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Pingüinera en la Antártida. Jesús Ruiz

Los pingüinos contaminan el suelo de la Antártida

Una investigación en la que participa la Universidad de Oviedo concluye que las aves, aunque «esenciales» para el equilibrio de la Antártida también pueden ser «fuente natural de contaminación»

Olga Esteban

Gijón

Jueves, 9 de octubre 2025, 12:23

«Inesperados difusores de contaminación en la Antártida» Los pingüinos han resultado ser contaminantes del suelo y allí donde hay colonias se concentran metales ... tóxicos y compuestos químicos. Es el resultado de una investigación en la que ha participado la Universidad de Oviedo, junto con el Instituto Español de Oceanografía (IEO, CSIC) y las universidades de Santiago de Compostela y Barcelona, que ha documentado la presencia y origen de diversos contaminantes en los en los suelos de colonias de pingüinos de las islas Livingston y Decepción, al noroeste de la península Antártica.

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Los resultados del estudio, publicados en la revista 'Geoderma', de gran impacto en su área del conocimiento, han mostrado un enriquecimiento significativo en nutrientes, metales como cobre (Cu) y zinc (Zn) y compuestos orgánicos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs).

La conclusión a la que ha llegado el equipo científico es que los pingüinos actúan como «vectores biológicos capaces de transferir contaminantes desde el medio marino hacia los ecosistemas terrestres antárticos». Los contaminantes tienen diversos orígenes, desde la propia actividad biológica de las aves, hasta la influencia de la actividad volcánica en la isla Decepción y, en menor medida, la actividad humana vinculada a bases científicas y turismo.

En algunos puntos los niveles de estos metales superaron los valores de referencia internacionales. Aunque los suelos parecen soportarlos sin efectos inmediatos, «si se filtran hacia riachuelos o aguas costeras, podrían afectar a organismos acuáticos extremadamente sensibles, como el plancton, base de la cadena alimentaria marina», explica Begoña Pérez, primera autora del estudio e investigadora del Centro Oceanográfico de Vigo del IEO-CSIC.

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El estudio también ha detectado la presencia de hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs), compuestos contaminantes que, en otras partes del mundo, suelen estar asociados a la quema de combustibles fósiles o procedentes del petróleo. Sin embargo, en la Antártida la situación es diferente: en la isla Decepción los PAHs provienen, en gran medida, de la intensa actividad volcánica registrada en los últimos siglos, mientras que en Livingston están más vinculados al guano de las aves.

«Aunque las concentraciones halladas no alcanzan niveles de alarma y son entre 50 y 1000 veces inferiores a los que generan efectos tóxicos en los organismos marinos, la investigación rompe con la idea de que la Antártida es un entorno inalterado», señala Begoña Pérez. Además, el aumento de precipitaciones y el deshielo del permafrost debido al cambio climático podrían movilizar los metales y contaminantes acumulados en los suelos y el guano, trasladándolos a lagos y zonas costeras, donde pueden resultar dañinos para especies sensibles y alterar las cadenas tróficas polares.

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Ambiente «extremadamente frágil»

«Los pingüinos son esenciales para el equilibrio de la vida en la Antártida, pero también pueden convertirse en una fuente natural de contaminación en un ambiente extremadamente frágil», señala el profesor X.L. Otero, catedrático de la Universidade de Santiago e investigador del Centro de Investigación Interdisciplinar en Tecnoloxías Ambientais da USC (CRETUS) y coordinador del estudio.

Cristina García Hernández y Jesús Ruiz Fernández, profesores del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo, que realizaron el trabajo de campo para obtener las muestras de suelo que han permitido documentar la distribución de contaminantes, destacan la importancia de un hallazgo, que subraya «la extrema fragilidad de los ecosistemas antárticos ante el cambio climático global, ya que el deshielo podría movilizar estos contaminantes acumulados hacia las aguas costeras, lo que afectaría directamente a la base de la cadena trófica marina».

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Los datos para la realización de este estudio provienen de una campaña realizada en los meses de febrero y marzo de 2018 en las islas Livingston y Decepción, en el archipiélago de las Shetland del Sur, al noroeste de la península Antártica.

La logística que permitió el desarrollo de la campaña se debe al proyecto CRONOANTAR, coordinado por Jesús Ruiz Fernández, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo.

Este estudio ha contado también con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, a través del Programa de Investigación Polar, de la Xunta de Galicia (Axudas á Consolidación e estruturación de unidades de investigación competitivas do SUG del Plan Galego IDT) y la Generalitat de Cataluña.

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