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Ultima actuación de los Beatles en la azotea del edificio Apple. Express/Getty Images
Medio siglo del último concierto de los Beatles

Medio siglo del último concierto de los Beatles

Hacían música, vendieron algunos millones de discos y se separaron por una combinación letal de mal de altura, hastío, diferencias artísticas, choque de egos y ambiente tóxico. Se cumplen cincuenta años del último concierto de la banda británica. Fue en la azotea de Apple, su estudio de grabación, en una gélida mañana londinense.

Magí Crusells

Jueves, 31 de enero 2019, 06:44

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Let it be fue el título de la última película de los Beatles y del último álbum editado tras su separación. El final de la banda se hizo público oficialmente en la prensa del 10 de abril de 1970. Pero su registro tuvo lugar 15 meses antes.

El grupo había decidido reunirse el 2 de enero de 1969 en un proyecto que en principio iba a llamarse Get back y luego se transformó en Let it be. Solo habían pasado dos meses y medio de las sesiones del doble The Beatles (1968) –conocido popularmente como el White Album–, muy poco tiempo para limar sus diferencias y rebajar las tensiones que se habían producido.

Ringo Starr, el batería, abandonó durante una semana el grupo entre finales de agosto y principios de septiembre de 1968 porque no se sentía querido por el resto de sus compañeros. John, Paul y George continuaron con sus labores como si nada hubiera pasado.

Déjalo estar

La idea original de Let it be era filmar y grabar a los Beatles ensayando, captando su espontaneidad, sin complejas técnicas de sonido, durante todo el mes de enero de 1969. Para el rodaje escogieron los estudios cinematográficos de Twickenham de Londres, y al director Michael Lindsay-Hogg.

El lugar no era el más adecuado, por sus grandes dimensiones, el frío, la sonoridad y el horario, que les requería trabajar por las mañanas. Ellos estaban acostumbrados desde hacía tiempo a grabar en los estudios de EMI durante largas jornadas nocturnas, que se extendían a menudo hasta la madrugada.

Solo Paul McCartney mostró interés y se erigió en el líder del grupo. George Harrison decidió abandonar el proyecto el 10 de enero de 1969 por sentirse menospreciado. Regresó imponiendo como condiciones que las filmaciones y grabaciones fueran en un lugar más acogedor e íntimo, como eran los estudios Apple, propiedad del grupo, y que se sumara el teclista estadounidense Billy Preston, a quien ya conocían.

El trabajo se reanudó el día 22 y la presencia de Preston sirvió para rebajar la tensión. El inmueble estaba situado en el número 3 de Saville Row de Londres, una calle conocida desde hace más de dos siglos por las tradicionales sastrerías al más puro estilo british. Se encuentra cerca de Piccadilly Circus.

Concierto en la azotea

La idea del nuevo proyecto musical contemplaba ofrecer un concierto sorpresa en directo mientras la policía les echaba por alterar el orden. Según las conversaciones mantenidas entre el director y los componentes del grupo, aparecidas en el libro Get back (1969), se barajaron diversas opciones, algunas de ellas descabelladas: la sala principal del Parlamento británico, la catedral de Liverpool, el transatlántico Queen Elisabeth II, un asilo, un hospital o un anfiteatro romano cerca de Trípoli, en Libia.

Finalmente, por comodidad, se escogió la azotea del edificio de Apple, sin previo aviso al público ni a la prensa. A la hora del almuerzo del 30 de enero de 1969, un día nublado y frío, los Beatles tocaron la que sería la primera actuación en público desde tres años antes, el 29 de agosto de 1966 en San Francisco (Estados Unidos).

No se puede considerar un concierto convencional porque ni el recinto era el habitual, ni fue anunciado con antelación, ni se pagó una entrada. Los Beatles tocaron, con la ayuda de Billy Preston, varias de las canciones que habían ensayado durante las semanas previas. Repitieron algunas. Por este orden, fueron: «Get back» (versión 1), «Get back» (versión 2), «Don't let me down» (versión 1), «I've got a feeling» (versión 1), «One after 909», «Dig a pony», «I've got a feeling» (versión 2), «Don't let me down» (versión 2) y «Get back» (versión 3).

Todos los temas estaban firmados por John Lennon y Paul McCartney. La aportación de George Harrison fue nula a nivel de la autoría de las canciones. Además, aunque él solía ser el guitarra solista, en esta ocasión dicho puesto estuvo a cargo de Lennon. 22 de los alrededor de 42 minutos que duró la actuación fueron recogidos en la película, que fue estrenada el 20 de mayo de 1970 en Londres.

Dos temas, «One after 909» y «I've got a feeling», fueron incluidos en el LP Let it be, el último de su discografía, editado en Inglaterra doce días antes del estreno.

El documental consiguió un Óscar a la Mejor Banda Sonora Adaptada en 1971. Para entonces, el grupo ya estaba disuelto por motivos personales, musicales y empresariales. Como muestra del desinterés, el Óscar fue recogido por el productor norteamericano Quincy Jones, que nada tenía que ver con la trayectoria musical del cuarteto de Liverpool.

¿Pioneros de los conciertos en las alturas?

Se dijo que esta actuación marcó un hito en la historia de la música pop por su originalidad, pero no es así. La banda norteamericana Jefferson Airplane había hecho algo similar en la azotea del Hotel Schuyler de Nueva York mes y medio antes, el 19 de noviembre de 1968, con aparición de la policía incluida, y fueron filmados por el director francés Jean Luc Godard como parte de un proyecto titulado 1 AM (One American Movie), que luego abandonó.

Volviendo a la azotea de Apple, la actuación de los Beatles terminó cuando unos Bobbies hicieron acto de presencia ante una aviso por el ruido que provocaban y el colapso del tráfico.

Una vez terminada la actuación, John Lennon se dirigió a los presentes –-aparece al final del documental Let it be-– y, con humor, dijo: «Me gustaría daros las gracias en nombre del grupo y de cada uno de nosotros, y esperamos haber superado la prueba de sonido». Eso seguro.

Autor: Magí Crusells, Director del Centre d'Investigacions Film-Història, Universitat de Barcelona

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

The Conversation

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