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José Sacristán, durante su monólogo de ayer en el Palacio Valdés de Avilés. FOTOS: OMAR ANTUÑA

Pepe Sacristán, monumental en el Palacio Valdés

El actor se llevó todos los aplausos de Avilés tras su homenaje a Delibes con 'Señora de rojo sobre fondo gris'

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

AVILÉS.

Domingo, 1 de septiembre 2019, 01:20

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El Teatro Palacio Valdés se llenó ayer -las entradas llevaban varios días agotadas- para recibir a uno de los grandes maestros de la escena nacional, el actor José Sacristán en su último trabajo, 'Señora de rojo sobre fondo gris', basado en la novela homónima de Miguel Delibes. En el coliseo avilesino aún estaba fresca su función del pasado verano con 'Muñeca de porcelana' y la expectación -impregnada del afecto que su público le profesa al veterano intérprete en cada nueva visita a la ciudad- se percibía en el ambiente de las butacas ya momentos antes de que se alzara el telón. Y, como no podía ser de otra manera -ante el trabajo de un gigante de las tablas de su categoría y especialmente de este- la ovación final confirmaría con rotundidad hasta qué punto habían sido desbordadas las previas perspectivas. Porque, ciertamente, lo de ayer en Avilés fue una actuación monumental. A sus 81 años, parece haber firmado un pacto con el diablo. Su voz, tan potente como siempre, y su agilidad por el escenario no han notado el paso del tiempo. En la función que ayer vimos que Sacristán dio una nueva lección de su impecable calidad como actor y su verdad para despertar, a partes iguales, la emoción y el aplauso. Se acompañó además de una eficaz dirección de José Samano y una escenografía de Arturo Martín Burgos iluminada por Manuel Fuster que recreaba a la perfección las luces y las sombras del drama representado.

No era la primera vez que Sacristán se ponía al frente de un texto de Delibes y ya en 1990, con el mismo colaborador que ahora, José Samano, había puesto en escena 'Las guerras de nuestros antepasados'. La analogía inevitable en todo caso que le viene al espectador a la memoria ante esta nueva función es con otro original del escritor vallisoletano, sus 'Cinco horas con Mario', representado exitosamente por Lola Herrera durante décadas. En la propia obra de Delibes, aquella y esta 'Señora de rojo sobre fondo gris' vienen a ser correlatos de una similar inquietud, expresada desde muy distintos puntos de vista. Y si en 'Cinco horas' era una viuda la que dialogaba con su marido de cuerpo presente, cargándole de reproches y de todo el amor que no pudo expresarle en vida, en el texto que José Sacristán lleva a escena, el autor evoca a su propia esposa, Ana, años después de su prematura muerte, para rescatar e intentar comprender el tiempo que compartieron. El actor dedicaría el aplauso final del público a la memoria del escritor y su esposa, Ángeles. En la versión que firman Samano, Inés Camiña y el propio intérprete se mantiene intacta la emocionada verdad de las palabras escritas por Delibes. Su protagonista, al revivirlas en la dramaturgia del monólogo, da un paso más allá y refuerza esa intensidad con una actuación insuperable.

Pocos actores consiguen transmitir al espectador la autenticidad con la que han construido sus personajes como Pepe Sacristán y hacerlo además con tan sincera como medida pasión por su trabajo. El experimentado artista, logra sobre las tablas despertar bastante más que admiración y respeto por toda su impecable trayectoria: sigue saliendo a dejarse la piel para que el público no lo valore por el nombre y el prestigio alcanzados, sino por su aplicado empeño en defender cada papel vertiendo en él todo su talento, la sabiduría labrada a lo largo de sus muchos años de oficio y la pasión necesaria para que sus personajes cobren vida real en cada función y la transmitan a quien la sigue desde las butacas.

En el teatro o en el cine, el cómico madrileño ha encarnado a menudo al hombre corriente de la calle e incluso, cuando le ha tocado interpretar a personajes marcados por un protagonismo de acción, lo ha hecho siempre bajo la figura del antihéroe. Su propia presencia física, su dicción de timbre grave y tono confidencial, o el naturalismo desde el que trabaja cada papel, no solo imprimen eficacia a sus actuaciones, muestran igualmente la depurada técnica de su oficio para conseguir lo más difícil: que el artificio dramático se haga invisible y solo quede a la luz, la verdad de la máscara.

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