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Pura exquisitez por partida doble. Una delicatessen son los dibujos que Luis Fernández firmó en la costa de Normandía en 1961 y que reproducen, ... mirados en un sentido y el otro, la subida y la bajada de la marea, y pura belleza son los trazos con carbón que Paco Nadie ha imaginado muy cerca del mar, retratándolo de todas las formas posibles, calmado y bravío pero siempre absolutamente hermoso.
Ambos dos, el ovetense que hizo carrera en París, y el extremeño afincado en Asturias que da clase en la Escuela de Arte de Oviedo, se sirven del papel para esa mirada al mar que se ha hecho exposición pequeñita pero inmensa en la Casa Natal de Jovellanos y que lleva el revelador título de 'Dos orillas, un mar (h)echo de menos'.
Son 17 los dibujos de Luis Fernández, esencialismo puro, certeza absoluta en cada trazo de ese mar de Gatteville con el que quiso obsequiar a otro artista asturiano que hizo carrera en París, Orlando Pelayo. «Mon cher», escribe Fernández en la dedicatoria en francés de esa serie en manos del coleccionista José Vigil, que la ha prestado para propiciar ese diálogo marítimo-artístico entre el pasado y el presente.
Luis Fernández no puede ya contar cómo lo hizo, pero Paco Nadie, sí. Sí puede contar el 'making off de sus dibujos realizados sobre las hojas de Moleskine de los que se exponen 200, aunque la serie, en realidad, es de unas 400 piezas. «Si la obra de Luis Fernández lo que muestra es una secuencia temporal breve de su visita por la costa de Normandía, unas marinas muy sutiles a través de papeles vegetales, mínimas, casi transparentes, en mi caso ese paso del tiempo no es tan breve, son hojas de agenda que están inutilizadas porque no se usaron en su año y se reutilizan para captar ese paso del tiempo, en mi caso dibujando el mar, que representa lo inaprensible del tiempo. Estas hojas hablan de eso y también son autorretrato, porque, a diferencia de la obra de Luis Fernández, mis dibujos son mares imaginados», señala.
En esta serie abierta e inconclusa dibuja una agenda desburocratizada de su vida que es infinita. Han sido años de trabajo con un fin: «Busco devolverle a ese mar mis ausencias, cuando él no está a mí sigue acompañándome», dice el artista, que emplea también el carbón para dibujar y aludir así a esos restos que aún siguen aflorando en San Lorenzo. Está relacionado su proyecto también, desde la humildad, con el golpe de mar que pintó Martínez Abades e incluso con 'El retablo del mar', conservados ambos en el museo de Cimadevilla.
Forma parte esta exposición de la apuesta del museo por hacer dialogar a diferentes artistas, vincular las colecciones con los creadores locales y abrir al tiempo la puerta a los coleccionistas. Así han surgido esta exposición, que, como explicaba Saturnino Noval, el director del museo, se torna especial precisamente por la cercanía del museo con el mar.
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