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ALBERTO PIQUERO
AVILÉS.
Sábado, 16 de diciembre 2017, 00:28
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Siguiendo su hábito de buenas y extraordinarias costumbres, el Teatro Palacio Valdés levantó el telón en la tarde de ayer para acoger un nuevo estreno nacional con el aforo completo. En este caso, 'Una vida americana', de Lucía Carballal, dirigida por Víctor Sánchez Rodríguez e interpretada por Cristina Marcos (Paloma), Esther Isla (Linda), Vicky Luengo (Robin Rose) y César Camino (Levi).
La autora del guión, Lucía Carballal, que ha hecho su instrucción en la RESAD de Madrid -donde tuvo de profesor a Juan Mayorga, quien el pasado lunes participó en los 'Diálogos desde la escena', conmemorando el vigésimoquinto aniversario de la restauración del Palacio Valdés-, en el Institut de Barcelona y en la Universidad de las Artes de Berlín, ha dicho precisamente de su aprendizaje con Mayorga que le puso «el listón muy alto». Y, sin duda, la asimilación de la antigua alumna ha sido muy provechosa. Esta es la quinta de sus obras que sube a los escenarios, tras 'Mejor historia que la nuestra' (accésit del Premio Marqués de Bradomín, 2012), 'Personas habitables', 'A España no la va a conocer ni la madre que la parió' (co-escrita junto a Víctor Sánchez Rodríguez, que en esta velada avilesina ejerció de director) y 'Los temporales', uno de los éxitos de la pasada temporada en el Teatro María Guerrero. O sea, todos los avales de una carrera fulgurante.
'Una vida americana' relató y puso en pie la historia de una familia singular, los Clarkson, españoles avecindados en el madrileño barrio de Tetuán, que se desplazan a Estados Unidos para ir al reencuentro de quien ya solo es un fantasma en sus vidas, William Clarkson, un norteamericano que enamoró a Paloma en nuestro país en la década de los 80 y después, ya con dos hijas a resultas de aquel idilio, desapareció.
La obra examinó la posibilidad de otorgar realidad a los fantasmas, de recuperar el tiempo ido, o si acaso es preferible que lo que ha quedado atrás deje espacio para el presente, sin ocuparse de las sombras. Una escenografía imaginativa, una caravana simbólica en un camping de Minnesota, envolvió una escritura dramática particularmente atenta a la complejidad y sensibilidad de la sociedad actual. El tono del texto se acomodó a lo que la propia Lucía Carballal define, explicando su teatro, como «falsa comedia». Diálogos realistas de apariencia sencilla que albergan preguntas inquietantes, acaso porque nos resultan cercanas.
En un elenco que trazó cada uno de los personajes en forma muy plausible, puede destacarse a Cristina Marcos, dando vida a Paloma, madre protectora que una vez tuvo un sueño. La rúbrica fue una larga ovación.
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