Borrar
Emilio Gutiérrez Caba, en una cafetería madrileña. ÓSCAR CHAMORRO
«Avanzamos entre tinieblas»

«Avanzamos entre tinieblas»

Emilio Gutiérrez Caba se muestra pesimista ante el futuro. Perteneciente a una dinastía de comediantes, recrea en su libro 'El tiempo heredado' la vida de las mujeres de la familia

ANTONIO PANIAGUA

Madrid

Martes, 17 de diciembre 2019, 13:25

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) es un hombre que combina la verdad y mentira. Como historiador aficionado, estudia e interpreta los hechos, y como actor es un maestro del fingimiento. Pertenece a una estirpe de comediantes que se remonta al siglo XIX. Pascual Alba, su bisabuelo, dejó la imprenta para subirse a las tablas como profesional en 1869. La saga se cierra, por ahora, con Irene Escolar, su sobrina-nieta, una intérprete que con apenas 27 años ganó el Goya en la categoría de mejor actriz revelación. Entre medias hay todo un linaje de mujeres, aguerridas unas veces y frágiles otras, que han hecho teatro, cine y televisión, como sus hermanas Irene y Julia. En 'El tiempo heredado' (Aguilar), Gutiérrez Caba recrea la vicisitudes de las mujeres de la familia, damas de la escena cuyos trabajos se inscriben en la memoria sentimental de los españoles. Hoy aún se las puede ver en los 'Estudios 1' de TVE, formidable cantera de artistas.

-Desde 1868, año en que es destronada Isabel II y su bisabuelo Pascual Alba empieza a actuar en cuadros de aficionados, hasta la España del 'procés', ¿hay alguna cosa de la que el país no se haya podido desprender?

-No nos hemos desprendido de casi nada. Supongo que mi bisabuelo, cuando destronaron a Isabel II y hubo un gobierno provisional e intentos republicanos, seguramente creyó que aquello podía mejorar, pero nada salió adelante. España sigue torpemente avanzando en las tinieblas de la incomprensión y la ineptitud.

-No todas las mujeres de su familia eran de una vocación actoral inquebrantable. La mayor parte actuaba porque había que ganar dinero.

-Quienes de verdad tenían vocación eran mi abuela Irene Alba y mi hermana Irene, que realmente quería salir al escenario desde que era adolescente. Mi tía-abuela Leocadia era una fatalista que se encomendaba a todos los santos cada vez que tenía que ir a América, cosa bastante lógica en aquella época en que se viajaba en esos barcos de ya sabemos qué enjundia. Mi madre y mi tía se vieron arrastradas por la fuerte personalidad de mi abuela, que marcaba mucho su devenir social. A mi hermana Julia, que estuvo empleada en una tienda de modas y dibujaba diseños de ropa interior femenina, le pasaba igual. La tienda cerró y mi padre dijo que había que traer dinero a casa.

«Al ver repartidores en bici pienso: ¿para esto hubo dos grandes guerras?»

-Por cierto, creo que su tía Leocadia, que se dedicaba a la zarzuela, llegó a perder la voz.

-No, no. Evidentemente, con los años perdió algo de voz; no era lo misma que 20 años antes había cantado 'La verbena de la Paloma'. Lo que pasó es que se había puesto muy gorda, era demasiado gruesa. Su amigo Federico Chueca le recomendó que se dedicara a hacer de característica (actriz que representaba papeles de personas de edad). Leocadia le dijo a la periodista Carmen de Burgos, Colombine, algo así como: «Hacer eso significa interpretar a marimachos y personajes grotescos, ridículos. No tendré más remedio que hacerlo». Al final se convirtió en una institución y fue uno de los pilares fundamentales de la programación del Teatro Lara.

Leocadia Alba
Leocadia Alba ARCHIVO FAMILIAR

-¿En su caso por qué abandonó la carrera de Historia?

-Por las circunstancias. Entonces trabajaba en un laboratorio de cine, pero tanto en un sitio como en otro las cosas no eran fáciles. Ser historiador está muy mal reconocido, porque el reconocimiento viene del nivel socio-económico. Seguramente lo que tienen más estatus económico son los más ignorantes. El gran investigador, científico o historiador tiene que vivir, haciendo una extrapolación, como lo podía hacer Cervantes en el siglo XVI.

-En el libro cuenta un amago de espantada. Cogió el coche con la intención de abandonar la profesión, allá por 1970. ¿Le ha vuelto a ocurrir?

-Naturalmente, he tenido deseos de no estar en el escenario al día siguiente. En esa espantada frustrada llegué al kilómetro 50 de la Nacional I en mi Seat 850. Mi idea era huir a Francia y escabullirme en el París posrevolucionario de Mayo del 68.

La peste de las palomitas

-¿Está dolido con el espectador? Lo digo porque le subleva que el público deje el patio de butacas lleno de basura.

-No me gusta nada, me parece una ineducación no solo para con nosotros, sino para con ellos mismos. Los actores llegamos a oler las palomitas desde el escenario.

-Creía que el público solo comía palomitas en el cine.

-En los teatros musicales sí se venden palomitas. El teatro, como todo, es una ceremonia, aunque no tiene por qué ser solemne. Con tanto crujido de palomitas y envoltorios de caramelos, se tiene que subir el volumen del sonido en los cines. Y luego está la luz de la pantalla de los móviles. Cuando estás en el escenario te preguntas: ¿y estos para qué vienen aquí?

«Mi hermana Irene estuvo trabajando en escena enferma de cáncer»

-¿Cree que la gente sabe lo sacrificado que es el trabajo de actor de teatro? Dice Lluís Pascual que antes nadie se podía ausentar de la función a menos que se presentase con el certificado de defunción en la boca.

-Mi hermana Irene estuvo trabajando enferma de cáncer. La operaron, se recuperó y pudo estar en escena dos o tres meses más, hasta que volvió a recaer. Los actores no nos podemos permitir el lujo de enfermar, porque entonces hay que suspender la función, lo cual es un dolor enorme. Hay momentos difíciles, como cuando fallece alguien o tienes un desamor y has de salir al escenario. Hace poco tuve un problema sentimental bastante gordo y participaba en una obra en la que había un conflicto parecido al mío. Era una catarsis, pero también un dolor recordarlo.

Irene Gutiérez Caba
Irene Gutiérez Caba ARCHIVO FAMILIAR

-La muerte de su abuela, en 1930, y de su madre, en 1957, supuso un gran quebranto económico para la familia.

-Eran los sostenes económicos de la familia. Cuando llegó la Guerra Civil, se suspendieron todos los espectáculos públicos y rodajes, y solo se reanudan en marzo del 1937.

-Sus hermanas, Irene y Julia, eran muy distintas como actrices.

-Sí, Irene era más dúctil, cazaba a los personajes, mientras que Julia los asumía adaptándolos a su personalidad.

Irene Gutiérez Caba y su hermana Julia.
Irene Gutiérez Caba y su hermana Julia. ARCHIVO FAMILIAR

-¿No le parece que los actores españoles de hoy pecan de un exceso de naturalidad y no se les entiende al hablar?

-Sí, pasa desde hace tiempo. Es una responsabilidad del director. Hay una falsa creencia, y es que la naturalidad parece que consiste en que no se te oiga. Es un enorme error que no sucede en el cine anglosajón. Los actores bajan la voz para que no se les muevan demasiado las facciones y así quedan naturales. Y mira por donde en este país se habla con un tono enorme de voz.

«Cómo va el Madrid»

-Usted conoció a José Bódalo. ¿Es cierto que era capaz de actuar mientras escuchaba los partidos de futbol por un auricular?

-No, cuando salía de escena preguntaba el resultado y si estaba el regidor, en vez de pedirle un vaso de agua, le decía: «¿cómo va el Madrid?» Era un hombre muy serio con una memoria prodigiosa. En televisión nos asombraba porque se aprendía un texto en dos días. Llevaba un anillo que nunca se quitaba porque decía que le daba suerte.

-¿Como recibían los veteranos a las jóvenes promesas?

-Te ayudaban muchísimo. Fernán Gómez, Rodero, Closas, Bódalo, Marsillach… eran todos muy generosos. Ninguno estaba poseído por el divismo. Mi generación ha tenido una enorme suerte, porque empezó haciendo teatro en televisión, lo cual nos aportó un 'background' enorme, pues hicimos muchas adaptaciones del teatro mundial. No sé si los actores jóvenes de hoy nos tienen a nosotros como referente.

-Le un veo un tanto pesimista.

-Cuando veo a los chicos que llevan las bicicletas de Glovo y Deliveroo pedaleando brutalmente me digo: «¿A esto nos ha llevado que murieran cien millones de personas en las dos guerras mundiales y un millón en la Guerra Civil?» No debería ser así. El ser humano tiene que ser algo más y si no es algo más, mejor que venga un meteorito y nos destruya a todos como a los dinosaurios.

-¿Y por qué no se rebelan estos trabajadores?

-Quizá porque vienen de una sociedad muy cómoda en la que les han enseñado que se consigue todo de otra manera. Si ellos se unieran y no fueran tan individualistas, seguramente lo podrían cambiar.

-En sus memorias, Fernán Gómez cuenta que se lo pasaba muy bien junto a su amigo Paco Rabal, pese a la grisura del franquismo.

-En aquella época había una opresión nacional-catolicista, aunque la posibilidad de ir con una señorita no te lo impedía nadie. Otra cosa era a dónde la llevabas. A mí me expulsaron de un hotel en Bilbao por ir acompañado de una señorita a las cinco de la mañana. Estaban alojados en ese momento Camilo Alonso Vega (militar franquista) y sus dos guardaespaldas. Y cuando subo a la habitación, al cabo de dos minutos me llaman de recepción y me dicen: «Oiga, que eso que ha hecho no se puede hacer». Y yo les digo: «no, es que vamos a tomarnos un café». Y me contestan: «Pues bajen ustedes y se lo servimos allí». Entonces, veo que los dos guardaespaldas están solos en una habitación y le digo al de recepción: «Oiga, ¿estos dos señores pueden estar en una habitación los dos juntos y a mí no me deja estar con esta señorita…?» (risas) Había ese tipo de cosas, tenías que tener el libro de familia para ir con una señora a un hotel porque de lo contrario no te admitían.

-¿Qué piensa de los políticos de hoy?

-Que son lamentables (risas). Yo no discuto que Fraga tuviera un gran peso político… , o Felipe González, con todos sus problemas y sus defectos, o Santiago Carrillo, evidentemente. Pero a estos sustitutos jóvenes, airados, que no se sabe por qué están airados ni por qué se echan unos a otros la basura encima, no los entiendo. No tienen pactos de Estado en nada, ni en cultura, ni en educación, ni en sanidad…

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios