Leonardo Padura - Escritor, Premio Princesa de las Letras 2015
«Lo que más falta en Cuba es esperanza»El escritor estará este lunes en el Antiguo Instituto para presentar su última novela y hablar de su trabajo en el cine junto a su mujer
Tiene un hablar pausado pero animoso y ese dulce son cubano en la voz que hace amable cualquier charla. Es Leonardo Padura (La Habana, 1955) ... escritor de una sola historia en la cabeza y ya le ronda otra mientras continúa presentando 'Personas decentes' (Tusquets), la última con Mario Conde como protagonista. El Princesa de Asturias de las Letras 2015, que será también jurado del galardón que se falla la semana que empieza en Oviedo, tiene cita con sus lectores el lunes, en el patio del Centro de Cultura Antiguo Instituto, en Gijón, a las 19.30 horas. Pero esta vez no estará solo, sino con su mujer, Lucía López Coll, con la que es coguionista de cine y quien primero lee y critica sus textos.
–Viene a la Semana Negra y a Asturias. ¿Es siempre especial?
–En el año 1988 yo era un joven novelista y periodista que nada más lo conocían un poquito en Cuba y llegué ahí a la primera Semana Negra y creo que haber estado invitado, haber conocido a algunos de los escritores del género más importantes, porque aquella semana tuvo una convocatoria que nunca fue igualada, haber podido llevarme una cantidad importante de libros que yo conocía poco o no conocía, toda esa experiencia fue importantísima para poder desarrollar mi trayectoria como escritor. A partir de ahí, ya fui a la segunda Semana Negra y he sido un habitual de este encuentro. En los últimos años, por cuestiones de agenda, he estado un poco alejado, pero hemos aprovechado mis estancias en Asturias como jurado del Premio Princesa de las Letras para hacer una especie de prólogo.
–Un premio que usted recibió en 2015.
–Para mi biografía sentimental y para la posibilidad de haber hecho este trabajo y vida que he hecho, Asturias ha sido un puerto muy importante que me ha acogido con mucho más cariño del que cualquiera puede esperar, y donde me he sentido siempre querido por la gente y he hecho amistades que han durado todos estos años en Oviedo, en Gijón, en Avilés, en Llanes... Es un lugar al que siempre regreso con mucho deseo, ilusión y, por supuesto, cariño.
–Y esta es una ocasión muy especial, porque se va a sentar en la mesa con su mujer, Lucía López Coll, y nos van a contar cómo trabajan juntos.
–Vamos a hablar un poco de todo el trabajo literario, especialmente de esta novela, 'Personas decentes', y del trabajo para el cine que hacemos juntos mi esposa Lucía y yo, es decir, de los guiones. Yo soy un escritor muy inseguro, pienso y vuelvo a pensar y vuelvo a escribir y vuelvo a revisar, y en el cine soy doblemente inseguro. El hecho de tener una confrontación con otra persona, que además pone todo en duda y siempre está preguntando si esa solución que hemos encontrado es la mejor o es la única o hay otra posible que pueda ser mejor, a mí me ayuda mucho.
–¿En la literatura ella no se mete?
–Se mete como lectora. Escribir a cuatro manos es un ejercicio demasiado difícil. El cine lo permite; la novela, muy difícilmente.
–¿Pero ella es su primera lectora?
–Es la primera y la más importante, porque va conociendo el libro desde que es una idea deforme que empieza a ir tomando un cierto cuerpo, creándose los personajes, buscando un conflicto, un espacio de tiempo y lugar. Ella me va ayudando en la preparación y después, en la lectura de las distintas y muchas versiones que hago. Incluso le diré que a Lucía le pasa una cosa muy curiosa y es que ella casi nunca lee la novela impresa, porque la ha leído tantas veces que ya no quiere. (Risas)
–¿Cómo se conocieron?
–Estábamos estudiando en la universidad en 1978, yo andaba por el cuarto año, ella en el segundo, nos conocimos y a finales de ese año empezamos una relación sentimental que ya tiene 45 años.
–¿Pero ella es su mayor fan o su mayor crítica?
–Mi mayor crítica. No es fan para nada. (Carcajadas)
–¿Qué me dice?
–Ella es la que me dice los horrores más grandes sobre mi trabajo porque no tiene que quedar bien conmigo, tiene que decirme lo que está mal. Hemingway sostenía que el escritor debía tener un detector de mierda, que eso le salvaba de publicar cosas que no están bien, pues yo creo que tengo ese detector, pero si me fallara en algún momento, tengo a Lucía, que es absolutamente implacable.
–Viene con 'Personas decentes', una novela de Mario Conde, que asegura que es la más criminal y habanera de todas sus novelas.
–Ocurre en dos tiempos históricos, en 2016 y 1909-1910, cuenta dos historias que están relacionadas con asesinatos. La de 2016 es la del dirigente de los periodos represivos más duros de la intelectualidad cubana en los años 1970-1980, que aparece muerto, y después aparece de la misma forma, mutilado y con bastante violencia, su compinche en unos ciertos negocios que estaba haciendo este personaje. Y en 1910 es la de un famoso proxeneta cubano, un personaje real, histórico, Alberto Yarini y Ponce de León, y alrededor de él hay una historia de prostitución y hay prostitutas que aparecen asesinadas y mutiladas también. Esas dos historias criminales corren en un sentido paralelo. Y para ese paralelismo necesitaba más nexos, me decía mi editor, pero es que las dos historias tienen el mismo origen. Hay un nexo histórico y espacial muy importante que es La Habana.
–O sea, que la ciudad es protagonista.
–Es una novela que solo puede ocurrir en La Habana porque son personajes de espacios, historias, paisajes, sensaciones y olores habaneros. Es una historia en que La Habana es posiblemente la gran protagonista: la enloquecida de 1910 cuando se acerca el cometa Halley a la Tierra y parece que va a venir el apocalipsis y la de 2016, cuando llega el presidente Obama, el concierto de los Rolling Stones, el desfile de Chanel, la filmación de 'Fast&Furious'... En fin, que el espacio y el ambiente habanero le dan esa gran unidad a esta novela en la que hay más crímenes que en el resto de todas mis historias con el personaje de Mario Conde.
–¿Cuál es su relación con un personaje que lleva tanto tiempo en su vida?
–Yo creo a Conde en el año 1990, se publica en 1991 la primera novela, 'Pasado perfecto', y ha aparecido en nueve de mis libros. Empezó, en aquel 1989 en el que se desarrollan las primeras cuatro novelas del personaje, teniendo 35 años y en esta de 2016 está por los 62. Es decir, ha ido viviendo no solo la historia social, económica y política cubana, sino también la historia de un proceso de madurez y envejecimiento, que son las dos fases que yo también he vivido en Cuba. El personaje me ha servido mucho para dar esa mirada respecto a la realidad cubana desde un punto de vista social e íntimo, pero también me ha dado la posibilidad de ver el desarrollo interior de la persona que va evolucionando con los años y va teniendo, por supuesto, percepciones diferentes de la vida. No vemos el mundo con los mismos colores a los 35 años que a los 65 y eso es algo que también a mí me interesa reflejar y para lo que él me ayuda.
–Pero algún conflicto habrá tenido con él.
–A veces tengo ciertas disputas con él, porque como ya tiene una individualidad tan marcada, yo necesito que haga ciertas cosas y él se niega. Tenemos ahí nuestras desavenencias y a veces cede él y a veces tengo que ceder yo.
–¿Con qué colores ve usted ahora mismo Cuba?
–Cuba, con independencia de que esté camino de cumplir los 68 años, que hace que uno se convierta en un poco más conservador e incluso más pesimista, yo veo la realidad cubana con tintes muy oscuros. Se está viviendo la profundización infinitamente depresiva de un proyecto que no encuentra soluciones para darle esa vida mejor que le prometió a la gente. Estamos con falta prácticamente de todo. Lo último es una crisis de combustible que ha empeorado el transporte público, el de mercancías, pero faltan alimentos, medicinas y, sobre todo, ya lo que más falta en Cuba es esperanza. Se refleja muy claramente en esa crisis migratoria que se ha ido urdiendo. Imagínate que el año pasado se fueron de Cuba para cruzar la frontera de México con EE UU un cuarto de millón de cubanos. Eso indica que hay un cansancio en la gente, sobre todo en la joven, que no quiere esperar, que no puede esperar a que pasen cosas y que su vida pueda tener una perspectiva mejor. No ven que ese telón se levante y haya una luz al final del túnel.
–¿Usted tampoco ve esa luz?
–Estoy cada vez más pesimista, porque yo creo que el gobierno en Cuba está tratando con banditas antisépticas lo que requiere operaciones radicales. Y así las cosas no van a mejorar.
–Y menos en este mundo de incertumbre, de crisis, de guerra. Esto es una mala novela.
–Ha pasado todo a nivel universal. Es cierto que la pandemia ha provocado una profunda crisis económica de la cual los países empezaban a recuperarse y comenzó una guerra en Europa, donde ya parecía que no iban a ocurrir más guerras. Aunque todavía es un conflicto que se podría llamar local entre comillas, ha tenido consecuencias universales, por la relación de Rusia con el resto de Europa, con los Estados Unidos, los problemas del trigo, del gas... Se han juntado ahí elementos que en el caso de Cuba se han venido a sumar a una ineficiencia del sistema económico, del aparato productivo cubano y ha provocado esta tormenta perfecta en la que además hay que poner como uno de los elementos influyentes la política de bloqueo de los EE UU hacia Cuba, que afecta en muchos sectores de la vida económica y financiera.
–¿Qué le ronda por la cabeza, el papel o el ordenador?
–Estoy muy al principio de una historia que quiero escribir, de la cual no quiero levantar mucho porque está tan al principio que puede cambiar todo lo que estoy pensando. Estoy haciendo anotaciones a partir de un personaje bastante cínico y pesimista, un hombre de mi generación. Todas mis novelas presentan una perspectiva generacional, pero si Conde tiene una actitud que se define por la ironía, que es como un escudo, este se va a definir por el cinismo, que es una espada. Por ahí andan los apuntes.
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