«En un garaje mugriento y lleno de ratas, bajo las bombas, lo único que nos alegraba era la música»
Ara Malikian - Violinista ·
El músico llegará el sábado al Teatro de la Laboral en una gira íntima y emocionanteTodo comenzó en un garaje en el que un jovencísimo Ara Malikian (Beirut, 1968) se refugiaba de las bombas junto a su padre mientras ... soñaba ser «como los Rolling» del violín. Y, cuarenta años después de su primer concierto y convertido en uno de los violinistas más solicitados del mundo, acostumbrado a resistir para vencer, la pandemia le obligó a suspender la colosal gira que le estaba llevando a los recintos más espectaculares del planeta para recluirse junto a su mujer, la cineasta Nata Moreno, y su pequeño hijo Kairo, en su casa de Madrid y retomar luego sus conciertos en versión íntima. Eso es lo que ofrecerá el sábado, 13 de febrero, este libanés con ascendencia armenia de rizos libres y rebeldes en el Teatro de la Laboral, donde presentará 'Le Petit Garage'. Un formato más acogedor en el que él al violín e Iván 'Melon' Lewis al piano invitarán a cerrar los ojos y dejar que su música nos arrastre.
–Cuatro décadas desde su primer concierto. ¿Ha pasado la crisis de la mediana edad?
–(Risas)Aún no. La estoy esperando.
–Háblenos de aquel garaje.
–Fue el garaje en el que me enamoré de este oficio, donde nos escondíamos cuando había bombardeos en el Líbano. Allí, un día, empecé a tocar el violín, otros a cantar, otros a bailar... Dentro de esa situación tan trágica, en aquel garaje mugriento, lleno de ratas y cucarachas, nos dimos cuenta de que la música era lo único que nos daba alegría. Y, ahora, como hemos tenido que pasar de conciertos con diez músicos y el aforo muy grande a ser solo dos y en aforos más reducidos, he llamado a la gira 'Le Petit Garage'.
–Estrenó su último disco en plena pandemia y en el aeropuerto de Barajas. Curiosa ubicación.
–Elegí hacerlo allí porque, antes de la pandemia, un aeropuerto era el lugar más común del mundo. Y, de un día para otro, se convirtió en un lugar exótico porque llevamos casi un año sin pisar uno. En símbolo de esperanza, porque sabemos que, si volvemos a los aeropuertos, eso querrá decir que el mundo irá mejor.
–Aeropuertos que le han llevado por escenarios de todo el planeta y a actuar ante los mismísimos Reyes con una fuerza desbordante. ¿Cuál es la receta?
–Bueno, sobre el escenario sí que soy bastante eléctrico, pero luego, en la vida normal, soy bastante tranquilo. Intento llevar una vida sana y no comer muchos bollos, harina, azúcar... Comer sano.
–¿Nada de sexo, drogas y rock?
–(Risas) No. Eso ya lo hice cuando era más joven.
–¿Y reguetón sí o no?
–No es una música que me inspire mucho, pero, si hay millones de personas a las que les gusta, es por algo. Ninguna música es despreciable. Cada uno tiene que hacer lo que le gusta. Yo en el disco anterior hice un tema con un ritmo reguetonero y lo disfruté mucho, así que por qué no.
–Lo que sí sé es que necesita hacer deporte y tocar a diario. ¿Cómo pasó el confinamiento?
–Con mi mujer y mi hijo, sintiéndonos muy afortunados por estar juntos y porque no nos hemos infectado. No me agobié porque soy muy disciplinado. Siempre lo he sido. Tengo un gran sentido de la responsabilidad porque sé que uno no toca el violín sin un gran esfuerzo. Este oficio es dedicación, estudiar horas y horas... Ylo mismo en el plano físico, porque estar sobre un escenario requiere mucha concentración, mucha fuerza, estar en forma... Si no, no podría hacerlo.
–Habla ocho idiomas. ¿Asturiano todavía no?
–(Ríe) Aún no. Debería vivir un tiempo en Asturias, lo que no me importaría, porque es una belleza. Vengo todos los años y ojalá pudiese estar una temporada más larga y aprenderlo.
–¿Qué nos pasa con la cultura en este país?
–Es algo que pasa en todo el mundo. Que, cuando hay una crisis, lo primero que se cuestiona es la cultura. Estoy muy preocupado por todos los compañeros que se han quedado en paro y sin poder llevar dinero a casa. Es una situación muy difícil que tiene que solucionarse.
–He leído que cuando ofrece un concierto entra en una especie de trance en el que dos horas pueden parecerle dos minutos.
–Absolutamente, sí. En el momento que estoy sobre el escenario solo existe la música, el público, la energía... Entro en una especie de trance, en una meditación. Ycreo que es la única manera de poder transmitir. Me costó muchos años aprender esto, porque antes me preocupaba más la perfección. Ahora me interesa más buscar la energía y la emoción, transmitir.
–¿La pandemia ha modificado esa energía que se respira?
–Pues sí, porque antes hacíamos conciertos para 7.000 u 8.000 personas y, de repente, hacerlos con distancia, medidas de seguridad... Temíamos miedo a cómo reaccionaría el público, pero la verdad es que ha sido maravilloso. Nos ha aportado otras cosas como su solidaridad y su entrega a pesar de los sustos y del miedo que tenían. Eso está siendo muy emocionante para nosotros. Yo digo que llevo cuarenta años sobre un escenario, pero los últimos cincuenta conciertos han sido los más emotivos, sin duda.
–¿Usted tiene algún miedo?
–El miedo a perder la inspiración siempre está ahí. Me encanta lo que hago, requiere un esfuerzo grande y, si pierdo la motivación, también perderé la disciplina. Yyo quiero estar inspirado hasta el último día de mi vida.
–Una vida, por cierto, de película que su mujer convirtió en documental y se llevó un Goya.
–Yo creo que todas las vidas son de película. Todas las vidas son para contarlas y los sueños de cada persona merecen ser soñados y realizados. Lo importante es no pensar que has llegado a un techo. Siempre hay que intentar crecer, aprender y pensar que lo mejor aún está por llegar.
–Porque cree en la reencarnación...
–Estoy seguro de que todos hemos vivido otras vidas y viviremos más.
–¿Y qué fue usted en la anterior?
–(Ríe) Tengo alguna sospecha de lo que era, pero lo importante es la vida que tenemos ahora y que todo lo que vivimos sea un aprendizaje para poder mejorar en la siguiente.
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