Una ópera que se hace teatro y retorna a su origen sonoro
'La flauta mágica', que el viernes próximo alza el telón en el Campoamor, introduce a los personajes en el universo de la escena y hace sonar a Oviedo Filarmonía sin vibrato, con trompetas y timbales barrocos
M. F. ANTUÑA
Viernes, 1 de octubre 2021, 17:52
Quizá la razón de su magia está en su popularidad. Nadie es ajeno a sus arias más famosas. Todo el mundo ha canturreado alguna vez ... ese «tarararararararararara» maravilloso que interpreta la Reina de la Noche para deleite universal. 'La flauta mágica', ópera de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto de Emanuel Schikaneder, estrenada en 1791 en Viena y con múltiples lecturas ocultistas y masónicas, es uno de los títulos operísticos más representados, es una obra que atrae a todos los públicos. ¿Pero cuál es la razón de su magia? «Es una pieza de Mozart y eso es siempre una garantía, pero es que fue compuesta para que fuera popular, para todo el mundo, para sacar dinero, y tiene los suficientes atractivos para gustar a la persona más erudita y a la más alejada del mundo de la ópera, con personajes cercanos, que enganchan, y además cuenta con momentos musicales muy mágicos como pueden ser las arias de la Reina de la Noche», resume Albert Estany, el director de escena, que no es ajeno a la filosofía que derrocha y las múltiples lecturas que de la pieza se pueden hacer.
Pero siempre hay que elegir. Y para narrar esta peripecia de dos parejas de jóvenes que emprenden un viaje iniciático repleto de problemas en el que acabará triunfando la luz sobre las tinieblas, Estany ha hecho su propia apuesta. No es que le haya quitado magia la 'Flauta'-eso es imposible-, pero ha optado más por el cuento para adultos que por el infantil, ha optado más por lo real que por lo abstracto. «Mi idea es que llegue al público de una manera bastante fresca, rompiendo a lo mejor algunos mitos, me gusta que tenga ritmo, energía, que sea divertida, que el público se entretenga, no me voy tanto al lado más filosófico, sino al más populista», señala Estany, que busca así viajar al origen.
Se ha aprovechado gran parte de una escenografía ya existente para levantar la propuesta escénica, que juega con vestuario contemporáneo. Estany aprovechó esta circunstancia para hacer teatro dentro del teatro, para llevar a los protagonistas a ese mundo. «'La flauta mágica' no deja de ser una historia de muchos personajes y cualquier historia de colectivos, unos grandes almacenes, un restaurante, por ejemplo, se puede adaptar bien a ella porque son roles un poco estereotipados, reflejo de actitudes en la vida. Esta es una pieza muy teatral, así que decidí encontrar los relativos dentro del mundo teatral de los personajes, me resultaba ideal mezclarlos y buscar los alter ego y ponerlos ahí», explica el director de escena.
Al frente de Oviedo Filarmonía está en esta ocasión su titular, Lucas Macías, que tiene sus porqués a las razones de la magia: «Es una ópera cargada de melodías pegadizas, que hemos escuchado en televisión, en anuncios... La semana pasada iba por la calle en dirección al Auditorio y había una pareja joven mirando el cartel y él le dijo a ella 'esta es la de tiquitiquitiquiti' y me di cuenta de lo conocida que es».
Para él, como director de orquesta, la partitura de Mozart «lo tiene todo». «Hay momentos en la obra que no son tan célebres, como la dos arias de Sarastro, que no hay palabras para describirlos; es tan conmovedora la música que te transporta espiritualmente a otro sitio, para mí es difícil resumirlo porque en esta ópera está lo que significa la vida, el amor, la ternura, la pasión, la nostalgia, lo tiene todo, es un cuento muy profundo sobre todos los aspectos del ser humano».
Más de un año lleva Macías con la partitura de acá para allá acompañándole. «La podría dirigir de memoria», confiesa. Es tarea ardua preparar una ópera, así que está feliz de escuchar a Oviedo Filarmonía «sonando de maravilla». Porque además se ha empeñado en recuperar en parte el sonido original y se han incorporado a la orquesta trompetas y timbales barrocos «para acercarnos a cómo sonaría la orquesta en la época de Mozart». No es posible lograrlo al 100%, puesto que los instrumentos del XVIII son de peor calidad que los de hoy, pero hay maneras. «Creo que nuestra misión es intentar acercarnos a la estética de sonido del momento. Mi reto es llevar la partitura al oyente lo más clara y más Mozart posible, no quiero personalizar la obra, no quiero hacerla a mi manera, sino hacer lo que quiso el compositor». Busca la pulcritud, la transparencia, la verdad. «La diferencia está en cómo vibrar, cómo utilizar el vibrato, tenemos instrumentos que a nivel sonoro suenan mucho más y hemos cometido el error de tocar este repertorio con mucho vibrato y eso en la época no existía, llega mucho más tarde, en la última época de Beethoven», explica Macías. Su objetivo: «Estoy evitando vibrar como en la época romántica para aligerar mucho más el sonido, quitarle peso», afirma.
El barítono Manel Esteve se mete en el papel de Papageno. No es capaz de recordar cuántas funciones de 'La flauta mágica' tiene a sus espaldas, pero contando versiones infantiles superan el medio centenar. También tiene su respuesta a la magia: «La flauta es un instrumento que suena bonito, de modo que el título ya es muy atractivo». Pero hay más: tiene ingredientes populares e intelectuales, lecturas variadas y melodías que son auténticos hits. Sin obviar que se escribió en otros tiempos, propugna valores: «Es una obra universal», concluye el barítono, que está feliz con el trabajo escénico y musical que se está haciendo en Oviedo. «Vamos a ver otra 'Flauta'. Albert le ha dado una vuelta maravillosa», anota el cantante, que subraya que ha perdido peso trascendente y ha ganado en ligereza. «Tiene puntos muy divertidos, muy locos», señala y concluye que la nueva propuesta no va a dejar indiferente a nadie. Él está tranquilo. Conoce a fondo a su Papageno y además sostiene que no es un rol especialmente difícil.
Pero para Serena Sáenz la noche del viernes será noche de estreno con mayúsculas y sucede que además ella es precisamente la Reina de la Noche. La soprano catalana debuta el rol después de que María Rey-Joly abandonara los ensayos por razones personales. Formaba parte del elenco en el rol de Pamina y dio el salto al protagónico, que no es muy prolongado en el tiempo -está unos 11 minutos en el escenario- pero tiene el gran peso de interpretar las arias más divulgadas de la ópera. Se da la circunstancia de que la segunda, la más famosa de todas, la interpretó con 12 añitos para entrar en el coro infantil del Palau de la Música de Barcelona. «Sin saber ni cómo ni qué hacía, le dije a la directora 'me sé una canción' y le canté ese pasaje». La vida la llevó a formarse como cantante profesional y en Berlín debutó dos de los papeles de la función, Pamina y Papagena. Ahora llega la gran oportunidad. Y sabe que precisamente lo que ella canta tiene muchísimo que ver en la grandeza de esta pieza: «Si ha perdurado en el tiempo y se ha convertido en uno de los títulos más representados es también porque las arias de la Reina de la Noche llegan a los extremos vocales a nivel agudo y las de Sarastro, a los extremos vocales graves, y ese contraste es muy atractivo». Uno y otro son roles «muy expuestos», que requieren «calma total y sangre fría para poder aplicar la técnica».
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