suficientes cambios en la costa de Asturias para que nos demos cuenta?
En el Atlántico, los flujos de calor y salinidad que regulan el clima de todo el planeta se debilitan peligrosamente. Existe una especie de cinta transportadora oceánica, esa corriente que mueve calor desde los trópicos hasta Europa, que podría detenerse en las próximas décadas si el deshielo polar continúa, provocando temperaturas extremas en el norte y patrones climáticos impredecibles que impactarían ecosistemas y economías.
Más cerca de casa, el mar Cantábrico nos alerta con sus propias señales. Los episodios de olas de calor marinas coinciden con transformaciones drásticas en comunidades intermareales, como los cambios en macroalgas que sostienen la biodiversidad de nuestra costa. Los efectos, aunque localizados, son reflejo de un problema global: la vulnerabilidad de los ecosistemas frente a un clima cada vez más extremo.
Pero no se trata solo de datos y modelos, la resiliencia de una economía rural que aún se sustenta con la pesca está en juego. El Cantábrico, al igual que el resto de los océanos, es un indicador de hasta dónde podemos llegar. Al final la tierra siempre sobrevive, somos nosotros, nuestro modo de vida y las especies con las que convivimos los que estamos más amenazados, para resolverlo solo tenemos que confiar en los datos y actuar en consecuencia.