Orfeo y el arte de conmover
René Jacobs dirigió a la Orquesta Barroca de Friburgo y el Rias Kammerchor en una rotunda y emotiva versión de concierto de la ópera de Gluck
RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Lunes, 12 de junio 2023, 01:50
Orfeo es el mito primigenio de la música. Ninguna historia explica mejor el poder estremecedor que la música ejerce sobre los seres vivos como la ... trágica historia del cantor tracio que, con su canto acompañado por la lira, adormece a Cancerbero, el perro guardián del reino de los muertos, y conmueve a los dioses para rescatar de la muerte a Eurídice. Ayer, René Jacobs, una auténtica leyenda viva de la interpretación historicista, como contratenor y director al frente de la Orquesta Barroca de Friburgo y el Coro de Cámara Rias (siglas de Radiodifusión en el Sector Americano, que aluden a su formación en el Berlín de la posguerra) y las solistas Helena Rasker (Orfeo), Giulia Semenzato (Amore) y Polina Pastirchak (Eurídice) nos ofrecieron, en versión de concierto, la ópera 'Orfeo y Eurídice', de Gluck.
Es, al menos, la cuarta vez que escuchamos en Oviedo a Jacobs y la Orquesta Barroca de Friburgo. En la memoria de los conciertos del Auditorio, figuran la excelente versión que Jacobs nos ofreció hace un año de la 'Misa Solemnis', de Beethoven, y, más alejadas en el tiempo, sus versiones rigurosas e historicistas de 'Don Giovanni' y 'La finta giardiniera', de Mozart.
Jacobs es un director coherente, de gestos muy precisos y ensayos probablemente exhaustivos. Así consigue mimar el detalle sin perder el sentido del conjunto. La Orquesta Barroca de Friburgo estuvo afinadísima incluso en instrumentos tan difíciles como los trombones naturales, pero lo más sorprendente es que parecía como si respirasen todos juntos, como si fuesen un pulmón, todos siempre a una.
'Orfeo y Eurídice' es una ópera en la que el coro posee una importancia capital. Sin tener unos efectivos orfeonistas multitudinarios, el Rias Kammerchor genera efectos corales de gran magnitud e intensidad. Es curioso que, con pequeños gestos o movimientos, sugiere acción escénica y dramatismo. Especialmente felices fueron las actuaciones como las 'Furias', que reciben a Orfeo con cierto rechazo para ir cambiando con un sentido comprensivo y plácido. Parece mentira que un coro de unos treinta componentes a veces llegase a sonar como un orfeón de quinientos.
La contralto Helena Rasker interpretó con seguridad y expresividad el papel de Orfeo, el personaje sobre el que descansa la mayor parte de la obra. Aunque Gluck escribió este rol para contratenor y, posteriormente, tenor, la voz de Helena Rasker protagonizó un buen Orfeo. El color de la contralto le da a este papel una mayor naturalidad y profundidad. Su versión, con una tesitura muy solvente, sobre todo en el registro medio y agudo, tendió siempre a la emotividad y a la expresión.
Pese a lo reducido de sus papeles, Giulia Semenzato y Polina Pastirchak cantaron sus papeles con entrega y buen canto. Giulia Semenzato es una soprano de gracia o ligera que, además de cantar con un timbre muy bello, actúa, se mueve e incluso danza. Su presencia llenó la escena.
Polina Pastirchak es una soprano más dramática, con un timbre muy dulce y cercano a la mezzo. Bordó su breve papel de Eurídice, al igual que el director y todos los intérpretes de este hermoso final de temporada. Nadie echó en falta la escena por la riqueza de detalles y la belleza musical de la actuación.
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