Un fresco sonoro sobre la libertad
CRÍTICA DE 'NABUCCO' EN LA ÓPERA DE OVIEDO ·
Dar unidad, movimiento y emoción a la representación de una ópera como 'Nabucco', de Verdi, que en principio es estática, musicalmente algo desigual, aunque con ... bellas melodías, y teatralmente artificiosa, sobre un libreto a veces atroz, es un pequeño milagro escénico. El 'Nabucco' que el lunes abrió con entusiasmo la 74 Temporada de Ópera de Oviedo no fue un melodrama de cartón piedra, sino una tragedia coral humana con momentos arrebatadores. En la concepción escénica de Emilio Sagi esta ópera de Verdi es un símbolo de la ambición de poder, la opresión, la lucha y el afán por la libertad. Ese canto a la libertad no se limita a los asirios y hebreos de la antigüedad, representados conceptualmente con elementos históricos como el toro alado, la cacería de Asurbanipal o el alefato judío, si no que se puede trasladar a cualquier tiempo hasta nuestros días. Por eso, este 'Nabucco' no va de la lucha del pueblo hebreo con los asirios ni del pueblo italiano contra los austriacos, sino que es un canto a la libertad.
Pocas veces hemos podido ver una unidad absoluta entre música y escena como en este 'Nabucco'. Y, sin duda, esta fue la función, siempre atinada, precisa, vibrante y delicada del director italiano Gianluca Marcianò. Ya en los números de la obertura, en la que se anuncian tres de los temas principales, Marcianò moldea el sonido con sutileza, buscando no solo efectos de contraste tanto en dinámica, tiempo y color, sino también una especial sonoridad envolvente, a la manera de una estereofonía ideal, conseguida por la colocación de los instrumentos. La OSPA respondió siempre a la perfección en todas sus familias instrumentales, lo que nos hace pensar en el potencial de la orquesta asturiana a las órdenes de un director con las ideas claras.
Vocalmente, Ángel Ódena se reencontró con su personaje de Nabucco en el último acto. No sé si por construcción del personaje por parte del barítono tarraconense, hemos visto un Nabucco un tanto sombrío y desigual, hasta que recupera la razón. Su cavatina 'Dio di Guda' es para ascender a los altares verdianos. Más desigual que Ódena estuvo la soprano dramática Silvia Dalla Benetta, como Abigaille. No le faltó furor, pero estuvo forzada con agudos muy abiertos. Sin embargo, en su tesitura central posee un cantábile lírico, como lo hemos podido ver en el aria intimista y melancólica 'Anch'io dischiuso un giorno', del segundo acto. De los protagonistas principales, Simón Orfila recrea un Zaccaria excepcional. No es el simple y un tanto roqueño sacerdote hebreo, sino un religioso humanizado en la voz de bajo barítono de Orfila. El aria 'Tu sul labbro', arropada por chelos, violas y bajos, fue, con el 'Va, pensiero', el punto culminante de la ópera.
'Nabucco' se ha definido como una tragedia coral, por la importancia continua y poliédrica del coro. Empezando por el famoso 'Va, pensiero', bisado en la primera representación y probablemente en todas las demás. Fue uno de esos grandes momentos mágicos y para el recuerdo, desde el 'sotto voce' inicial a ese 'pianissimo' prolongado y eterno sobre la palabra 'virtu'. Y terminando por los coros de hebreos, de vírgenes, de soldados y sacerdotes asirios que, involucrados en el drama, colorean este impresionante fresco sonoro de 'Nabucco'. Un canto a la libertad.
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