Txell Feixas, periodista y escritora
Presenta este sábado en el Aula de Cultura de EL COMERCIO en la Semana Negra 'Aliadas', una historia de sororidad en el campo de refugiados de Chatila en Líbano
Es una mujer valiente que ansía contar y poner luz sobre las vidas de mujeres valientes. Txell Feixas, periodista especializada en Oriente Medio, Premio Nacional ... de Periodismo de Cataluña, llega a la Semana Negra a través del Aula de Cultura de EL COMERCIO para presentar este sábado (18.30 horas, Espacio Aquemarropa) 'Aliadas' (Capitán Swing), una historia de feminismo, de sororidad, que se adentra en el drama del matrimonio infantil, pero que es sobre todo luz y esperanza. Un equipo de baloncesto de niñas ha sido y es una revolución en el campo de refugiados palestinos de Chatila, en el Líbano.
–¿Por qué surge la necesidad de escribir este libro?
–La necesidad de contar esta historia nace de que me tocó el corazón. Me enamoró a la vez que me golpeó. Yo tenía un concepto de Chatila antes de ir como corresponsal en Oriente Medio para los medios públicos catalanes de un campo de refugiados que me resonaba por el genocidio de 1982 y para mí era un sitio oscuro, de guerra, muerte, destrucción, armas, drogas, gueto... Esa narrativa se rompe cuando pones un pie allí y vas, vuelves y regresas. En medio de tanta oscuridad había mucha luz que yo ni imaginaba. Quise contar el impacto que me generó y cómo era el milagro de que el primer equipo, no de Chatila ni de Beirut, sino de todo el Líbano, había llegado en un sitio aparentemente tan hostil, tan conservador y tan patriarcal como era Chatila, donde sus mujeres no pueden pisar las calles si no tienen el permiso de sus maridos. Me quedé enganchada a esta iniciativa revolucionaria que es un intento de pista de baloncesto en una quinta planta de un edificio, para dar seguridad y proteger a las niñas. Fui tirando del hilo y acabé haciendo un retrato de lo que son aún muchas infancias en Oriente Medio.
–El matrimonio infantil es crucial en la creación de ese equipo de baloncesto femenino.
–Sí, al final la iniciativa de crear un equipo de baloncesto solo para niñas nace de Majdi, un padre que en una acción individual de amor y protección hacia su hija, acaba provocando una revolución feminista en un sitio como Chatila. Al final, a él lo que le pasa es que tiene tres hijos, la mayor es Razan, y ve cómo con once años su niñita puede acabar como muchas de sus amigas, es decir, casada a esa edad, embarazada poco después, muriendo en el proceso porque sus cuerpecillos no están preparados, cayendo en drogas, porque muchas de ellas prefieren estar colgadas antes que conectadas a la rutina diaria del campo, dejando la escuela y convirtiéndose en esclavas domésticas. Él no quiere eso para su niña y se inventa a un equipo de baloncesto, porque las niñas ahí no juegan, miran cómo lo hacen los niños, y tiene que hacer un puerta a puerta con los padres de las amigas de su hija para convencerles de que las dejen jugar y cuando lo consigue y estas niñas bajan a la calle se encuentran con que les gritan, les silban, las persiguen, las intimidan... Por eso crea la cancha como espacio de protección.
–Dice revolución. ¿Es tal?
–En Oriente Medio la revolución del feminismo no es explosiva, es lenta. Avanza, pero tres pasos para adelante, dos atrás. La lucha está, sus mujeres ya hace años que han dicho basta, pero es verdad que es una región donde sus países sufren muchas convulsiones de diversa índole, y cualquier guerra, crisis social o política, pandemia o desastre natural lo primero que hace es empujar otra vez a las mujeres a encerrarse, no porque ellas quieran, sino porque los hombres las empujan. Para mí es una revolución pero a los tiempos que marcha Oriente Medio y lo es aunque no la veamos, esa resistencia es clandestina y discreta porque te quitan la vida por ello.
–¿Es optimista?
–Soy una optimista realista. Intento serlo porque son mujeres en su gran mayoría que han decidido que no van a parar y no tienen nada que perder. Antes quizá no podían ver más allá, pero ahora gracias a internet, a la globalización, saben qué hacen las mujeres en otros lugares y no se quieren contentar con lo que tienen y quieren luchar por ello. Yo en el libro cuento la escena de una niña a quien pegan por ir a entrenar y ella con doce añitos dice que prefiere morir de una paliza que quedarse en la cárcel de su casa y que si muere por ello hará para que sus compañeras de equipo puedan soñar con ser las mujeres en las que quieren convertirse. Eso significa que las cosas están cambiando.
–¿Qué podemos hacer nosotras por ellas?
–Querer conocerlas, tener la mirada abierta a esta zona del mundo. Con esta lectura lo bonito es entrar en una historia y salir de forma diferente, que después de de 'Aliadas' pienses ¿esto está pasando ahí? ¿qué puedo hacer? Quiero saber más. Desde aquí podemos acompañarlas.
–Chatila es una cárcel al aire libre y sus casas son prisiones. Es difícil ser optimista.
–En Oriente Medio muchas de las resistencias se dan cocinando entre fogones, en espacios que relacionamos con la opresión, pero ellas han aprendido a abrir ventanas, tejer complicidades y luchar por sus derechos. En Afganistán, por ejemplo, las mujeres lideran redes de escuelas en sótanos de casas particulares, hay centenares de escuelas secretas, que no se las vea no quiere decir que no estén luchando. En Chatila pasa lo mismo. Cuando yo entré pensé 'es uno de los sitios peores que he visto en el mundo', pero cuando entré en las casas vi que había luces de esperanza.
–¿Cabe la lucha en lugares como Gaza en los que la supervivencia diaria es una batalla casi imposible?
–La lucha ahí es para que no te maten en un genocidio retransmitido a diario. Aquí se hace más evidente que el feminismo es distinto en una zona u otra del mundo.
–¿Cómo está viviendo lo que ocurre en Gaza?
–Hay una crisis ética aparte de la humanitaria que es indescriptible, nunca habíamos vivido algo así en directo. Deshumanizando a los palestinos nos estamos deshumanizando nosotros. Lo vivo con mucha pena a nivel personal y humano y con rabia a nivel profesional por no poder entrar en Gaza. Pienso que con esta prohibición de Israel de acceder a los medios internacionales está ejecutando una censura extrema. Se pierde el relato humano y nos aleja más, es otra forma de deshumanizar a un pueblo que no estamos contando ni de forma digna ni humana.
–¿En esto es también optimista?
–Si está en manos de quien está es difícil que se arregle. Netanyahu quiere una guerra por sus ansias expansionistas históricas y también la necesita para poder salvarse de los casos de corrupción que le llevarían seguramente a la cárcel. Al otro lado está Trump, un pirómano como Netanyahu, y Europa es el colaborador necesario en este genocidio. Me parece muy difícil que esto se pare porque los actores que podrían hacerlo no están por la labor.
–Parece que nos hemos olvidado de Irán, que tuvo su revolución feminista y ahora vive de nuevo una guerra.
–Es preocupante la dictadura informativa, cómo nos pone temas en primera página y luego desaparecen. En general en la región vamos dejando cabos sueltos, pero mientras no se arregle el nudo central, que es la cuestión palestina, todo va a seguir incendiándose de forma cíclica. Netanyahu intentó llegar a acuerdos con los países vecinos olvidándose del tema palestino y no le ha salido bien. Hasta que eso no se arregle va a seguir siendo un polvorín.
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