Rubén González Tuero
El autor gijonés y profesor jubilado recrea su ciudad natal en un futuro distópico en la novela con la que ganó el Premio Ateneo de Valladolid
El pasado abril Rubén González Tuero (Gijón, 1962) obtenía el Premio de Novela Ateneo de Valladolid con una obrade género negro ambientada en un futuro ... distópico y en su ciudad natal. 'Gijón 2085', es el título de la novela recién publicada por el sello Menoscuarto y que se presentará en la librería Matadero de Oviedo el 17 de junio. Su autor nos habla de ella.
–¿Cómo recibió este premio?
–Me pilló totalmente desprevenido, no estaba al tanto de cuándo era el fallo ni de que estaba en la terna de finalistas. Fue una sorpresa total. Mis anteriores novelas las había autoeditado, eso significa que te leen los amigos y que un jurado cualificado elija la tuya entre más de 180 novelas es un subidón de autoestima enorme.
–¿Cómo es ese Gijón de 2085?
–Lo que cuento es que hacia 2050, a consecuencia del cambio climático se produce una subida del nivel del mar que acaba reventando El Muro e inundando toda la zona centro. Hay unos años de catástrofe total, luego una ingeniera de la Universidad inventa una turbina que aprovecha las mareas y el oleaje para producir energía, que lo consigue en cantidades brutales. Se construye una barrera entre el actual Club de Regatas y el Rinconín para contener el mar e instalar 35 potentes turbinas que dan a la ciudad una fuente prácticamente inagotable de energía. La ciudad se transforma en un centro tecnológico y económico de primer orden.
–¿Qué más cambios sorprenderán al lector local?
–Por ejemplo, preveo que Cimavilla se convierta en una especie de gueto autogestionado medio hippie medio hippie, un poco al estilo de la Christiania de Copenhague, donde no admiten las comunicaciones sin alambre, no quieren internet ni móviles y siguen pagando con monedas. Son una especie de burbuja un poco fuera del sistema. Hay otros cambios y avances, unos positivos, otros no tanto, aunque no es una novela de esas catastrofistas y apocalípticas.
–¿Procuró no incurrir en un futuro demasiado alejado del tiempo actual?
–Me planteé cómo era la sociedad hace 60 años, cómo es ahora, en qué hemos cambiado y en qué no, y cómo podría ser dentro de otros 60 años. Y desde la década de los 60 hasta ahora hay cosas que han cambiado muchísimo: era impensable internet, los teléfonos móviles. la inteligencia artificial, etc. Pero por otra parte la gente sigue yendo a los bares a ver los partidos de fútbol. Hay cosas que no cambian y las relaciones entre las personas, pues bueno, cambian en algunas cosas y en otras se mantienen igual .
–Una de ellas es que en ese Gijón de 2085 sigue habiendo alcaldesa.
–Sí, sí, hay una alcaldesa. Y también se menciona a un alcalde de infausto recuerdo que recalifica los terrenos del parque de Los Pericones para hacerlos edificables, argumentando la falta de ello en la zona más alta para contener una nueva inundación.
–Vamos, que cierta forma de entender la política tampoco habría cambiado mucho con el paso de los años. ¿En eso no sería muy optimista?
–No lo soy, corrupción la hay y la seguirá habiendo. Y veo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres, mayor desigualdad y con el cambio climático desaparecerían muchos cultivos. La mayor parte de la comida viene de granjas de insectos.
–¿Oricios, ni hablar?
–Ni sardinas, que serían algo de lujo, al alcance de unos pocos. El impacto negativo del cambio climático y un mayor control social por la tecnologización son elementos que quise plantear en ese futuro no tan lejano.
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