Sociedad de la (des)información
Cada semana respondo consultas y dudas en redes sociales. Mi interacción con mi pequeña comunidad de 20000 personas no tendría nada de relevante si hablase de alguno de mis hobbies, pero mi divulgación en redes está basada en mi experiencia profesional: yo hablo de cáncer. ¿Que lleva a miles de personas a usar, desesperadamente, las redes sociales como buscador?
Mi respuesta más habitual es «esa pregunta debes planteársela a tu médico, nadie puede contestar a esto por TikTok». Pero soy consciente de que no todos los creadores de contenido sobre salud somos profesionales científicos o sanitarios. También soy consciente de que, por desgracia, muchos se dedican a rentabilizar económicamente la difusión de bulos. Esta semana leía una reflexión de la Dra. María Isabel Pascual en la que explicaba que «la mayoría de nosotros no dispone del tiempo ni los conocimientos necesarios para evaluar la veracidad de la información que consume a diario». Está incapacidad se traduce inevitablemente en la perpetuación de sesgos basados en falacias: ad hominem, o considerar la veracidad de algo en función de quien lo diga; de confirmación, cuando una información valida nuestras creencias previas; o el refuerzo social, considerando cierto algo solo porque la mayoría lo cree.
Estamos infoxicados, intoxicados con un flujo de información demasiado caudaloso y un tiempo de atención demasiado corto para procesar o discernir lo que es cierto, permitiendo que los charlatanes rentabilicen la ignorancia. Sin pensamiento crítico, tiempo y conocimientos básicos aprender se vuelve una tarea casi imposible. En este contexto el foro contra las campañas de desinformación recopilo 125 términos relevantes. Mi favorito es el pseudoecpxcepticismo, utilizado por negacionistas que se disfrazan de escépticos, que nada tiene que ver con la filosofía o la ciencia y que es, en realidad, el ingrediente estrella de una sociedad (des)informada.