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Beatriz Rico acaba de publicar 'Tú quédate conmigo... Yo me encargo de que merezca la pena'. ALFON GARCÍA

«He tenido que aguantar barbaridades sobre mi físico»

Presenta novela, una historia llena de humor en la que desmonta prejuicios. Del sexo a la farándula, que «tiene cosas muy cutres»

Viernes, 10 de febrero 2023, 02:51

Los problemas del primer mundo, esos «pequeños dramas cotidianos» que a veces se nos hacen bola y en el fondo no son para tanto, «duelen menos si se ven con humor». Eso ha aprendido Beatriz Rico, que, además de ser actriz y cantar al frente de su banda de rock, acaba de publicar su segunda novela: 'Tú quédate conmigo... Yo me encargo de que merezca la pena'. Una historia protagonizada por Rita, una ex Miss España que ahora vive del faranduleo, y en la que la asturiana se dedica a desmontar prejuicios con idéntica filosofía: «Tenía miedo de que los vecinos pensasen que había chiflado, porque, mientras escribía, me reía sola».

-Menuda actividad... ¿es usted lo que los modernos llaman una «mocatriz»?

-No, porque eso es «modelo, cantante y actriz». Alguien que hace de todo pero nada bien. Y yo quiero pensar que hago mis cosas bien, porque, si no, no las haría. En otras, como fingir y cocinar, ya no me meto. Porque hay gente que me dice: «Hala, qué difícil hacer monólogos». Y yo pienso: «No. Lo difícil es hacer unas lentejas como las que hace mi madre».

-Precisamente, de «las miserias de la maternidad» habla en su novela. ¿A qué se refiere?

-A que la grandiosidad de ser madre todo el mundo la entiende. Flipas y piensas: «Mi vida ya tiene sentido por este crío». Pero luego hay una parte más miserable, que es lo vulnerable que te vuelves. Es decir: tú ya no vives para ti. Tu vida ya es para esa persona y vives con el miedo continuo de que le pueda pasar algo.

-¿La «carga mental» es menor para ellos?

-Sí. Nosotras estamos todo el día preocupadas por la vida, por las cosas que pasan. Y un hombre que, cuando le preguntas, te dice que no le pasa nada es que de verdad no le pasa nada. Son mucho más tranquilos.

-Otro de los mitos que desmonta es el del amor romántico...

-Yo soy muy poco romántica. Se presenta San Valentín y me da vergüenza y no compro ningún regalo. Y, encima, veo que la idea del amor romántico que nos venden en las películas y los anuncios de colonia hace mucho daño porque no es real. Aparte de que sería un horror. Menos mal que, después de los primeros encuentros, ya viene un amor más normal, más estable. Porque yo me imagino vivir 35 años con el estrés de esas primeras semanas, los nervios, las llamadas... y nos morimos todos de un infarto.

-Y quien dice amor dice sexo.

-Sí. Por ejemplo, ojo con el tema de los cuernos, porque muchos lo hemos vivido y escuece muchísimo. Y, además, cuando sabes que tu pareja te pone los cuernos, tanto si vuelves con ella como si no, hay algo que hace mucho daño, que son las imágenes que tienes en la cabeza de él o ella con la otra persona en diferentes sitios, posturas... ¡te vuelves loco! Hay gente que no sale de eso, porque es un infierno. Pero, con el paso del tiempo, te das cuenta de que no era para tanto.

-¿Su protagonista lo tiene tan claro como usted?

-La vida sexual de Rita es inexistente. Ella quisiera más sexo en su vida y la pobre va aprovechando lo que surge, pero le cuesta encontrarlo. A ver si la gente se piensa que una mujer, por salir en la tele, ser guapa y estar buena, lo tiene todo hecho. Pues no.

-¿Por eso triunfa Tinder?

-Claro, pero también es un problema para las personas que no saben lo que es. Porque hay gente muy desesperada pensando que ahí va a encontrar al amor de su vida. Chico, que estás en Tinder, ¿pero qué esperas?

-¿Hay mucho de autobiográfico entre estas páginas?

-Había más en la primera novela, 'De Miss a más sin pasar por Albacete'. Ahí yo me inventé un personaje para poder hablar del mundo de la farándula, que es lo que conozco. Que la gente pueda ver lo que hay entre bambalinas, detrás del brilli-brilli. Porque piensan que todo es maravilloso y hay cosas muy cutres.

-Usted no duda en denunciar muchas de las que no le gustan en las redes y es especialista en...

-En liarla, sí. A veces escribo porque veo una injusticia que me arde la sangre. Porque creo que estoy haciendo un bien a la humanidad. Y luego me cae encima lo que me cae. Mi madre se enfada, pero siempre pienso que hay que ser valiente y hacer las cosas que crees que están bien aunque a ti te pueda ir un poco mal.

-Su último «basta ya» ha sido por las brutales críticas a la imagen de Madonna.

-Aproveché lo que ha pasado con Madonna para decir algo que es muy real. Que cuando una mujer famosa se va haciendo mayor, la gente la critica y bajan los contratos: «Mira qué vieja». Y luego tú te haces un destrozo en la cara porque te están volviendo loca y esa misma gente es la que, cínicamente, se lleva las manos en la cabeza. ¿Pero cómo no se lo va a hacer si la estáis volviendo loca? ¡Que la dejéis vivir!

-Usted misma lo ha sufrido en carne propia...

-Pasó que, con el covid, fui a 'Pasapalabra' y no había maquillaje ni peluquería, así que me lo hice yo. ¡La que se lió! Tuve que aguantar burradas y barbaridades sobre mi físico. Me puse a llorar. Tuve que pedir un Orfidal y meterme en la cama. Son agresiones muy salvajes. Y puede que Madonna sea muy fuerte y se lo pase todo por el arco del triunfo, pero otras no. Entre compañeras, he visto auténticos dramas. Anorexias y mierdas así. Así que a ver si nos cortamos un poco con las humillaciones, los memes, la sinceridad innecesaria y el señalamiento.

-Tampoco se corta en cargar contra la ultraderecha.

-Yo siempre me he considerado una mujer progresista, aunque respetuosa con todas las ideologías. Pero con la ultraderecha reconozco que me cuesta mucho. Lo que a mí me pide el cuerpo es ponerme siempre al lado del más vulnerable y la ultraderecha hace todo lo contrario. No me gusta ni cómo piensan ni cómo lo expresan, con barbaridades e insultos en el Congreso, que es la Cámara que nos representa a todos y donde no deberían estar permitidos. Tienen un modo de decir las cosas muy faltón y con unas expresiones de matón de discoteca que no me gusta nada. Es una cuestión de respeto y educación.

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