«Las mujeres sufrimos para frenar el paso del tiempo»
La autora ganó el galardón de narrativa breve con 'La vida por delante', un libro de cuentos en el que explora la muerte desde el humor
Magalí Etchebarne habla con el acento de Buenos Aires agarrado a la voz, aunque su historia tiene origen asturiano. Su abuela era ovetense, «de Olloniego», ... y hoy conocerá por fin la ciudad porque estará, a las 19 horas, en la librería Matadero Uno para presentar 'La vida por delante', el libro ganador del Ribera del Duero de Narrativa Breve.
–¿Están los cuentos ganando prestigio en la literatura?
–Eso es algo que solo percibo acá, quizá en España se considera el cuento el género de partida hacia el género grande que es la novela, pero en Argentina no se vive así. El cuento allí es un género muy próspero y de hecho nuestros más grandes escritores eran cuentistas. Nosotros no lo vemos como un género menor ni de iniciación.
–¿Qué tienen en común las cuatro historias que componen 'La vida por delante'?
–Aunque se titule 'La vida por delante', creo que todos los cuentos están atravesados por la muerte y por el dolor. Mientras los escribía, pensaba que estaba abordando temas bastante oscuros, pero al mismo tiempo están conectados por los viajes y esos viajes son un intento por descubrir algo o por dejar algo atrás. Lo que llevan consigo lo cargan hasta el final.
–Al concederle el premio el jurado resaltaba el humor, ¿con él pesa menos la muerte?
–Todo pesa menos con humor y es una forma de tomar distancia. Me parece que es una forma que tenemos de salvarnos y también de ser críticos porque poder burlarnos de algo nos permite tomar distancia, no con superioridad, pero a veces sí dejando a la vista lo que tiene de absurdo.
–Habla en el libro del paso del tiempo en el cuerpo de las mujeres, ¿cada vez nos cuesta más asumir la vejez y las consecuencias que tiene?
–Yo creo que siempre nos pasó eso. Antes estaba mirando la cuenta de Instagram de una tienda de ropa interior y las chicas comentaban en la foto que eran prendas incómodas y yo pensaba que eso es algo que ocurre desde hace siglos, que las mujeres estemos incómodas para aparentar estar bellas o que tengamos que sufrir para frenar el paso del tiempo. Yo creo que estamos acostumbradas a asumir que nuestro cuerpo está disponible para hacerse cualquier cosa con tal de frenar la vejez. A mí eso me genera mucho estupor, por eso también en el relato eso aparece de un modo cómico.
–También relata el cuidado de los padres y su muerte, ¿se habla muy pocas veces de lo complicado que es acompañarlos a ese final?
–Se ve poco quién cuida de los ancianos en general. Quizá por mi experiencia propia, por el cuidado a mi madre, se me apareció ahí en la escritura y es una situación que es parte de la vida y que casi siempre hacemos las mujeres. Me interesaba que apareciera como un ejercicio que tiene un coste emocional y físico.
–Hay otra muerte en el libro, la del amor, ¿cómo fue sumergirse en esa discusión eterna?
–Me quise imaginar a una pareja que se sube a un coche y que empieza a discutir y que esa discusión no parara, que durara kilómetros, toda la escapada y todo el viaje de vuelta. Me divertía pensar en cuánto podía durar la tensión en una pareja.
–¿Está ya pensando en nuevas historias?
–Llevo bastante tiempo dándole vueltas a algo, pero de momento es bastante amorfo. Quizá sea algo más extenso, quizá sea una novela, pero me la imagino en partes porque pienso que no podría estar con los mismos personajes 300 páginas.
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