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Ana Fernández y Alicia Mourelle, en el puesto de la Fundación Federico Engels en la Semana Negra. FOTOS: CAROLINA SANTOS

Una feria del libro «animada», pero sin bocadillos ni noria

ANA RANERA

GIJÓN.

Jueves, 9 de julio 2020, 00:13

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El ambiente es distinto, pero el espíritu es el mismo en la feria del libro de la Semana Negra. Allí, en la calle Tomás y Valiente, se respira literatura y se sienten las ganas de perderse entre el papel y la tinta que tantas historias dibuja dentro de las páginas que se acumulan sobre los puestos. La ausencia festiva que este año acompaña a la Semana Negra -ni bocatas de calamares, ni noria, ni música 'al altu la lleva'- no está siendo impedimento para que el público se acerque.

«La gente se está animando a comprar, estamos vendiendo muy bien», aseguraba Dosinda López mientras colocaba algunos ejemplares en su puesto de la librería 4 Letras. Y su alegría era compartida por casi todos los libreros que, cuando la pandemia se desató, no imaginaban que en julio iban a poder encontrarse en su querida Semana Negra. «Bastante tenemos con que se haya podido celebrar», afirmaba, feliz, Elías Serrano, de Identidad Secreta. Aunque, inevitablemente, también echa en falta el espíritu habitual de esta cita veraniega. «Se nota la diferencia, pero esto está muy bien. Eso sí, nuestro público objetivo es más joven y falta el ambiente de los chiringuitos para que se anime a venir más gente», comentaba deseando que las nubes jugaran a su favor y encapotaran la mañana, eso sí, sin lluvia.

La novedad de esta edición pasa porque todos los que visitan la Semana Negra lo hacen por su pasión a la literatura. «Viene solo gente que está interesada en los libros», opinaban Alicia Mourelle y Ana Fernández, de la fundación Federico Engels. Una idea en la que coincidía Elena Rodríguez, de Magazín: «Me gusta cómo está este año porque vuelve a su esencia, se centra mucho más en los libros y las conferencias en el Antiguo Instituto dan un aire elegante», decía. Pero hay cosas instaladas en su costumbre que se echan demasiado de menos. «Falta el tomar un granizado a media tarde», bromeaba.

Laura Palacio, al frente del puesto de la editorial Pez de Plata, agradecía la ubicación: «Estar en el Parchís viene muy bien». Pero Emilia Valle, del puesto de Personajes, lamentaba la falta de visitantes casuales. «Eran muchos los lectores que venían, pero también eran muchos los lectores que nacían de la Semana Negra», contaba ella, una veterana de esta feria que, esta vez, se celebra con itinerarios señalados, control a la entrada y a la salida y mascarilla obligada para trabajadores y clientes. Pero al menos los libros se imponen y la literatura puede celebrarse.

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