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'Ratones en la despensa' es el título del sorprendente debut narrativo de Raquel Presumido (Oviedo, 1992). Publicado por el sello Pez de ... Plata, en los diecisiete relatos que lo componen se pueden encontrar, como bien anuncia la propia reseña promocional, una mujer a la que se le sale el corazón por la boca y lo arroja a los gochos, un minero silicótico que controla el pueblo a través de una maqueta, una campesina enamorada de su espantapájaros o un ahorcado que custodia el pueblo desde un pinar. Puro surrealismo mágico, como lo define el músico Rodrigo Cuevas, para quien no hay duda de que «la supervivencia de la retranca, tan importante en nuestro ADN narrativo, está garantizada por una generación más. La sorna y la inteligencia casquivana inundan estos relatos emocionantes e hilarantes a partes iguales».
Su autora asume los elogios con la naturalidad del contexto rural en el que se sitúan sus relatos. «Soy de una zona fronteriza entre Asturias y León, de Rodiezmo de la Tercia, un lugar rural, con un pasado minero, más semejante a Asturias que a Castilla, una zona de paso y como ha sido donde más tiempo he pasado en mi vida, en veranos, fines de semana desde muy pequeña, todas las historias y los miedos más anclados en mi memoria tienen un escenario rural. Por eso, el libro está dedicado al pueblo de mis sueños y mis pesadillas».
Presumido apunta que «el mundo rural tiene cosas muy buenas, pero también oscuras, menos positivas. Normalmente se hace una lectura de los entornos rurales de forma muy dicotónima: o es un locus amoenus o un locus terribilis, es una mirada urbana a lo rural, y la gente que vive en los pueblos saben que ambas realidades están entremezcladas. No fue a voluntad escribir sobre el pueblo, sino que es parte de mi imaginario», asegura.
Al lado de las historias y personajes alucinantes de este microcosmos, a quien lee estos relatos le maravilla la concisión y visualidad del lenguaje en que están escritos. Su autora cree que «el propio género del relato pide que nada de lo que está escrito sea superfluo, es la esencia del género. Para divagaciones mayores ya está la novela». Y su apuesta clara es que en la narrativa «menos es siempre más, me siento cómoda en la economía de las palabras y la generación de imágenes fuertes o impactantes». Un ejemplo de ello lo encontramos abriendo el libro al azar y leyendo líneas como «volvió Milio una noche a su casa y le parecieron las ventanas pupilas diminutas; las paredes y el tejado, gélida y vacía cáscara. Sintió el cementerio en la nuca».
La escritora revela que la mayoría de estas historias «son ideas que se fueron cocinando en mi cabeza desde pequeña» y el resultado que ahora se materializa en forma de relatos «una suerte de novela o de ventana de una casa por la que ves cosas que pasan en un mismo pueblo». Lo presentará el próximo 22 de junio en la FELIX de Gijón, de la mano de Azahara Alonso.
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