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Decenas de personas esperan la llegada de las cenizas de Xuan Bello a la entrada del templo parroquial de San Frichoso, que se quedó pequeño. FOTOS: P. A. M. E.

Xuan Bello descansa ya en la tierra que siempre llevó en el alma y a la que hizo universal

El irrepetible escritor de Paniceiros recibió su último adiós en un emocionante funeral entre familiares, amigos y vecinos de su lugar

Jueves, 31 de julio 2025, 22:30

Las cenizas de Xuan Bello, 'el escritor universal de Paniceiros', como lo recordó su amigo Neto en estas mismas páginas, ya reposan en la tierra que le vio nacer, la de los suyos, a la que siempre llevó en el alma y que fue como en su poema más leído la 'Xerusalén na palma d'un nenu'. Volvía para descansar en ella para siempre, rodeado de las personas que más quería: su madre Estrella, su hija Lena, su mujer Sonia y su hermana Maya. También de muchísimos de los incontables amigos que fue ganando a lo largo de una vida injustamente truncada el pasado martes. Y de otros tantos vecinos de la parroquia de San Frichoso, a la que pertenece Paniceiros, junto a Xenestosa y Orderías.

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Tantos cómplices de Xuan quisieron acompañarlo en su regreso definitivo al lugar natal, que como ocurriera el día antes, en su despedida en el tanatorio de Los Arenales de Oviedo, la mayoría hubo de quedarse fuera de la pequeña iglesia parroquial mientras se celebraba el oficio religioso y las estrechas vías del pueblo se vieron totalmente desbordadas por los numerosos vehículos llegados de todas partes para darle el último adiós al irrepetible escritor.

Allí, a la entrada del templo, estaban de nuevo sus amigos de siempre, la consejera de Cultura, Vanessa Gutiérrez, y su director general de Política Llingüística, Antón García; sus compañeros de la tertulia Óliver, Martín López Vega, Javier Almuzara y Lino Fernández Veiguela; compañeros de 'lletres' y reinvindicación asturianista desde los tiempos universitarios como el poeta y psiquiatra Ignaciu Llope, el político y emprendedor José Arias Suárez Cachero 'Felechosa' o los profesores de la facultad de Filología Ramón d'Andrés y Teresa Lorences; el historiador Cheni Uría, el abogado y narrador Miguel Rodríguez Muñoz o el gaitero Flavio Benito, que interpretó durante el funeral la emocionante 'Marcha d'Antón el neñu'. Entre quienes quisieron estar a su lado y al de sus familiares más cercanos, una desolada Yolanda Castaño, Premio Nacional de Poesía, que no dudó un instante en venir desde A Coruña para acompañar al amigo, o los también poetas asturianos Miguel Rodríguez Monteavaro y Chechu García.

Estaba la música dulce y a la vez intensa de la gaita –como la voz que habla en sus versos– de su compañero de fatigas y felicidades, Flavio, a un lado del altar. Y otra música no menos dulce y amada, la de la lengua asturiana a la que hizo grande con sus palabras y su compromiso inquebrantable, acompañó a Xuan en su despedida en un funeral oficiado en ella por el párroco de La Montaña y Belén, en Valdés, Emilio Menéndez, al que secundó igualmente en asturiano en algunas de las lecturas litúrgicas el sacerdote y antiguo abad de Silos, Víctor Márquez Pailos.

Las propias palabras de Xuan Bello fueron recordadas por Emilio Menéndez en su homilía al leer uno de los poemas de 'El llibru nuevu': «Aduces voi morriendo. Sélo porque vivo, y, amás, útimamente, falo muncho colos muertos» y su final, premonitoriamente conmovedor: «a poco y a poco voi morriendo, y cada vez/ente los mios, namás atopo a los muertos/dispuestos a ayudame un poco na allegría/de los que fomos, pouquinín a pouco, quedando./Dícenme: '¿Pa qué tienes priesa?'; dícenme:/'¿Cómo vas morrer agora que nun puedes?/Tienes amor/tienes vida/tierra qu'atender/y, más que nada la obligación de ser nós/agora que nun tamos'».

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Otra voz, que habría alegrado a Xuan escuchar, la de su joven vecina de Paniceiros Cristina Fernández, de Casa Argenta, leyó con emocionada serenidad el poema que lleva el nombre de su aldea: 'Conozo un país onde'l mundu/ l.lámase Zarréu Grandiel.la Picu La Mouta... Paniceiros'. Y como en una de las prodigiosas maravillas de sus relatos, a la salida de la iglesia, al otro lado de las últimas casas de San Frichoso, allí hacia la hondonada del valle del Esba, allí estaban todos esos nombres dando fé de su realidad bajo un cielo 'altu, lluminosu, esbeltu'. Y a pesar de la tristeza infinita del momento, Xuan tuvo un final feliz: volvió a la tierra, rodeado de amigos y flores.

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