Gijón
El Museo Casa Natal de Jovellanos reluce con el legado de Alejandro Mieres, un artista «que creó sus propios códigos»El museo de Gijón expone desde ayer las 22 piezas donadas por sus hijos Juan y Marina junto a otras con las que ya contaba la pinacoteca
El Museo Casa Natal de Jovellanos, en Gijón, es ya uno de los espacios de referencia del legado artístico de Alejandro Mieres ( ... Astudillo, Palencia, 1927-Gijón, 2018) con la incorporación de 22 obras donadas por sus hijos Marina y Juan Mieres Velilla a su colección, que se suman a los 7 óleos y una tinta con los que ya contaba la pinacoteca. Ayer se presentaban las nuevas piezas en una exposición que podrá visitarse hasta el próximo 25 de mayo en la Sala Cuadrada del museo y en la que dialogan con varias de las obras albergadas en sus fondos.
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Definido por la concejala de Cultura, Montserrat López Moro, en el acto de inauguración, como «uno de los pintores más carismáticos y señalados de Gijón, también un gran dinamizador de la cultura en nuestra ciudad», Mieres fue también, en palabras de su hijo Juan, un hombre «locamente enamorado de Asturias, que era su tierra aunque no naciera aquí» y que en Gijón «fue feliz y nunca quiso irse». Además de artista y docente, aseguró, «era una persona muy comprometida socialmente y dotado de un extraordinario don de gentes».
El director del Museo, Saturnino Noval, recordó a su vez el vínculo que el artista mantuvo con la institución, en la que impartió varios talleres, entre los que destacó el que realizó con niños en 1998 en la playa de San Lorenzo «trabajando en la arena». A las cualidades ya señaladas de Alejandro Mieres, el responsable de la pinacoteca añadió la de «un activista que logró que en Gijón se apreciara un tipo de arte que en la periferia no estaba del todo reconocido» y sobre la relevancia de la donación de sus hijos, afirmaría que «nos permite tener a partir de ahora una visión más completa de toda la obra del artista».
En cuanto a la exposición recién inaugurada, Noval apuntó el interés de las tintas que la abren: «No contábamos con ellas y son muy importantes en su obra. Las primeras que hizo, fechadas en los años 70, donde el color todavía no era fundamental pero donde hay una serie de dinamismos y formas fluidas que lo relacionan con la pintura que se estaba haciendo en la época, la del arte normativo. Luego, posteriormente se iría geometrizando algo más, como ya vemos en la otra serie de tintas de los años 90». Igual de atractivas resultan «las obras en tres dimensiones y el relieve que se expone en la otra sala. Junto a las demás piezas y óleos, sobre todo de los 80 y 90, un periodo que hasta ahora no teníamos en el museo, nos permite completar la cronología de Mieres», aseguró.
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Al lado de su hermana Marina, Juan Mieres pergeñó un emotivo y certero bosquejo de la obra de un «artista genuino que creó sus propios códigos» y que «pensaría sus obras desde un punto de vista radicalmente diferente, no tendrían sus cuadros colores, pero un solo color expresaría toda su intensidad, no representaría en sus cuadros el claroscuro pero atraparía físicamente la luz y la sombra, crearía ritmos, ondas, límites, planicies, perspectivas, texturas como si sus cuadros los hiciera el agua, el viento y todo ello fuera música».
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