Llamazares, veinte años de «constante innovación»
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«Lo que no acelera, decelera». La galería gijonesa celebra dos décadas de trayectoria dispuesta a «crecer más allá» con una nueva consultoría de arteComo si desde la plaza de San Marcos hubiese cruzado absorto en su paseo, casi sin darse cuenta, a un universo en tres dimensiones, un ... hombre sale de la maravillosa plaza veneciana que plasma en lienzo Federico Granell a la entrada misma de la Galería Llamazares. Allí recibe a los visitantes de la sala gijonesa, tomada este verano por la exposición colectiva que celebra sus dos décadas de trayectoria de la única manera que podría hacerlo: colgando sobre la pared una apabullante exhibición de genio, el de tantos autores que han acompañado en el camino a las dos mujeres que han sido, son y serán Llamazares.
Ellas, juntas desde el inicio, han vivido un cambio de paradigma en el mundo del arte, han sobrevivido a crisis y han modificado sus propios roles en un avance continuo que no cesa. Recuerda Gema Llamazares aquel 2005 en el que todo empezó. «Me encontraba en una situación delicada, dolorosa profesionalmente, estaba enferma, sin fuerzas para montar una galería», confiesa. Fue su marido, Armando González, quien vio claro que «no podía tirarlo todo por la borda» y la animó a tirar del carro. Aquel año se daba la feliz coincidencia de que Diana, la mediana de sus tres hijas, acababa Derecho y pasó a formar parte del nuevo proyecto «como socia desde el minuto uno». «Y menos mal», confiesa la entonces recién licenciada, aliviada incapaz de imaginar un futuro profesional que no esté vinculado al arte.
Así se tejió lo que hoy es la galería de la calle Instituto. La hija con la madre, primero. La madre con la hija, después. «Yo de aquella no sabía hasta qué punto me iba a sentir arropada. No imaginaba –alaba– hasta dónde iba a llegar Diana no ya en su labor como galerista, sino en su voluntad de hacer tejido», confiesa Gema. Pero era ella la veterana, la maestra, «no ya por mi carrera, sino por los contactos y el concepto», quien al principio llevó la voz cantante. Y la orden no podía ser más clara: «Trabajo, trabajo y trabajo. Primero, a nivel regional. Luego, nacional e internacional. Trabajo, asunción de riesgos y muchos retos», revela.
Pero el mundo cambió. La crisis puso patas arriba casi todos los sectores económicos y el del arte no fue una excepción. Y, tras la crisis, una revolución: la de las pantallas. «Es necesario estar en constante innovación, adaptándose a los tiempos», resume Diana, quien asumió la dirección en 2021, «porque la forma de trabajar hoy no tiene nada que ver con la de hace veinte años».
Sin llevar a confusión: ellas continúan defendiendo un modelo territorial, la galería física donde disfrutar de grandes piezas, «pero ahora no existen los límites». «Presumimos de ser asturianas y de poder estar en Gijón a un nivel tan alto, pudiendo llegar tan lejos. Lo que más nos emociona es ver cómo nuestos artistas se proyectan fuera, es una satisfacción que crezcan con nosotras», cuenta tras recoger el testigo de «la mejor de las maestras».
Y en esa dirección, en la de cruzar límites, traspasar fronteras, saltar del lienzo como en el cuadro de Granell, de las limitaciones de la sala, se mueven ambas hoy. «Reivindicamos el papel de las galerías para introducir nuevos artistas en colecciones públicas y privadas, queremos poner en valor esta profesión, porque una galería es mucho más que un espacio de compra venta. Somos un puente al arte contemporáneo», empieza Diana. «Se trata de trascender», completa Gema.
De ir más allá. Por eso Diana decidió lanzarse y aprovechar su plataforma y experiencia para poner en marcha una consultoría de arte, enfocada a profesionales, arquitectos e interioristas, y a las instituciones. Todo, explica, «para que este mundo, que puede ser complicado si no te llevan de la mano, se comparta». Aporta ella su saber hacer «para intentar que el arte cale en la sociedad y sea más accesible». Es ahora. «Asturias está en muy buen momento. El norte está de moda», apunta. «La galería es una apuesta constante. Lo que no acelera, decelera», sentencia Gema. Y Llamazares siempre acelera.
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