Joaquín Sabina vuelve a Gijón, su escenario más feliz
En Gijón ha vivido momentos inmensos e intensos y también «el más jodido de mi vida». Retorna Joaquín Sabina para decir adiós a la ciudad que siempre le aplaude
Fue por San Joaquín la última vez que Sabina pisaba escenario en Gijón. Corría 2017 y en el patio de la Universidad Laboral ... una multitud aclamó su voz, sus versos, su banda y hasta su humildad a la hora de reivindicarse como el peor cantante de cuantos le acompañaban en escena. El Sabina de entonces ya recordaba en las vísperas de aquella noche de la gira 'Lo niego todo' en una entrevista con este periódico que Gijón no es cualquier plaza, que siempre se ha establecido un afecto singular y único que se ha traducido en todo lo mejor y en todo peor. En 2005, el Jovellanos le vio abandonar el escenario con la voz enmudecida en el que fue su primer 'gatillazo profesional', que acabaría por dar luz a un soneto con el que pedir disculpas. Eso sucedió en diciembre y en mayo del año siguiente arrancaba la gira de 'Carretera y top manda' de rodillas en el Palacio de los Deportes con el público rugiendo y otorgando el más caluroso perdón.
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Pero el idilio con la ciudad empezó mucho antes. Arrancó en los felices ochenta cuando Sabina aún no era el grandísimo Sabina de hoy, cuando aún no refulgía la estrella y era un chaval que empezaba a asomar la cabeza con fuerza en el siempre complicado mundo de la música. Entonces, aquí, cuando los aplausos no eran tantos como los que ahora inundan su vida y obra, se le ovacionó. Y mucho. Así recordaba en este periódico su primera visita a la ciudad: «Estábamos empezando a hacer giras grandes y encontramos allí algo mágico. Yo no había estado antes en Gijón y ninguno entendíamos lo que pasaba con esa ciudad, pero algo pasaba. Y lo digo de verdad, durante 10 o 12 años Gijón fue el lugar del mundo donde yo me sentía más abrazado y más apadrinado», dijo entonces. Lo reitera siempre que tiene ocasión. Y algo tuvo que ver precisamente este periódico: «Un tipo de EL COMERCIO, cuyo nombre me duele no recordar [J. J. Medina], nos hizo unas críticas buenísimas a las que nosotros no estábamos acostumbrados. Pero de verdad que no hubo en eso nada de sobreinterpretación y que nuestra relación con Gijón era y es increíble», rememoró en una entrevista con Juanma Castaño.
El programa
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Gijón Life. Joaquín Sabina, esta noche, 22 horas, entradas agotadas. Juan Luis Guerra, martes 22 (General 71,50 euros; Front Stage: 126,50). Leiva, sábado 26 (42 euros).
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Dónde En el parque de los Hermanos Castro.
Así comenzó todo. Luego llegarían múltiples noches memorables. Solo o en buena compañía, como la de su amigo Serrat en el escenario, con Víctor Manuel y Ana Belén, con su gran amigo el poeta Ángel González devorando whisky y cigarrillos en la velada poética de la Semana Negra... Todo lo dicho sin olvidar aquel inolvidable Antroxu en los tiempos de Tini Areces como alcalde en los que se plantó en la plaza del Ayuntamiento vestido de torero. Era 1989. Se fue de juerga de aquella guisa y con careta. Pero, por mucho que le dieran la una y las dos y las tres, ni entonces ni en otra ocasión acabó entregado a la camarera de un bar «después de un concierto». Por mucho que se haya creído que sí, no fue este el lugar de inspiración de esa canción.
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Claro que, como en las buenas historias de amor, siempre hay altibajos. Y aquí vivió el gran bajón de su vida. Y eso une tanto o más que un idilio maravilloso que esta noche escribirá el capítulo del adiós. «He tenido dos gatillazos, uno en Gijón y otro en Madrid, es decir, en los dos sitios que más me importan del mundo. En Gijón creí que me iban a matar, pero no me mataron. Estaba cantando como el culo y tenía la impresión de que estaba engañando a la gente que había pagado su entrada. Ése ha sido profesionalmente el momento más jodido de mi vida».
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