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Diez minutos antes de la hora, la cola para entrar a la sala Acapulco de Gijón subía por la cuesta de Correos hacia Begoña, así que cuando todos acabaron de entrar, la música ya estaba prácticamente sonando. Sobre el escenario, Xoel López, acompañado del también coruñés Adrián Seijas a la batería, pero con el inestimable respaldo del mierense Chapo González al bajo y el avilesino Mara Rubio a la guitarra, tocaba ya 'Albatros'. Después llegarían fanecas bravas, pájaros del demonio, tigres de bengala, serpientes, lobos marinos, sardinas malas, lagartijas azules y hasta golondrinas en cajas de cristal. Todo en un viaje que llevó al respetable desde Galicia a Buenos Aires, con parada en la Patagonia y con tiempo para un paseo por el viejo barrio. Que nos permitió bajar al fondo del mar, escalar un ochomil y hasta subir a las estrellas a bordo de un bergantín.
Y qué decir de los géneros. Cada concierto de Xoel podría definirse como una romería trasatlántica, una serenata de techno-pop sinfónico y épico, una verbena 'indie' con algo de merengue, aderezada con una pizca de canción tradicional gallega, a la que anoche quizás le faltó sonar un poco más nítidamente (no es culpa de la banda, que ya los vimos en otros conciertos) y en la que algunos echamos de menos los vientos que les acompañaban en escenarios de más porte, pues hubiesen animado aún más si cabe la fiesta. Qué mas da. El caso es que a través de sus letras y de la música, a pesar de recurrir a esa amargura que le caracteriza, Xoel consigue hacer serpentear sus conciertos hasta convertirlos en bailes y sonrisas. Tal es la contradicción que conlleva la existencia a la que canta: que eso que alguien puede llamar amor desangre a la otra persona; que quizás no esté tan mal perderlo todo y volver a empezar de cero; o que alguien tenga el cuajo de amenazarte con diluirte en unos versos. Todo eso y más es un concierto de Xoel.
Las de anoche en Gijón fueron más de 25 canciones -creo que 26-, sin más paradas que un «Muy buenas noches Xixón», el recuerdo al taxista porteño que le preguntó «Y vos, ¿qué hacés acá?» y que le llevó a responderle escribiendo 'Buenos aires', con el olor de sus kioskos de flores incluido, o la presentación de la banda poco antes de terminar el concierto, con abrazos, saltos y bandera asturiana sobre el escenario. Por el camino, 'Salitre y humo', una coreadísima 'Tierra', un recuerdo para 'Joanna', algún guiño a Deluxe como la siempre aplaudida 'Que no', la animada 'Todo lo que merezcas', con el público cantando y Mara punteando con exquisito gusto... Tras llegar a lo que empezaba a parecerse al final con 'Ningún nombre, ningún lugar' y 'Dejarte caer', se fueron del escenario. Había prometido poco antes nuestro protagonista dos horas de concierto, así que no hizo falta insistir mucho con el 'otres tres'. «En realidad quedan cuatro», explicó el gallego al regresar al escenario para regalar, solo ante el peligro con su Telecaster, 'Quemas', una canción escrita por Xoel en tiempos de Delux que le 'regaló' a la cantante madrileña Ede. Para rematar, tres hits. 'Glaciar' y 'Lodo' precedieron al cierre merengón de 'Mágica y eterna'. Un final épico, una comunión intergeneracional, una agradable melancolía. Tal es la fuerza de la poesía de Xoel López.
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