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Un momento del concierto de la OSPA en el Jovellanos.

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Un momento del concierto de la OSPA en el Jovellanos. DAMIÁN ARIENZA

La OSPA celebra a Bernstein

A las órdenes de Max Valdés, interpretó en el Jovellanos un programa en honor del famoso director

RAMÓN AVELLO

GIJÓN.

Viernes, 12 de octubre 2018, 00:56

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Desde el año 1994 hasta 2010, Maximiano Valdés fue el director titular de la OSPA. Valdés llegó a la orquesta en un momento complicado, tras el cese de Jesse Levine y, sin duda, el buen hacer del director chileno no solo limó aristas, sino que dio a la OSPA proyección, madurez y una personalidad propia. Ayer, en el concierto inaugural de la temporada de abono, Valdés volvió a subirse al podio de su orquesta, en un programa dedicado a la música del siglo XX, con la interpretación de obras de Ginastera, Bernstein y Bartók, y, en particular, a la celebración del centenario del director y compositor Leonard Bernstein. Valdés parece que tiene un trato con el demonio. Después de 20 años tiene el mismo pelo, el mismo gesto, el mismo peso... por él no pasa el tiempo.

La 'suite' Panambí es una composición juvenil de Alberto Ginastera. Inspirada en la mitología de los indios guaraníes, Ginastera combina un exaltado lirismo con el espíritu desenfrenado y rítmico de la danza, especialmente el segundo movimiento, que fue una orgía para los percusionistas.

Bernstein concibió su 'Serenata para violín y orquesta de cuerda' como una paráfrasis musical sobre las ideas del amor, descritas en el 'El banquete', de Platón. Los tres movimientos centrales se desarrollan partiendo del anterior, y, más que al mundo griego, la música remite al jazz y la comedia musical. El violinista austriaco benjamin Schmid hizo una versión muy limpia, muy lírica y excelentemente cantada. En la segunda parte, la OSPA interpretó el 'Concierto para orquesta', de Bartók, donde varios instrumentos individuales se oponen en un procedimiento cercano al concerto grosso, a la orquesta. La versión fue lo mejor del concierto. Bellísima en los juegos de color, expresiva, irónica en el tercer movimiento, muy equilibrada en el contrapunto, sobre todo en la grandiosa fuga final, y conservó siempre esos rasgos húngaros del compositor.

Tras los aplausos y bravos del público -que mediaba el aforo del teatro- y de la propia orquesta, el maestro chileno ofreció una 'propina verbal'. Recordó que, cuando empezaron con la OSPA en el Conservatorio de Oviedo, «había gente de todas las nacionalidades, se hablaban muchas lenguas, pero todos estábamos integrados en Asturias». «Para mí es un motivo de orgullo, igual que para todos los que han contribuido a que la OSPA simbolice ese ideal de excelencia tan difícil de alcancar», dijo.

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